Una Iglesia con sabor a familia

Testimonio de Pedro Sáez Vesga, Vicario General de la Diócesis de Burgos

Saludo

Quiero comenzar estas palabras con el saludo que el Apóstol Pablo dirige en su carta a los fieles de Roma: «A todos los Santos de Dios que estáis en Roma, llamados y consagrados, os deseo el favor y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor, Jesús Mesías». Es el saludo que emplea en todas sus cartas, llamando Santos y Hermanos, a quienes formaban aquella comunidad. Palabras que, a mi modo de entender, recogen perfectamente lo que podríamos llamar intención u objetivo global de esta semana: reforzar la espiritualidad de comunión en el más amplio y rico sentido de la palabra. Así pues, con esas mismas palabras del Apóstol quiero daros mi saludo: «A todos los santos de Dios, que sois parte integrante de esta Iglesia de Dios en Burgos; a todos los Santos de Dios que peregrinamos por este barrio chamarilero, andado y bendecido por la presencia de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, os deseo el favor y la paz de Dios Padre y del Señor, Jesús Mesías.» Gracias por haberme invitado a compartir este momento con vosotros, a vivir esta experiencia de comunión.

OBJETIVO.

Vamos a intentar, pues, en esta tarde, con la ayuda de la gracia de Dios, dar un paso más.

a) El conocimiento y fortalecimiento del sentido comunitario de la fe. El creyente en Jesús no puede ser el llanero solitario, que vaya por el mundo ignorando a los demás o lanzando anatemas contra todos desde su ser particular o desde su grupo, al que considera el único y absoluto detentor de la verdad. Ni puede ser un místico abstracto, que se refugia en la «estufilla» de su fe sentimental para huir de los malos temporales. La fe es un compromiso de encarnación que hay que vivir en y desde la comunidad eclesial, que es sacramento de Cristo.

b) Profundización en torno al sentido comunitario del ser cristiano que no viviremos sin una actitud penitencial de cuaresma que nos haga salir de nuestros propios encasillamientos ideológicos o afectivos para descubrir e insertarnos existencialmente en el Nuevo Pueblo de la Pascua, dando así expresión normal a nuestro bautismo, uno e cuyos efectos es la inserción en el Pueblo de Dios.

EL SER COMUNITARIO CRISTIANO

El ser comunitario del cristiano no obedece a razones estratégicas de actuación, ni a corporativismos sentimentales. Se fundamenta en la Palabra de Dios manifestada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Antiguo Testamento. A Abrahán se le dice que va a ser padre de un gran Pueblo, numeroso como las estrellas del cielo y las arenas del mar. En la alianza del Sinaí queda Israel constituido como Pueblo. «Seréis mi Pueblo y Yo seré vuestro Dios». Pero la relación con el Pueblo no es administrativa y fría. Es «SU PUEBLO», SU FAMILIA. La familia que lleva en su corazón. Por eso dirá:» He oído, he sentido en mi corazón, los lamentos de mi Pueblo» «en alas de águila te he llevado a través del desierto» «Como un padre siente ternura por sus hijos, tiene el Señor ternura por sus fieles». «Como la gallina reúne bajo sus alas a los polluelos, así os he reunido YO» Bástennos estos textos, que ni son todos ni los más significativos, para ver con claridad el estilo de relación que Dios quiere con su pueblo y del pueblo entre sí.

Nuevo Testamento. Jesucristo es proclamado como el Mesías, Mediador entre Dios y los hombres, que en su sangre va a realizar una nueva alianza. Así lo proclama El mismo en la institución de la Eucaristía en la última cena. «Este es el cáliz de mi Sangre, sangre de la Alianza Nueva y Eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados». Cristo se entregó para hacer de los dos pueblos uno sólo, destruyendo el muro que los separaba, el odio. El se proclama único Pastor de su rebaño, que no sólo da su vida por las ovejas, sino que va en busca de las que se han marchado para reintegrarlas en el rebaño. En su oración sacerdotal, que recordaremos con especial intensidad el día de Jueves Santo, pide al Padre por la unión de todos, dando a esa unión un valor testimonial para que el mundo crea. Una unión tan profunda e íntima que tiene como punto de referencia la unidad del mismo Dios. La tarea de Jesús resucitado se centra desde el primer momento en reagrupar a los apóstoles que se habían dispersado por los acontecimientos del calvario. En el capítulo 12 de su primera carta a los Corintios San Pablo nos habla en primer lugar de los carismas que cada uno ha recibido y que no son para beneficio propio sino de toda la comunidad y en la segunda parte del capítulo nos expone su doctrina del Cuerpo Místico de Cristo. Ideas todas ellas que nos hablan con claridad de esa dimensión comunitaria y familiar que lleva consigo nuestra existencia cristiana. La experiencia de las primeras comunidades cristianas va por esta misma línea. Se llamaban hermanos y de todos es conocida la descripción que de su estilo de vida nos hace San Lucas en los Hechos de los Apóstoles. Descripción que nos marca el camino a seguir y nos invita en este momento a renovar, refrescar y fortalecer lo que con el tiempo, por cansancio y por influencia del ambiente ha podido empobrecerse un poco y, en consecuencia, perder su belleza original y valor testimonial.

