«La Virgen lo esperó con inefable amor de madre» (Prefacio II de Adviento). (El lugar de la oración puede estar ambientado con una fuente grande de agua en la que se han esparcido varias flores; ramitas verdes en torno a la fuente; una vasija de barro donde se colocará la Luz y un cojín para poner el icono de María).
MOTIVACIÓN: En el corazón del Adviento María se hace presente de una forma especial: Es la mujer nueva, llena de gracia, escogida por Dios y con un sí total en su corazón. La discípula que acoge la Palabra, la rumia en su interior y nos enseña cómo esperar al Señor. La madre que nos cobija y adentra en los misterios de Dios, donde nace la Iglesia, hermosa, sin mancha ni arruga.
GESTO: Abrimos las manos para acoger la Luz de Cristo, el Hijo de María, el Salvador de la humanidad, y el Icono de María, la mujer nueva, la discípula, que nos señala a Jesús. (Dos personas entran llevando en alto la luz y el Icono de María. Los colocan en el lugar preparado).
CANTO: ¿Quién será la mujer que a tantos inspiró ….? MARÍA ES ESA MUJER QUE DESDE SIEMPRE EL SEÑOR SE PREPARÓ, PARA NACER COMO UNA FLOR EN EL JARDÍN QUE A DIOS ENAMORÓ.
1.- MARÍA, MUJER LLENA DE GRACIA, ESCOGIDA POR DIOS
LECTOR 1: Dios elige a María, la llama. Antes de ponerse en camino se entera de que Dios la quiere, de que Dios está con ella. Saberse amada fue para ella fundamental para vivir feliz y para trabajar, para vivir una vida agraciada. Es introducida en el misterio de Cristo a través del acontecimiento de la llamada: Anunciación.
LECTOR 2: «Si conocieras el don de Dios». Hay una criatura que conoció ese don de Dios; una criatura que no desperdició ni una sola partícula de ese don; una criatura tan pura y luminosa, que parecía ser la misma luz; una criatura cuya vida fue tan sencilla y tan perdida en Dios, que apenas puede decirse algo de ella» (Beata Isabel).
LECTOR 1: La riqueza de María no está fuera, sino dentro. María refleja la belleza divina. Es la «toda hermosa». Vivió en su corazón. Su oración, como la de Jesús, es: aquí está la esclava del Señor. Es un silencio que Dios llena, una pequeñez engrandecida. Momento de silencio: Para ahondar en la vida de María, para colocarnos en la verdad de Dios, para recordar nuestra llamada, y para vivir en el don de Dios.
DINÁMICA: Por grupos de dos o tres personas compartimos esta pregunta: ¿A qué te llama Dios?
2.- MARÍA, DISCÍPULA ACOGEDORA DE LA PALABRA
LECTOR 1: Dios busca alguien que le escuche, que tenga capacidad de atención, docilidad y silencio. A María la prepara el Espíritu Santo. La llamamos: Mujer oyente de la Palabra. Por medio de la Palabra, Dios abre un camino de esperanza para todos los seres humanos. María recibe la Palabra en medio de la sorpresa: ¿Cómo puede ser esto?. El humilde sabe colocarse en su lugar y sabe dejar a Dios ser Dios.
LECTOR 2:»¿Qué más quieres, ¡oh alma!, y qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma? Gózate y alégrate en tu interior con él. Ahí deséalo, adóralo» (Juan de la Cruz, Cántico 1,8).
LECTOR 1: Cuando alguien dice sí a la Palabra, Jesús se encarna en el corazón. Cristo va habitando todas las zonas de nuestro ser, como la semilla que crece durante la noche sin que se sepa cómo (cf. Mc 4,26). Momento de silencio para guardar en el corazón la Palabra y dejar que Dios se haga carne en mi vida.
DIÁLOGO ORANTE DE MARÍA CON LAS PALABRAS QUE ESCUCHA
(Con música de fondo. Dos personas leen estos textos. También se pueden acompañar de diapositivas). Decir Inmaculada es decir escucha y diálogo con toda la Palabra, es dejarse hacer por la Palabra, contar a la humanidad la historia de amor de Dios.
«Alégrate». ¡Qué saludo el de aquella mañana de gracia! Quedé llena, llena del amor de un Dios que llegaba hasta mi pequeño ser de mujer.
«Alégrate». Así me dijo el ángel del Señor, y el gozo del Espíritu saltó en mi interior como una cascada de agua fresca que brota de una profunda montaña.
«Alégrate». Y el gozo del Espíritu se plasmó en mi interior para siempre.
«Llena de gracia». Era el nuevo nombre que Dios Padre me ponía. Quería expresar con él la fuerza de su mirar, su amor eterno y desbordante, su obra de salvación.
