(Materiales para una vigilia de oración)
La Inmaculada es la fiesta de una mujer a quien la esperanza le creció por dentro y se le asomó como fruto de salvación para todos. Dios nos dice cosas muy bellas en María. Ella, desde su limpieza de corazón, es espejo que nos permite vernos por dentro, es guía en los caminos del Adviento.
ACOGEDORA DE LA PROMESAS DE DIOS
Así se nos presenta María. Todo el misterio de Dios pasa por su corazón creyente. La Palabra, cargada de promesas, va tejiendo su vida interior. En su interioridad se prepara la Alegría para nacer en nuestro mundo.
Así puedes colocarte tú. Tu futuro no brota del presente; es tu presente el que brota del futuro que Dios te invita a soñar y a esperar.
- Abre tus manos y permanece así unos instantes. Busca el silencio y deja que la misericordia del Señor, que viene a salvarte, limpie tu corazón. No dejes que tu tierra reseca se olvide del agua viva.
- Escucha una promesa de Dios y deja que te ensanche el corazón, que rompa tus pesimismos y desesperanzas. Porque hay promesas de Dios ha esperanza. Hay muchas en los textos litúrgicos del Adviento. «Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará» (Is 35,7).
- Orienta la mirada hacia tu interioridad. Ora rumiando las promesas de Dios, como hace María.
- Las promesas pueden parecerte lejanas, sin embargo, si las acoges, ya te están dando vida. «Un niño pequeño miró una estrella. Y se echó a llorar. Y la estrella dijo: ‘Niño, ¿por qué estás llorando?’ El niño respondió: ‘Estás tan lejos que nunca te podré tocar’. Y la estrella respondió: ‘Niño, si no estuviera ya en tu corazón, no podrías verme'».
ESCUCHADORA DE LOS PROFETAS
¿Dónde están los profetas? Los profetas que levantan al pueblo caído, que lo ponen en camino, que lo despiertan y le dan luz en la oscuridad, esperanza en las largas esperas… ¿dónde están?
María es la virgen oyente de la Palabra. María es profeta y más que profeta, porque los profetas llevan la palabra de Dios como fuego que quema sus entrañas, y María la lleva convertida en carne de su carne. Lleva en su seno a Aquel que todo lo lleva. Vive la esperanza de un encuentro.
Hoy puedes escuchar a los profetas, puedes contemplar a María con el misterio que lleva dentro, puedes recrear tu esperanza, porque donde hay profecía hay esperanza. Dios quiere algo de ti.
- Visualiza una imagen de María, que abre su manto para mostrar a Jesús, el fruto de su vientre. María te regala a Jesús. Pone en tus manos su mayor riqueza. Ensancha el espacio de tu tienda y abre a Jesús la puerta de tu casa.
- Une tu mano a las manos de los que están contigo y, con las manos unidas, mirad todos juntos a María, que lleva a Jesús dentro.
- Responde a la palabra, que viene cargada de fe, con tu fe. Di amén a María, habitada por el misterio de Dios hecho carne. Canta con los que están contigo el amén de la fe al Dios que nos visita.
- Los frutos, antes de serlo, son semillas. No lo olvides. «En la plaza habían abierto una tienda nueva. El rótulo decía: ‘Regalos de Dios’. Un ángel la atendía. Llegó un cliente y preguntó: ‘¿Qué vendes, ángel de Dios?’ ‘Ofrezco dones de Dios’, respondió el ángel. ‘¿Cobras muy caro?’, siguió preguntando el cliente. ‘No, los dones de Dios son gratis’, le respondió el ángel. ‘Entonces, dame bastante amor, perdón, esperanza, fe, salvación’, pidió el comprador. Y el ángel le explicó: ‘Está bien. Te lo daré, pero no olvides que Dios nunca da frutos maduros; da pequeñas semillas, que cada uno debe cultivar’.
ADORADORA DE DIOS Y DADORA DE VIDA
El adviento de María consiste en recoger en su corazón todas las lágrimas y esperanzas de los hombres y ponerlas junto a Jesús, a quien lleva dentro. Esta es su oración permanente de intercesión. En la interioridad de María se dan cita dos miradas: una mirada al mundo que la rodea y una mirada a su Hijo. María adora la vida y comunica la vida a manos llenas, como una fuente inagotable. En María, Dios se asoma, hecho niño, para alegrar al mundo.
Tú, también, vivirás el Adviento si eres capaz de prestar atención al dolor profundo que late en el corazón de los pueblos y si, a la vez, eres capaz de mirar a Jesús que viene. Si adoras al que es la vida, tú también darás vida.
- No te quedes al margen. Escucha esto: «Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado» (Mt 11,17). Y ahora, mira. Mirar es distinto de ver. Miras cuando dedicas tiempo a una cosa.
- Dedica tiempo a mirar el misterio de Dios hecho hombre en el corazón limpio de María.
- Dile a María que te preste sus ojos para mirar y admirar, para adorar. «No os pido ahora que penséis en él ni que saquéis muchos conceptos ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis» (Santa Teresa, Camino 26,3).
- Enciende una lámpara y quédate así unos momentos, mientras recibes el abrazo del amor de Jesús y le das tú un abrazo de agradecimiento.
CANTORA DE LA ESPERANZA DE DOIOS EN MEDIO DE LOS PUEBLO
El adviento de María pone canciones a la esperanza, canciones que podemos saborear en toda su profundidad.
En Ella y en cada uno de nosotros se realiza:
- El culmen de la libertad humana. Porque ha creído recibe la bienaventuranza: «Dichosa tú por haber creído» (Lc 1,45). Es dichosa y feliz. La libertad humana alcanza su culmen en la fe; se verifica en el encuentro con Dios y con los demás. La libertad se deteriora cuando se encierra en sí misma; se realiza en el amor, que exige tiempos de gratuidad.
- La oración de alabanza. El agradecimiento es la primera expresión de la esperanza. No lo son, la crítica, la amargura, el pesimismo. La verdadera esperanza prorrumpe en alabanzas por todo lo que Dios realiza en nosotros y en el mundo. Donde no hay alabanza, la esperanza está empobrecida.
- La mirada limpia de la esperanza. María ya percibe las grandes obras que ha hecho el Señor en su favor. La más grande: el pequeño germen de vida que lleva en su seno. La esperanza nos hace descubrir realidades grandes en cosas pequeñas, brotes, amaneceres, esperanzas, inicios de vida.
- El brazo poderoso de Dios. La esperanza cristiana siempre se alimenta de la acción de Dios en la historia. María canta este poder al servicio del pueblo. Este poder para levantar lo caído llega a sus fieles de generación en generación. Nunca decaerá la misericordia del Señor. Ahí está nuestra esperanza. El Señor sigue actuando. La esperanza nos hace conscientes de su cercanía y de su presencia. Dios sigue cuidando a su pueblo. El cuidado y la solicitud de Dios por su pueblo es una característica de Dios.
«Esté en cada uno de nosotros el alma de María para glorificar a Dios» (San Ambrosio). Que cante tu voz, que cante tu corazón, que cante tu vida, que canten tus obras. En María Inmaculada se adelanta la Navidad.
María, hija de Sión, Madre de Jesús y de la Iglesia, concédenos entrar en el misterio de tu esperanza y de tu alabanza y percibir cómo miras a tu pueblo, a la humanidad y a la historia.
Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño» (Papa Francisco, EG 288)