Índice – Prólogo del libro

ÍNDICE

Prólogo

  • Primera parte:
  • Maestros de oración
  • Sal de tu tierra… (Abraham)

    No te abandonaré(Jacob)

    He oído el clamor de mi pueblo(Moisés)

    Mi Dios es Yahvé(Elías)

    Te conocía de oídas(Job)

    Y me haré mas vil todavía(la mariposa, David y otros relatos)

    Sí tienes miedo de ir… ve(Gedeón)

    El Creador os devolverá el espíritu y la vida(los Macabeos)

    Saltó de gozo en mi seno(Juan el Bautista)

    Hemos visto salir su estrella(los Magos)

    El que aguarda, sabe que la victoria es suya(Simeón y Ana)

    Al paso lento de una gestación(María)

    Se vela en nombre de la ternura(José)

    ¿Por qué me persigues?(Pablo de Tarso)

  • Segunda parte:
  • Actitudes y caminos orantes
  • Paso-inspiración-barrida(aprender a caminar)

    Aprender a llorar como un niño(orar en el desierto)

    Me hice perdidiza y fui ganada(orar en navidad)

    El riesgo de la confianza(la oración y la paz)

    No tengas miedo(vivir y orar en el espíritu)

    Y encontrar lo que tanto se buscaba(orar es morir, es nacer)

    Nos hiciste, Señor, para ti…(el reto del tercer milenio)

  • Tercera parte:
  • En la espiritualidad carmelitana
  • Contemplativos en la precariedad(orar en el Carmelo)

    Estaba dentro de mí y yo en Él(Teresa de Jesús)

    ¡Qué grande es el poder de la oración!(Teresa de Lisieux)
    Desnudos ante la verdad (Edith Stein)

PRÓLOGO

Como los antiguos maestros, grandes, no por la abundancia de sus enseñanzas, sino por la simplicidad de su mensaje, recibí una sola clase de teatro de aquel pequeño maestro nicaragüense. Con él te sentías animado a ser tú mismo, a dejar salir lo mejor. Terminaba la clase y ya había infundido en nosotros la ilusión por el futuro de posibles experiencias comunes. Nos sentó en el suelo, como para una última enseñanza y abrió un libro familiar para él y, mirándonos, comenzó a recitar de manera cálida y vibrante: Aquí está mi palabra, te la entrego. Habla, di tu palabra, di tu palabra clara y sin veneno… grítala con la verdad del primer grito con que expresaste tu primer aliento… Solamente recibí de él esta clase y logró transmitir mucho más con esas palabras que otros en años de empeño.

«Aquí está mi palabra«: y era verdad que sus palabras nacían del fondo, de una sinceridad contagiosa, envidiable, que nos puso la carne de gallina. É1 fue sincero y tocó nuestro miedo a desnudarnos, a mostrarnos tal cuales.

Desde entonces y mucho antes, comprendo que la vida es también el arte de ser sincero. Pero lo es especialmente si la afrontamos desde la fe en un Dios que se ha hecho para nosotros Palabra y Mirada que seduce, interpela, conmueve, renueva… Nos encara con nosotros mismos, con lo mejor de nosotros, invitándonos a una permanente búsqueda de su rostro de enamorado, apasionado por nuestra pequeña existencia.

La amistad con Dios es un riesgo que cambia la vida, es, por tanto, una aventura peligrosa, en cuanto nos embarca en lo desconocido de Dios y de nosotros mismos, y deshace y reconstruye permanentemente nuestras seguridades.

Aquí está, pues, mi palabra, gestada en varios años de búsqueda compartida; palabra que permanece deseo en cuanto refleja el sueño de encontrar a Dios en la limitación de mi existencia. Aquí va algo de lo vivido e intuido estos años. La mayoría de los capítulos son artículos aparecidos en la Revista Teresa de Jesús, de Ávila. A ella, a sus responsables, que me han urgido fraternalmente en tantas ocasiones, mi agradecimiento más sincero. Sin su insistencia no habría escrito ninguno de estos capítulos.

El riesgo de la confianza, título del libro, quiere reflejar la esencia de toda oración, es decir, del encuentro con Dios: la capacidad de vivir en una locura atrevida por Aquel que nos ha amado; la capacidad de fiarnos de Él en los momentos de especial soledad, oscuridad…

Recuperaremos a través de estas páginas el recuerdo de algunos de los grandes amigos de Dios, que voluntariamente se hicieron proscritos de la honra y aplauso humanos, para ser sinceros a Una verdad profunda, cultivada en silencio de otras miradas, que no la de Dios.

Fiarse de Dios, confiar en Él es uno de los riesgos menos comprensibles para el hombre racional de nuestro tiempo. Nada evita la sensación desnudadora de salto en el vacío. «Sólo la fe nos alumbra para encontrar la fuente», para saber que detrás de todo está Él sosteniendo y cuidando nuestras vidas.

Sin embargo esta experiencia de confianza y salto en el vacío es incomunicable y sólo se percibe autobiográficamente en propia carne.

¡Ojalá estas páginas impulsen ese salto en el vacío que cada uno ha de dar, para llegar a la tierra prometida, no lejos de sí mismo, allí donde Dios vive dentro de él.

Si a alguien le ayudan a dar un paso hacia esta confianza, seré el hombre más feliz.

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