Está comenzando el año, y me pregunto cómo vivir cada momento, cada AHORA con paz, sin dejarlo pasar, sin esquivarlo.
Hace años, con unas amigas de Toledo, compartíamos un cuento, que se convirtió en símbolo, en recuerdo de esta filosofía de la vida: «vive el momento, ¡despierta!:
«El guerrero japonés fue hecho prisionero y cerrado en una mazmorra. Aquella noche no podía coger el sueño, porque estaba convencido de que a la mañana siguiente le torturarían. Entonces recordó las palabras de su maestro: «el mañana no es real. La única realidad es ahora.» De manera que retornó al presente, y se durmió.»
Pero es verdad que no siempre nos sosegamos tan fácilmente como el guerrero del cuento… Cuando evaluamos un año, ¿cómo nos sentimos? ¿Qué le dice Francisco al hermano León enseñándole a mirar su propia vida con aceptación?:
«No te preocupes tanto de la pureza de tu alma. Vuelve tu mirada hacia Dios. Admírale. Alégrate de lo que El es, El, todo santidad. Dale gracias por El mismo. Es eso mismo, hermanito, tener puro el corazón. Y cuando te hayas vuelto así hacia Dios, no vuelvas más sobre ti mismo. No te preguntes en dónde estás con respecto a Dios. La tristeza de no ser perfecto y de encontrarse pecador es un sentimiento todavía humano, demasiado humano… la santidad no es un cumplimiento de sí mismo, ni una plenitud que se da. Es, en primer lugar, un vacío que se descubre, y que se acepta, y que Dios viene a llenar en la medida en que uno se abre a su plenitud.»
Retomando en esta bella página de Sabiduría de un pobre (Eloi Leclerc) la invitación a vivir el presente, os dejo con aquellas sabias y humildes palabras de Borges, que nos viene bien recordar de vez en cuando:
Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes, contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió
sensata y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás
trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben,
de eso está hecha la vida, sólo de momentos,
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos
que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo
a principios de la primavera
y seguiría así hasta concluir el otoño.
Y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez la vida por delante…
Pero, ya ven, tengo 85 años
y sé que me estoy muriendo.
(JORGE LUIS BORGES, Instantes)