Amigas y amigos de ORAR
Este tiempo de pandemia del covid-19 ha alcanzado también al nº 294 de la Revista ORAR , que se ha quedado en la imprenta. Pero el director de la misma, Pedro Tomás Navajas, os la envía gratuitamente a través de la tienda de Monte Carmelo.
Nos saluda con estas palabras:
Un saludo lleno de ánimo y esperanza para todos en estas horas de incertidumbre y de dolor motivados por la pandemia del coronavirus. Nuestras palabras de fe y de consuelo van dirigidas, sobre todo, a las personas que sufren el virus en su propia carne o que están cerca de personas que lo padecen, y a los ancianos que han sido colocados desde el principio en el punto de mira.
El título de esta revista, a caballo entre la Cuaresma y la Pascua, refleja muy bien lo que estamos viviendo en este momento y cómo lo queremos vivir. Si el aplauso dado al anochecer desde las ventanas para apoyar a las personas que están dando vida, a veces la vida, a los enfermos necesitados, ha sido un aliento que ha llenado de esperanza calles y corazones, mucho más la oración en común está siendo una sinfonía que se puede escuchar en todos los rincones del mundo.
La frase evangélica
“Donde hay dos o más unidos en mi nombre, allí en medio de ellos estoy yo” (Mt 18,20),
unida a otra que aparece al final del Evangelio de Mateo
“yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20),
nos ayuda a tomar conciencia de la presencia de Jesús en este momento, en todos los momentos.
Desde el papa Francisco a tantas personas mayores que llenan sus noches de insomnio con avemarías, pasando por tantas familias que desde sus casas levantan con confianza el corazón a Dios para vivir con él esta prueba, son muchas las personas que abren a Dios en una oración común el corazón habitado por los dolores de la humanidad.
El virus, con todo respeto lo decimos, está generando en muchos corazones lenguajes creyentes y en muchas manos gestos solidarios. Los tiempos recios de la pandemia están sacando de nosotros lo mejor. Estamos viviendo un tiempo de conversión a lo mejor del ser humano. Este será el vestido nuevo con el que viviremos la Pascua.
Esta experiencia tan dolorosa, tan universal, nos está ayudando a ser más humildes, más hermanos unos de otros, más cercanos. Esta crisis, que agrieta nuestras seguridades, nos está invitando a poner la vida en otro asidero, en las manos amorosas de Dios. Los virus cruzan todos los pueblos y alcanzan a los ricos y a los pobres. ¿Será mucho pedir que esta lucha contra el virus nos haga más orantes y solidarios, más humildes y fraternos?
Un amigo de ORAR, Miguel Ángel, desde Murcia, nos regala estas palabras tan preciosas: “La esperanza nos ayuda a convertir en oportunidades las pruebas que suponen pérdidas, a vivir como gracia aquello que supone cambio de hábitos para los que nos creíamos más libres o dispuestos, a separar la piedra del grano, a purificarnos sabiendo, aún más, que Dios nos visita por nuestra necesidad, esa misma que nos enseña a confesar que él, teniéndolo todo y siendo el dador de todo, se hizo uno de nosotros”. Gracias, Miguel Ángel, a ti y a tu entrañable familia.
Aunque los temas de la revista no tratan del coronavirus directamente, sí que podemos colorear cada tema con el color de la esperanza y percibir el mensaje de vida que proviene de las escuelas, de los monasterios contemplativos, de las familias, de los hospitales, de Marcos, un niño recién bautizado.
Siempre, pero de modo especial, en los momentos de prueba recordamos que “gran mal es un alma sola” y que es un gran bien encontrar otros corazones que se unan para dar gloria a Dios, dando gloria al ser humano esté como esté.
Ponemos nuestras manos orantes, consoladoras, en los enfermos que están en los hospitales o recluidos en sus casas, y los bendecimos con la bendición de Dios, la ternura de la Virgen María, la fortaleza de san José.
Y una propuesta desde la revista ORAR: Unirnos los que formamos esta maravillosa familia a las diez de la noche para levantar el corazón a Dios y mirar a todos los afectados por el virus con su inmensa ternura. “Nuestra carne es carne de esperanza pues la gracia ha sido depositada en nuestros corazones, y sale a relucir en situaciones así o en otras parecidas (cf. Rm 5, 3-8)”. Este texto también es de Miguel Ángel.
Gracias a todos. Recibid un abrazo entrañable en nuestra oración común.