Oración para iniciar la jornada
«Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero». «Que tu misericordia me consuele, según la promesa que hiciste a tus fieles. Que me alcance tu compasión y viviré, y mi delicia será cumplir tu voluntad. Amén».
En la Cruz de Ferro dejarás tu piedra, símbolo de todo que te impide ser mejor. Memoriza otra vez lo que quieres dejar para siempre y después déjalo al pie de la cruz. A quien se detiene en los fracasos y desánimos se le paralizan las fibras del alma. Disponiéndote a empezar de nuevo, la paz del corazón y la alegría del Evangelio pueden cambiar tu vida.
Lee atentamente este texto:
El hijo le dijo: «Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.» Pero el Padre dijo a sus siervos: «Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado» (Cfr. Lc 24,13-30).
Para tu reflexión:
Hoy queremos que tengas en cuenta el hecho de ser perdonado y de perdonar. Déjate perdonar por Dios y aprende a perdonar, tanto a los demás, como a ti mismo. Recuerda que no te limpias cuando miras los pecados, sino cuando miras al que te hace bueno. Símbolo Cuando llegues a la Cruz de Ferro, piensa que todos los sufrimientos de los hombres han sido convocados a este inmenso Gólgota que corona el crucero. Cada piedra es una vida puesta a los pies del Señor crucificado y resucitado para que podamos tener una nueva vida. Puedes decir esta oración: «Señor Jesús, no es el mal quien tiene la última palabra pues aquí estás tú, elevado sobre todo, en este eterno Gólgota del sufrimiento del mundo. En tu cruz está crucificado el mal y, por ello, salvado y redimido. Sálvame a mí, pequeña piedra que ruedo por los caminos de la vida. Asume tú mi mal, elévame y atráeme hacia ti, elevado por los siglos». Acércate despacio a la cruz y deposita tus penas, tus pecados, tu sentimiento de culpabilidad a sus pies y déjalo allí. Vete sin darte la vuelta. No mires atrás. Vete gozando de la misericordia.
Actitudes
Busca en tu interior la serenidad y encuentra, en lo más hondo de tu ser, a Dios, que siempre ha estado allí esperándote. Toma un compromiso para tu vida: pide diariamente a Dios: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
Oración
Te alabo, Dios mío, por tu bondad.
¡qué grande ha sido tu compasión conmigo!
Me has hecho oír el gozo y la alegría.
Me has hecho de nuevo como el alfarero al barro.
Afiánzame en este camino.
Ábreme los labios para proclamar tus maravillas.
Amén