Hoy celebramos el misterio de la Santísima Trinidad; un día para adorar sin pretender comprender; para acoger y contemplar el misterio.
San Ignacio de Loyola relataba así su experiencia trinitaria:
“Sí. Yo, Ignacio de Loyola, Íñigo como me llamaban, conocí a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, indefinible e insondable, misterioso y, sin embargo, cercano, dándose a mí en sus tres personas de un modo que sobrepasa todo lo imaginable. Lo conocí en tal gracia y cercanía que era imposible confundirme o equivocarme […] Yo conocí a la Divina Majestad, y la libertad que es parte integral de cada una de las personas divinas […]Yo conocí a Dios trino de un modo experimental […] Todo esto es gracia, don y creo que el Padre, el Hijo y el Espíritu desean dar este don de sí mismos a todos los que desean abrirse camino para recibirlo.” (Carta de san Ignacio de Loyola a una persona que deseaba hacer la experiencia de los ejercicios espirituales).
Para Oriente la teología es la contemplación de La Trinidad y ésta es ante todo objeto de experiencia religiosa, litúrgica, mística y poética más que objeto de especulación teológica. La Trinidad marca toda la vida Ortodoxa. Su fe se hace contemplación silenciosa del misterio.
Oriente ha expresado su fe trinitaria a través del célebre icono de la Trinidad de André Roublev. Con ocasión de la celebración de la festividad de la Santísima Trinidad nos vamos a acercar a este misterio de nuestra fe a través del Icono de Rubleav, no sin antes detenernos previamente en el significado de lo que es y representa el icono en el Oriente cristiano.
El ARTE DEL ICONO: TEOLOGÍA EN COLORES
El icono debe ser bien comprendido porque difiere de las imágenes occidentales. Es una de las manifestaciones concretas de la dimensión sacramental y de la dimensión litúrgica de la belleza (“el cielo en la tierra”) de la Iglesia Oriental. El icono, en dos dimensiones, difiere de las imágenes sagradas occidentales. Con el fin del Románico (arte iconográfico), Occidente se separa de Oriente también en el terreno artístico. Mientras que, para Occidente, la imagen es evocación artística, puro recuerdo de un hecho o persona expresada con realismo, incluido el arte religioso; para Oriente, el icono es una evocación epifánica (comunión espiritual). En Occidente, sin embargo, a partir de Giotto, con el arte gótico, se introducirá la perspectiva, las tres dimensiones, el claroscuro, estudios de anatomía. Habrá una clara preferencia por las estatuas de tres dimensiones y el arte religioso dejará ser arte de lo transcendente porque se renunciará a la realidad misteriosa para dar paso a la emoción estética (emotividad) y a la función ornamental del arte, en general, y del arte religioso, en particular. De este modo, en Occidente el arte se separa de la contemplación.
Para Oriente, lo que se evoca se hace presente por esto el icono es una presencia simbólica, de lo transcendente, pero real. El Misterio nunca se capta directamente por los sentidos. Está representado por intermediarios: un ángel, un símbolo…
Por ello, el icono no es simplemente una obra de arte. El icono de ninguna manera se creaba por los monjes-pintores de icono para ser mostrado, ni para la admiración de los juegos de colores o de los trazos, sino exclusivamente para servir de ayuda en la oración hacia Aquél que estaba representado en él. En esto está la diferencia radical con un cuadro, un cartel o un anuncio. Un icono, privado de su directo designio para el cual fue creado, expuesto para ser mostrado, para ser examinado por gente, que no creen en lo que está representado en él, naturalmente, pierde su sentido, su designio principal como vehículo de oración y se convierte solamente en una obra artística de mayor o menor calidad. Un icono se pinta para expresar la relación entre Dios y el hombre, se convierte en algo así como una garantía de la realidad de esta relación, como si fuera un eslabón de comunicación. Sacar el icono de la atmósfera de oración significa dejarlo sin sentido.
Cuando entramos en un templo ortodoxo lo primero que llama nuestra atención es el iconostasio. El iconostasio es una pared que va desde la parte septentrional a la meridional del templo y en la cual, en un orden delimitado, se colocan los iconos. En el templo bizantino el iconostasio viene a ser el icono del mundo: en él se representa el cielo y la tierra. La imagen de la Virgen une los dos mundos.
EL ICONO DE LA TRINIDAD de André Roublev
El superior del monasterio de la Trinidad y de San Jorge encargó a uno de sus monjes, Andrés Roublev (1370-1430), la decoración del iconostasio y entre 1422 y 1426 pinta el misterio de la Trinidad. Este cuadro será fuente de renacimiento espiritual para los visitantes del monasterio de la Trinidad hasta que acaba siendo olvidado y oscurecido por el humo de las velas. Entre 1905 y 1926 es restaurado, y se descubre la belleza de los colores originales. Hoy día está en el museo de la Galería Tretiakoff de Moscú.
El cuadro tiene un triple nivel de lectura:
- Representa la escena del Antiguo Testamento de aquellos tres misteriosos visitantes de Abraham junto a la encina de Mambré (Gn 18, 1-15). Abraham los acoge en su tienda y les ofrece comida, después de lo cual se le anuncia la futura descendencia de Sara. La tradición ha visto en esta misteriosa visita una imagen de la Trinidad. Roublev elimina las figuras de Abraham y Sara y centra toda la atención en los tres visitantes.