CAMINO A SEGUIR

Esta realidad del ser de la comunidad creyente que nos descubre la Palabra de Dios hemos de alentarla y expresarla a través de unas actitudes permanentes que mantengan y enriquezcan esa vida de discípulos de Jesús que se experimenta en la comunidad, ese ser familia que lleva consigo la vida creyente. Son como unas constantes de las que nunca se puede prescindir, so pena de perder la propia identidad. Son:

1º) Referencia permanente a Jesús. En El y por El hemos sido convocados e introducidos en la comunidad. La última razón de nuestra pertenencia a la Iglesia es Jesucristo. No es cuestión de sentimientos o simpatías hacia personas o estructuras que no pasan de ser mediaciones de las que Dios puede servirse o prescindir de ellas. Quien sustente su presencia y participación en la comunidad sólo en el grado de simpatía que tiene con quien anima a la comunidad está apoyando su fe en un fundamento endeble y falso. Recordad lo que San Pablo dice a los fieles de Corinto cuando unos se proclaman de Pablo, otros de Pedro… Referencia constante a Cristo que librará al grupo de convertirse en una O.N.G. aconfesional, que de creyente sólo conserve el nombre. Referencia a Jesús que librará también de posibles desviaciones extremas: a) de un espiritualismo angelical y escapista de la realidad. b) de un horizontalismo empobrecedor que nos deja a medio camino. La Iglesia es prolongación en el tiempo y en el espacio de Cristo encarnado y comprometido en la salvación integral del hombre.

2°) Compartir y celebrar. Recordábamos antes las características distintivas de las primeras comunidades cristianas:

a) acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles: La escucha de la Palabra es el alimento fundamental para la comunidad, pues esa Palabra no es principalmente la transmisión de ideas y conocimentos teóricos, sino la proclamación y anuncio de un Mensaje que es Vida, de una Palabra que se hizo carne, y que puede en la comunidad ofrecer simultáneamente la gran riqueza de su ser a través de los distintos carismas que están presentes en esa iglesia diocesana o en esa parroquia. Escuchar y sentirse escuchado, convencidos de que Cristo me escucha a través de los demás y me habla por medio de los otros, manifestándome aspectos muy importantes de su vida que no son tan conocidos por mi. Ese diálogo, comunicación y comunión, es elemento básico en la familia.

b) se reunían para la oración: La Palabra, así compartida, así pronunciada y escuchada, funde los corazones y hace que de ellos brote un canto de alabanza. No seré yo quien en esta casa intente dar lecciones de oración, pero sí me atrevo, perdonad mi osadía, a compartiros lo que en más de una ocasión ha sido para mí una oración de acción de gracias al Padre al traer a mi memoria la riqueza espiritual de esta comunidad de comunidades que formamos en sa. Cosme y San Damián: PP. Carmelitas, PP. Jesuitas, Franciscanas Misioneras de María, Hijas de la Caridad y una gran variedad de asociaciones y movimientos de Apostolado Seglar. Todos ellos alabando al mismo Dios Padre y dándole gracias por los otros. La oración no es solamente el diálogo y la comunicación de los hijos con el Padre, sino también de estos entre sí. Es muy importante tener en cuenta siempre esa dimensión comunitaria que tiene la oración aunque la hagamos como nos recomienda e Evangelio de miércoles de Ceniza «encerrándonos en nuestro cuarto y allí en la soledad hablando con el Padre que escucha en lo secreto». Pero siempre se cumple, o debe cumplirse, en la oración eso que rezamos en el himno de Laudes del sábado de la segunda semana del tiempo ordinario:

Padre nuestro, Padre de todos, Líbrame del orgullo De estar solo. No vengo as la soledad Cuando vengo a la oración, Pues sé que, estando contigo, Con mis hermanos estoy; Y sé que, estando con ellos, Tú estás en medio, Señor. No he venido a refugiarme Dentro de tu torreón, Como quien huye a un exilio De aristocracia interior. Pues vine huyendo del ruido, Pero de los hombres no. Allí donde va un cristiano No hay soledad, sin amor, Pues lleva toda la Iglesia Dentro de su corazón. Y dice siempre «nosotros» Incluso si dice «yo».

Cierto que ese sentido comunitario de la oración se refuerza cuando oramos juntos, bien sea en la oración pública y oficial de la Iglesia, como cuando la hacemos en grupo, diríamos no «oficial», para entendernos.

c) se reunían para la fracción del pan: Es el momento culminante de la familia. De forma espacialísima se hace presente entre nosotros para fortalecer nuestra comunión con Dios, para fortalecer nuestro «ser pueblo», familia de Dios, renovando con su sangre la alianza nueva y eterna. Es la expresión más fuerte de comunión entre quienes beben de la misma fuente, que es Cristo. Y en El y a través «de El se encuentran entre sí. Ojalá hoy no tuviéramos que atribuirnos los errores que San Pablo denuncia en las primeras comunidades de Corinto, cuando les dice: «Oigo decir que cuando os reunís en asamblea formáis bandos; y en parte lo creo, porque es inevitable que llegue a haber partidos entre vosotros; así destacarán también los hombres de calidad. En consecuencia, cuando tenéis una reunión os resulta imposible comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿Será que no tenéis casas para comer y beber? O ¿es que tenéis en poco la asamblea de Dios y queréis abochornar a los que no tienen? ¿qué queréis que os diga? ¿que os felicite?. Por esto no os felicito. Hay mucho individualismo en nuestras misas, hay mucho cumplimiento personalista, hay mucho rito y poca celebración. Pero todo ello no puede ser disculpa para hacer lo mismo, sino un reto para que cada día nuestras celebraciones sean expresión y vivencia de quienes saben que al llamar Padre a Dios, están llamando hermanos a los demás.

d) compartían los bienes: Es la consecuencia lógica de la celebración eucarística. Quienes celebramos la Eucaristía no tenemos más remedio que situarnos «donde están los últimos». Así nos lo recuerda Cáritas. La celebración litúrgica está llena de frases que apuntan en esta dirección: «que tu Iglesia sea un lugar de encuentro..» «que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando…» La caridad, que se fundamenta y arranca de la encarnación, no se puede reducir a fáciles y cómodos consejos, sino que ha de manifestarse en el gesto concreto. Al hermano no se le puede engañar.

3°) Conciencia y comunión eclesial. Ya lo hemos enunciado al hablar de los fundamentos bíblicos del sentido comunitario de la fe. Se impone que en los distintos modos de presencia de Iglesia, que enriquecen a una diócesis o a una parroquia, se tenga cada día más clara la idea de ser parte de un todo y estar convencidos y persuadidos de que enriquezco a los demás y los demás me enriquecen. Nos complementamos todos para ser presencia del Cristo total en el mundo concreto en que vivimos. Nadie puede prescindir de los demás ni sentirse inútil para los demás. Respetando y dando gracias por el carisma específico de cada uno, todos nos sentimos parte integrante de ese Cuerpo Místico, cuya Cabeza es Cristo.

Habrá que promover todos aquellos medios que favorezcan y faciliten la comunicación y conocimiento mutuo, que desemboquen en la comunión. En la práctica pastoral de nuestros días contamos con la realidad de los Consejos de Pastoral diocesano, arciprestal o parroquial, como cauces de encuentro y comunión. Pero no son los únicos. Nada impide el que se fomenten otros muchos medios que fomenten esa comunión y que nos presenten ante el mundo como testigos de la comunión trinitaria «para que el mundo crea.

Esa comunión vivida y celebrada se convierte en gozosa experiencia pascual para la comunidad y cada uno de sus miembros, que fortalece la esperanza y, por sí misma, se convierte en anuncia de Jesucristo. Qué bien todos unidos. Eso necesita, es, la familia. Eso necesita nuestro mundo.

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