«El Señor está contigo». Era el aviso para la misión que me confiaba: Ser madre-virgen. El estaría siempre en mí. Juntos andaríamos el camino de la Nueva Humanidad.
«Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre». Estas palabras de Isabel sonaron en mí como buena noticia. Estaba llegando el tiempo nuevo, el nuevo amanecer de la salvación.
«Feliz la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte de Señor». Él me invadía totalmente. Sentía ya los latidos del amor en mi fe de peregrina. Mi Hijo se iba agrandando en mi seno. Esperaba gozosa su nacimiento.
«Una espada te atravesará el alma». Así me habló el anciano Simeón. Estas palabras de dolor llegaron a mi ser abierto y disponible con tanta fuerza que permanecí esperando que en cualquier momento se hicieran realidad.
«¿Por qué me buscabais?» Nuestro Hijo nos fue creciendo, y nos fue creciendo dentro. Se perdió y lo buscamos con el amor del alma. Su padre y yo lo buscamos angustiados. Un día se marchó a los caminos. Tenía pasión por anunciar el Reino.
«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.» Pero yo tenía prisa. Por eso intercedí por los novios. Estábamos en Caná. Había llegado la hora de indicarles que el Vino nuevo de la vida era mi Hijo. Les dije que creyeran en su Palabra, y se pusieran en sus manos.
«Dichosos los pobres, dichosos los limpios, dichosos los pacificadores…»¡Qué gozo al escuchar el anuncio del Reino de labios de mi Hijo! ¡Qué alegría oírle decir a Él estas cosas! Sus palabras iban cayendo dentro de mí como semilla en tierra fértil, que esperan, un día romperse para dar fruto.
«¡Ahí tienes a tu Hijo!» Llegó también la hora esperada de la cruz, la que tantas veces aguardé en silencio confiado, abandonada totalmente a su querer. Llegó la hora de repetir nuevamente la palabra de la mañana primera: ¡Hágase en mí tu Palabra! Llegó la hora de estar de pie y serena ante la incomprensión del dolor y los gritos de los seres humanos. Llegó la hora de ser nuevamente madre, madre universal, madre abierta, madre de todos. La hora de esperar, nuevamente en silencio, la Palabra del Padre sobre mi Hijo.
«¡Resucitó!» La espera dio fruto. Mi corazón se llenó de gozo. Mi Dios resucitó a mi Hijo. Triunfaba la vida. ¡Qué alegría para mi corazón! ¡Qué fiesta dentro de mí! ¡Qué ganas de compartir con los amigos de Jesús!
«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» La hora del Espíritu, la hora de la Iglesia está grabada en mi corazón de Madre. La hora del nacimiento nuevo de toda mujer y todo hombre que viene a este mundo. Llevo en mis entrañas maternales los gozos y los dolores de la humanidad que espera anhelante la nueva vida del Espíritu, la del amor derramado en los corazones. La del pan partido y repartido para todos, la hora de la copa abierta de la fraternidad universal. Llevo escritos en mis manos, siempre abiertas, los nombres de los pequeños, los rostros de los pobres, los gemidos de los excluidos, el dolor de los que sufren. Son los predilectos del Padre, los que tanto amó mi Hijo. El Espíritu sigue enviando hacia ellos testigos del amor, de la paz, de la vida.
Canto: MARIA GUARDA TODO EN SU CORAZÓN
3.- MARÍA, MADRE, COMUNICADORA DE LOS MISTERIOS DE DIOS
LECTOR 1: María, por ser adoradora del don de Dios, puede ser comunicadora de los misterios de Dios. María pertenece a un pueblo que convierte en canción y en fiesta todas las intervenciones salvadoras de Dios. Dios llena la vida y la oración de María. Todo lo que Dios toca, lo llena de gozo. Y la alegría, cuando es auténtica, no se puede guardar dentro, tiende a comunicarse. Con María hacemos Iglesia de comunión donde todos tenemos palabra, sitio y tarea.
ALABANZAS A MARÍA (A cada alabanza se responde con el canto) Canto: EL SEÑOR HIZO EN MI MARAVILLAS, ¡GLORIA AL SEÑOR!
LECTOR 1: – Mujer pobre, llena de gracia – Esposa de José el carpintero – Discípula abierta a la Palabra – Servidora del reino – Comunicadora de gozo y de vida – Madre de todos los seres humanos (La asamblea expresa otras alabanzas).
ENVÍO (Se levanta en alto la Luz y el Icono de María, y todos unimos las manos) Con María nos ponemos en camino de esperanza Con María miramos a Jesús, Luz del mundo Con María unimos nuestras manos a las de todos los hombres y mujeres que hacen posible una nueva Navidad en el mundo.