- El segundo nivel se sitúa en la dimensión de la historia de la salvación: el designio salvífico de Dios de que el Hijo se encarne y muera para salvar a la humanidad.
- El tercer nivel es el plano de la teología: representa la comunión trinitaria.
Estos tres niveles se funden en un armonioso conjunto de tres ángeles sentados junto a una mesa, en el centro de la cual hay una copa, y en ésta un cordero degollado.
El ángel de la izquierda representa al Padre:
- Es el único que no se inclina ante los demás, mantiene una posición vertical, como eje y principio de todo, y lleva en su mano el cetro.
- Recibe de los otros dos su inclinación reverente.
- Sus colores, más suaves, evocan la invisibilidad, frente a los colores más fuertes del ángel del centro, el Hijo.
- Detrás de él aparece un templo-casa: la humanidad, la Iglesia, la nueva Jerusalén, la casa del Padre.
El ángel del centro es el Hijo:
- Su túnica es roja, el color de la sangre.
- Su mano señala la copa, eucaristía, cordero degollado, que es centro geométrico del icono.
- Detrás hay un árbol que simboliza la cruz, el árbol de la vida, la encina de Mambré.
El ángel de la derecha es el Espíritu:
- Se inclina hacia el Padre en actitud maternal, dinámica, fecundante;
- De él parte todo el movimiento que une a las tres figuras en una unidad armoniosa.
- Su color verde evoca la vida (Señor y dador de vida).
- La roca de atrás simboliza el cosmos, que él vivifica.
Hay una serie de elementos que se han descubierto en este icono y que demuestran su gran riqueza y profundidad de contenido:
– Todo el cuadro se inscribe en un octógono (símbolo del octavo día de la escatología).
-Existe un ritmo que une a las figuras en una comunión dinámica y plena que parte del Padre y desemboca en el Espíritu, y parte del Espíritu y desemboca en el Padre.
– Pero el centro de todo él es el misterio de la economía salvífica: el cordero degollado por la salvación de la humanidad.
-Del icono se desprende una llamada a la unidad: que todos sean uno como Tú Padre, estás en mí y yo en Ti (Jn 17, 21).
-El destino humano: ser imagen de la Trinidad. La Iglesia eucaristía es símbolo del banquete del Reino, que anticipa la comunión eterna en la casa del Padre con todos los hermanos
-La luz del Reino inunda el cuadro.
-El dinamismo de la vida del Espíritu parece comunicarse al que contempla el icono. Es precioso contemplarlo en silencio.
Al comparar la obra de Rubleav con otros iconos de la Trinidad se aprecia por qué la de Roublev es una obra maestra. Como se puede observar en los iconos anteriores se representaba la escena completa con las figuras de Abraham y Sara. El hallazgo de Roublev fue centrar la atención en los tres visitantes y ellos a su vez en el cordero degollado, centro geométrico de la representación. El icono de Roublev se convirtió en modelo de la iconografía de la Santísima Trinidad por su síntesis teológica, riqueza simbólica y belleza artística.
ORAMOS CON ISABEL DE LA TRINIDAD Y SANTA TERESA
“¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Ayúdame a olvidarme totalmente de mí, para instalarme en Ti, inmóvil y serena, como sí mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, mi Dios inmutable, sino que cada momento me sumerja más adentro en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma, haz en ella tu cielo, tu morada más querida y el lugar de tu descanso. Que nunca te deje solo allí, sino que esté por entero allí contigo, bien alerta en mi fe, en total adoración y completamente entregada a tu Acción creadora. […]
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Quisiera ser una esposa para tu Corazón; […]
¡Oh Fuego devorador, Espíritu de Amor! «Ven a mí» […]
Y Tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre esta pobre criaturita tuya, «cúbrela con tu
sombra», y no veas en ella más que a tu «Hijo predilecto, en quien has puesto todas tus complacencias». […]
¡Oh mis Tres, mi Todo, mi eterna Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo! Me entrego a Ti como víctima. Abísmate en mí para que yo me abisme en Ti, hasta que vaya a contemplar en tu luz el abismo de tus grandezas.”
¿Qué frase de esta oración resuena de forma más especial en tu corazón?
Santa Teresa en su libro Las Moradas expresa de esta manera su asombro, al descubrirse habitada en el centro de su alma por la Santísima Trinidad:
“por una noticia admirable que se da al alma, entiende con grandísima verdad ser tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma […]Aquí se comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendría a Él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos” (7M1,6).
¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas, a entender por esta manera cuán verdaderas son! Y cada día se espanta más esta alma, porque nunca más le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve de la manera que queda dicho, que están en lo interior de su alma, en lo muy interior, en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras, siente en sí esta divina compañía.” (7M1,7)
JESÚS NOS ENVÍA A LA MISIÓN
Al final del evangelio de Mateo el propio Jesús envía a los discípulos a la misión con estas palabras: “Id pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19).
¡Que este día se nos presente como una oportunidad para acercarnos a este misterio de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo y que, como santa Teresa, también nos descubramos habitados por la Santísima Trinidad, un pequeño cielo dentro cada uno de nosotros que urge dar a conocer!
Julia López Lasala
Fuentes:
- Codina, Víctor [1997] Los caminos del Oriente cristiano. Iniciación a la teología oriental. Santander. Sal Terrae. 1997.
- http://www.odisea2008.com/2009/03/iconos-religiosos-rusos.html
- https://www.carmelitas.es/wp-content/uploads/2018/04/03.-Isabel-de-la-Trinidad.pdf