«Nada puede acercarnos más a la Belleza, que es Cristo mismo, que el mundo de belleza que la fe ha creado y la luz que resplandece en el rostro de los santos, mediante la cual se vuelve visible su propia luz» (J. Ratzinger).
«No sólo buscamos, encontramos y vivimos la Verdad, que es Cristo, sino que nos sentimos llamados a ofrecerla a la humanidad, para que todo ser humano, hermano nuestro, conozca y viva plenamente la Verdad. Conozca la verdad de Dios, conozca a Cristo, conozca la verdad sobre sí mismo, que sólo desde la fe y desde la vida en Cristo se esclarecen» (Josep Ángel Saiz Meneses – Obispo de Terrassa)
¡Oh cristalina fuente
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
(San Juan de la Cruz, Canción 12).
CRISTO ES BUENA COMPAÑÍA
Por amor a la verdad. Teresa de Jesús, en la mejor línea profética, sale a la plaza pública para gritar las verdades que lleva grabadas en el corazón. No se acobarda ante los argumentos ni ante la categoría social de los adversarios. Nos recuerda a Jesús en tantos pasajes del Evangelio, en los que se enfrenta a la medias verdades, y por tanto la peor mentira, de los fariseos y de los propios discípulos.
¿De qué verdad se trata? No sale a gritar una verdad cualquiera; sale a proclamar una verdad fundamental: La humanidad de Cristo es el centro de toda vida cristiana, es fuente imprescindible de gracia.
No a una oración que prescinde de la humanidad de Cristo. No tiene sentido la vida de oración, en cualquiera de sus etapas, sin la vinculación a la vida, muerte y resurrección de Jesús. Su estilo de vida en libertad, su pasión por el reino, su acercamiento a todos los orillados, su intimidad con el Padre, su entrega crucificada por amor, su presencia resucitada de paz y perdón entre los suyos… todo es necesario para la vida de oración. «Si pierden la guía, que es el buen Jesús, no acertarán el camino» (M VI,7,6).
Fascinada por Cristo. ¿Cómo pueden decirle que prescinda de Jesús si está enamorada de el, si está fascinada por su belleza? «Después que vi la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que en su comparación me pareciese bien» (Vida 37,4). Es lo que expresa el salmo 44: «Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia». Proclama decidida: «A mí no me harán confesar que es buen camino… y mirad que oso decir que no creáis a quien os dijere otra cosa» (M VI,7,5).
¿Dónde estaba el problema? En tiempos de Teresa de Jesús algunos espirituales opinaban que al entrar en la experiencia mística había que dejar de lado el recurso de la humanidad de Jesús, como si éste fuera un obstáculo para entrar en la divinidad. Hoy las tendencias van por parecidos caminos. Hay quienes buscan la experiencia de lo divino a través del vacío y de la ausencia de toda imagen corporal, incluido Jesús hombre.
JESÚS CAMINO, VERDAD Y VIDA
Incorrecta utilización de la Escritura, Uno de los argumentos que esgrimían era la frase evangélica: «Conviene que yo me vaya…, pues si no me voy no podréis recibir el Espíritu» (Jn 16,7). Teresa de Jesús no puede sufrir esto. «Porque el mismo Señor dice que es camino; también dice el Señor que es luz, y que no puede ninguno ir al Padre sino por el; y ¡quien me ve a mí ve a mi Padre’ (Jn 14,6). Dirán que se da otro sentido a estas palabras. Yo no sé esotros sentidos; con éste que siempre siente mi alma ser verdad, me ha ido muy bien» (M VI,7,6).
Jesús, lo más importante. Así se expresa san Pablo: «Todo lo que para mí era ganancia lo consideré perdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por él lo perdí todo y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo» (Flp 3,7-8). Así se explica santa Teresa: «No quiero ningún bien, sino adquirido por quien nos vinieron todos los bienes» (M VI,7,15). Así lo expresa la Iglesia: «Cristo es sacramento universal de salvación» (LG 48), «manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre» (GS 45).
La mística se alimenta de los misterios de Jesús. Algunas pistas para el camino:
- Mientras vivimos en este mundo, necesitamos tratar con Cristo, pensar en El, dejarnos acompañar por su presencia. El es «nuestro bien y remedio» (M VI,7,6). También nos ayuda pensar en la Virgen y en los santos que, siendo como nosotros, «hicieron tan grandes hazañas por Dios» (M VI,7,6). Todos ellos generan belleza en medio del mundo y se convierten en iconos de la gloria de Dios.
