Lectura orante del Evangelio: Mateo 11,2-11
Jesús no puede estar en un lugar sin irradiar (Carlos de Foucauld).
‘¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?’
Juan duda, pero convierte la duda en búsqueda, en pregunta. Con esta pregunta, de un Juan Bautista desconcertado, en la oscuridad de la cárcel, comenzamos a orar: ‘¿Eres tú?’. Es una pregunta honrada, necesaria, inquietante que hacemos en un mundo que ni niega ni cree en Dios: ¿Eres tú, Jesús, nuestro Tú? ¿Es a ti a quien tenemos que esperar? Hacemos la pregunta y nos quedamos en silencio, a la escucha de la respuesta de Jesús, sin prisa: ¿Qué tiene que ver tu vida con la nuestra? ¿Eres tú quien puede darnos la alegría? ¿Eres nuestro Salvador? Juan de la Cruz, en la oscuridad de la cárcel de Toledo, cantó, enamorado, su fe: Que bien sé yo la fonte, que mana y corre, aunque es de noche.
‘Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído’.
¡Qué pedagogía tan sorprendente la de Jesús! Nos regala la mirada de los pobres para ver y descubrir en ellos la presencia del Reino. Nunca hubiéramos imaginado que esta mirada fuera tan liberadora y que trajera tanto gozo. Jesús nos saca a la calle, como nuevo escenario de la oración itinerante. Nos invita a aprender los nombres de los últimos, a conocer sus historias, a mirarlos con ternura. Nos empuja a hacer lo mismo que él hizo: compartir con los perdidos un cariño entrañable, anunciar a los pobres el Evangelio. Aquí está la fuente de la alegría, de aquí brota el gaudete, alegraos, de este domingo. Jesús se manifiesta en signos frágiles y pobres, y ahí debe ser buscado, amado y servido, visto y oído. Los pobres son nuestra escuela de oración; junto a ellos aprendemos a ser narradores de la alegría del Evangelio. Nuestro apostolado es el apostolado de la bondad. Es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parezca que no hace nada, que todas esas otras obras juntas (Juan de la Cruz).
¡Dichoso el que no se escandalice de mí!
¡Dichosos si no nos escandalizamos de la forma de amar de Jesús, tan divina, tan humana! ¡Dichosos si creemos en el misterio de la Encarnación y nos dejamos educar por esta nueva sensibilidad del Reino! ¡Dichosos si nos descalzamos ante el misterio del Otro, con mayúscula, y de los otros, con minúscula! ¡Dichosos si nos abajamos para ver, en los que están abajo, el rostro del que se abajó, por amor, hasta nosotros! ¡Dichosos si nos decidimos a acentuar el Evangelio! ¡Dichosos si sabemos conjugar una vida eucarística de adoración con el reconocimiento de Jesús en los pequeñitos de la tierra! ¡Dichosos si preparamos la Navidad con un Adviento de ternura y de misericordia! Cristo es mío y todo para mí, es el grito de amor de Juan de la Cruz. Gaudete, alegraos.
¡Feliz Adviento! Gaudete, alegraos. ¡Ven Señor, Jesús! CIPE – diciembre 2022
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