Secundino Castro
Me ceñiré a Jn 20,1-10, dejando para otra ocasión el proceso final de fe de María Magdalena. Los Sinópticos hablan de varias mujeres en la mañana de Pascua, en cambio, Juan solo menciona a la Magdalena. Como no es posible que haya habido dos visitas al sepulcro, y que en ese caso la Magdalena haya ido dos veces, se piensa que Juan la ha tipificado, cosa no extraña en él (3,1ss; 4,1ss.; 4,46ss.; 5,1.ss; 11,1ss.; 3,34ss.). Curiosamente al principio de la narración, la Magdalena habla en plural (20,2).
En lo referente a la ida al sepulcro se nota alguna diferencia entre Juan y Marcos. Éste dice: «muy de madrugada… a la salida del sol» (16,1). El dato de la oscuridad o tinieblas es exclusivo de Juan. Es sabido que las tinieblas en este autor siempre dicen relación a carencia de Cristo (3,19; 6,17; 12,35), por ello hay que admitir en ellas un elemento teológico: María todavía no ha llegado a la fe. No sabemos si también se ha querido determinar que, cuando fueron las mujeres al sepulcro, aún no había amanecido. «Una visita al sepulcro cuando todavía es de noche, resulta inverosímil. Ahora bien, ¿dónde estaría el simbolismo? No en Jesús, que ya ha resucitado, sino más bien en los hombres, en quienes todavía no ha brotado la fe en su resurrección» (R Schnackenburg). Esa oscuridad está en el alma de la Magdalena.
El relato de la ida de la Magdalena «a oscuras» al sepulcro podría proporcionarnos el primer contacto literario-simbólico con el Cantar: «En mi lecho por la noche, busqué al amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré Me levanté y recorrí la ciudad. Busqué al amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré» (Ct 3,1-2). A la noche del Cantar corresponderían las tinieblas de Juan; a la palabra buscar, que se repite cuatro veces en el Cantar, las palabras de Jesús: «¿A quién buscas?» (20,15).
Anteriormente (19,40) se habla de que envolvieron a Jesús con sábanas juntamente con los perfumes, que eran 100 libras de mirra y áloe (19,39). Según Proverbios 7,17 estos perfumes servían para aromar la alcoba. Y el salmo 45,9 dirá que a mirra y áloe huelen los vestidos del Rey-Esposo. En el Cantar 4,14-15 quizás podemos encontrar la imagen que persigue al evangelista: «Nardo, azafrán, Mirra y áloe con los mejores bálsamos, fuente de los huertos. Juan también habla de un huerto (19,41).
Ya hemos dicho que a Jesús no le ataron los pies y las manos con vendas, sino que ligaron (ataron) su cuerpo con sábanas (empapadas en aromas). Por otra parte, el empleo de tantos aromas parece un dato que pudiera entrar en contradicción con Marcos 16,1 y Lucas 24,1, que sitúan la unción no la víspera, sino a la mañana siguiente.
No se olvide, por otra parte, que según el A.T. los reyes eran sepultados en huertos (2Re 21,18.26; Neh 3,15-16). «La existencia de este huerto (del que habla Juan) es históricamente posible; por otra parte, su mención puede encerrar una intención simbólica. De acuerdo con el carácter suntuoso del sepelio, ¿evocará a los jardines donde se enterraba a los reyes de Judá?» (X. Léon-Dufour).
De la combinación de los datos que vamos ofreciendo, principalmente de esas alusiones veladas al Cantar, que después se harán más explícitas: la excesiva cantidad de aromas, la posible alusión al salmo 45,9, el hablar de sábanas en vez de vendas, el que se aluda al huerto y al hortelano, nos deja suponer que Juan considera el sepulcro en el huerto como el lecho de un rey.
El simbolismo se acrecienta si consideramos que al muerto se le ponía sobre una mesita o repisa. Si estaban allí los lienzos extendidos cuando se acercan corriendo Pedro y el Discípulo Amado, pudieron imaginar que se trataba de un lecho preparado. La narración está trenzada desde perspectivas teológicas con apoyo real.
María piensa que la piedra quitada es síntoma de robo. Ella iba (en la noche) a buscar a un muerto. No olvidemos que Juan cuando describió el entierro de Jesús nunca habló de losa (19,42). María, como se dirige al sepulcro cuando todavía había tinieblas, no percibe las cosas con claridad.
A continuación se nos dice que salieron Pedro y el otro discípulo. El texto griego no dice salieron, sino «salió». Este verbo, en singular, nos advierte que la decisión de salir fue de Pedro, a quien acompañó el otro discípulo. Son los discípulos más representativos. En el capítulo 21 se nos explicará el sentido de cada uno. Los dos emprenden una carrera hacia el sepulcro. Esto indica que el amor por Jesús es total en ambos. Pero el discípulo que Jesús amaba corre más deprisa y llega antes. Quizás tengamos aquí un simbolismo. ¿Se trata de una carrera material o teológica? ¿No será que llega antes a Jesús aquel que más le ama? Pedro quizás represente la autoridad: la que decide, pero la experiencia la tiene el Discípulo Amado ¿La carrera hacia el sepulcro no será un proceso de fe y de amor?
El discípulo que amaba Jesús y que llega antes observa los lienzos extendidos, empapados en los aromas. Sin duda, piensa que aquello es un lecho preparado. Pero, como consta por el versículo siguiente, no entra, por esperar a Pedro. Esto indica que Pedro tiene una cierta autoridad sobre ese discípulo.
Llega Pedro y contempla los lienzos extendidos, y ve algo más. Pero antes de explicar el objeto de su visión, quiero fijarme en la palabra «siguiéndole». Históricamente hablando este gerundio refleja el hecho de que Pedro va detrás del discípulo amado hacia el sepulcro. Pero este verbo es el que usa Juan para hablar del seguimiento teológico. ¿Pedro, que ha negado a Jesús, tiene ahora que seguir al discípulo que permaneció fiel, y que en este momento hace las veces de Jesús? «En Juan, «seguir» es el término que designa la condición del discípulo» (R.E. Brown).
Pero Pedro ve además que el símbolo de la muerte, el sudario, estás separado del símbolo de las bodas, sábanas. El v. 7 ofrece no pocas dificultades de traducción. Juan dice que le pusieron el sudario sobre su cabeza. De Lázaro dirá, en cambio, que tenía la cara cubierta. Ordinariamente nuestro versículo en cuestión se traduce: «y el sudario plegado en un lugar aparte». Pero en Juan la preposición «en» (eis) siempre tiene sentido dinámico. No se puede traducir por «en», sino por «hacia»: «envuelto hacia un lugar». Algunos, afinando aún más desde la filología, traducen «envolviendo un lugar». Posiblemente estamos ante un gran simbolismo. Curiosamente, Juan en alguna ocasión denomina al templo de Jerusalén el lugar (4,20; 5,13; 11,48). Mi opinión es que Juan quiere decir que el sudario, símbolo de la muerte, está envuelto hacia el templo. La muerte, de la que es símbolo el sudario, amenaza al templo. En tiempo de Juan el templo, destruido con sus moradores dentro y después arrasado, era un cementerio. El sepulcro de Jesús se había convertido en un lecho y el templo en un sepulcro.
Se dice del discípulo amado que creyó, cosa que no se afirma de Pedro. Mi opinión es que Pedro creyó primero y después el discípulo amado creyó también. Otros autores no piensan lo mismo. Si seguimos en la idea de que estos dos discípulos son representativos, observamos que el carismático llega primero (Discípulo Amado), pero necesita la confirmación de la autoridad (Pedro).
Artículo publicado en: http://ocdcastilla.org