Testimonio de Simona Perini
Buenas tardes y gracias por la invitación que desde el Cipe se me ha hecho para contar y compartir con vosotr@s mi experiencia en torno al compromiso personal y comunitario en el construir la paz y la justicia.
Parafraseando el título de la reflexión de esta tarde, puedo afirmar que de y por medio de la comunidad ha nacido y sigue creciendo en mí el compromiso en el construir la paz y la justicia.
La conciencia de esto y los primeros pasos vinieron a raíz de unos encuentros concretos: con el padre comboniano Alex Zanotelli y con una revista CEM Mondialitá. En una charla este padre afirmaba: Nunca como hoy en día se puede hablar del triunfo del imperio del dinero. Este imperio es tan poderoso que no le podemos salir al paso con sus mismas armas: la armadura de Saúl no sirve. Nuestra sola arma es la honda de David. Estamos llamad@s a la conversión a los pobres, a reencontrar el soplo de esperanza que en ell@s es el don más grande. Ell@s son la honda de David. Si queremos encontrar a Jesús, tenemos que peregrinar entre ell@s. Cada un@ de nosotr@s está llamad@ a desadeudarse con l@s pobres. La honda de David en conjugar los valores en que creemos con las opciones cotidianas y, si somos cristian@s, conjugando los valores evangélicos con nuestras opciones. Tenemos que cambiar estilo de vida. Tenemos que aprender a ser más pobres, a gastar menos.
Para mí fue un golpe muy fuerte…nunca había pensado de haber contraído una deuda con l@s pobres con mi manera de vivir, con mi estilo de vida. Yo, Simona, en primera persona me sentí responsable de la paz y de la justicia en el mundo. Todo lo vivido, experimentado hasta aquel momento me parecía insuficiente, un paliativo.
La lectura de la revista Mensual de CEM, me había llevado a reflexionar sobre la paz como diálogo, como armoniosa convivencia de las diferencias, como uno de los signos del Reino de Dios, como fruto de la comunión que se hace vida compartida, como conquista, fruto de un compromiso.
«Justicia y paz se besarán» canta el salmo: ¿cómo convertir en realidad este canto en mi vida? Justo este año en la homilía del 1 de Enero, el Papa afirmó que para el/ la cristian@ proclamar la paz es anunciar a Cristo que es nuestra paz, es anunciar el Evangelio de la paz, es llamar a tod@s a ser artífices de la paz. A eso me sentía llamada, entrando por la puerta de la comunión.
Entré en la congregación de las Adoratrices en el día de la solemnidad de la SS. Trinidad: allí encontré la respuesta, en la comunión perfecta existente entre el Padre, el Hijo y el Espíritu: la unidad en la diversidad. Mi camino estaría en el vivir la comunión conmigo misma, con l@s herman@s y con lo creado.
¿Cómo vivir la comunión ? Me vino en ayuda el lema del/ la Viajador/ a liger@ de Alex Langer: Más lento, más dulce, más profundo. Este lema se ha traducido en mi vida como pobreza = más lento, castidad = más dulce y obediencia = más profundo. Estos votos, vividos en una comunidad de mujeres que quieren ser y vivir en comunión, ser hermanas de cada hombre y mujer de la grande comunidad humana que es la humanidad.
En el más lento hemos encontrado la posibilidad de vivir la justicia hacia la naturaleza y hacia el mundo humano, de construir la paz moderando nuestros ritmos a lo largo del día, cuidando la calidad de vida, las relaciones. Comprando en manera responsable, respetando la naturaleza y gozando de ella. La pobreza puede ser sanada, si sanada con la pobreza misma L. Boff. En la pobreza, respetando los ritmos da cada una, aceptando las limitaciones propias y ajenas, acogemos a mujeres necesitadas, explotadas, cuya situación precaria es fruto de un sistema injusto y violento.
En el más dulce hemos descubierto una justicia no violenta, un lenguaje respetuoso, la capacidad de un diálogo verdadero…es una práctica cotidiana donde no ganan mis ideas, sino que la verdad surge de la reflexión conjunta, de la aportación de tod@s, en un proceso de convergencia entre ambas palabras. Es un acercarse con respeto y delicadeza al otr@, una escucha de su mundo, es el aprender a ver la realidad y l@s demás en Dios. Es el amar con ternura, el construir relaciones simétricas fundadas en el perdón recíproco.
En el más profundo hemos descubierto la posibilidad de poder ir más allá de la superficie, de movernos según el criterio de la obediencia cristiana: el Espíritu con sus mediaciones.
Y todo ello vivido en comunidad, lugar donde queremos y quiero ser, obreras del Reino, construyendo paz y justicia a partir de nuestro ser hermanas = mujeres en comunión con nosotras mismas, entre nosotras y con el mundo. Comunión que se hace realidad en el poner juntas los propios dones, compartiendo lo que somos. Comunión que se hace realidad en la confianza, no en el miedo; en la estima del otr@, no en la desconfianza; en la capacidad de gozar de su riqueza, no en la envidia; en el deseo de caminar juntas, no en el prurito de ir en solitario; en el reconocimiento de la capacidad ajena para llegar a la verdad.
Es el tiempo de la siembra, del cuidado de las semillas, con paciencia y esperanza, sabiendo que el futuro será una fiesta que durará para siempre, compartiendo sin fin.