- Aunque a veces no podemos meditar en los misterios de Jesús, siempre podremos contemplarlos. «Querrían siempre estar allí y no puede ser» (M VI,7,7). Pero la gracia contemplativa no es permanente.
- Queda siempre espacio para nuestro trabajo. «¿Sería bueno que se estuviera el alma con esa sequedad, esperando fuego del cielo que queme este sacrificio que está haciendo de sí a Dios, como hizo nuestro Padre Elías? No, por cierto, ni es bien esperar milagros. El Señor los hace cuando es servido… Quiere Su Majestad nos ayudemos en todo lo que pudiéremos» (M VI,7,8).
- Podemos representar o traer presente al Señor. «Mirar con una sencilla vista quién es Jesús»(M VI,7,11).
- Todo menos quedarnos embobados. «Cuando no hay encendido el fuego que queda dicho en la voluntad ni se siente la presencia de Dios, es menester que le busquemos; que esto quiere Su Majestad, como lo hacía la Esposa en los Cantares» (M VI,7,9).
- Trabajar por contentar a Dios con los sacramentos. «Lo demás venga cuando el Señor quisiere» (M VI,7,9).
LA VIRGEN MARÍA, MODELO DE AMOR A JESÚS
María es buena compañía para el camino. Para no apartarnos de Jesús, que es luz, camino, guía, verdad y vida, necesitamos la presencia de María. «La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable… Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo» (Rosarium Virginia Mariae, de Juan Pablo II, n.10).
El rostro de Jesús le pertenece. Lo ha acogido por la mirada del corazón en la Anunciación, de adoración y asombro en el Nacimiento; lo ha contemplado con una mirad penetrante hasta leer lo íntimo de Jesús, dolorida bajo la cruz, radiante por la alegría de la Resurrección, ardorosa por la efusión del Espíritu (cf RVM,10).
La respuesta agradecida de Jesús. «Me robaste el corazón, hermana mía, esposa, me robaste el corazón con una mirada tuya» (Cantares 4,9).
El resplandor de la belleza. «El icono de Cristo crucificado… pone como condición que nos dejemos herir junto con él y que creamos en el amor, que puede correr el riesgo de dejar la belleza exterior para anunciar de esta manera la verdad de la Belleza»(J. Ratzinger).
Momento de Oración
PALABRAS A CRISTO, ALEGRÍA DEL MUNDO
«Te felicito, Jesús, Señor mío, porque lo mucho bueno que hay en esta Humanidad es fruto de tu semilla y de tu sangre» (Venancio-Luis Agudo).
«En la colectiva ‘noche oscura’ de la secularización que también a nosotros nos afecta, cultivamos ‘esa segunda ingenuidad’ que nos permite ser hombres y mujeres de este tiempo, críticos, y sin embargo, contemporáneos tuyos en la nueva edad de tu Espíritu» (Álvarez Bolado).
«Me has enamorado y cautivado. No sé vivir sin ti. ¡Tanto me has dado! ¡Y aún busco más! No anhelo sólo tu agua: deseo beber en tu manantial. No anhelo sólo tus umbrales: deseo entrar en Ti. No anhelo solo tus dones: quisiera fundirme, en abrazo eterno y duradero, en Ti, Jesucristo, respuesta y plenitud, Mi Señor, Mi Dios, Mi Salvador» (Raúl Berzoza).
«A través de la historia, muchos han sido felices porque transformaste sus vidas y les regalaste esperanza. Mirándote, otros han recuperado dignidad en sus oprobios y compañía en su marginación. Muchos han entregado con generosidad sus mejores ilusiones en servicio a los demás y a la liberación de los oprimidos. Por ti ha habido mártires por las causas más nobles, santos que han visto tu rostro en el dolor de los débiles, místicos que se han levantado sobre las limitaciones de nuestra contingencia, vírgenes que han descubierto el amor que colmaba sus aspiraciones, misioneros que buscaban como hermanos a los lejanos y distintos, madres que se han desgastado por la felicidad de sus hijos… ¿Cómo podemos dejar de expresar el gozo de estas vidas que han sido una bendición para los demás?» (Eloy Bueno).
«Yo te saludo, Cristo, y te reclamo
donde alumbra el amor de cada hombre.
No he encontrado razón más poderosa
para vivir que amarte sin medida» (Miguel Castillejo Gorráiz).
«Quedéme y olvídeme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado» (San Juan de la Cruz).
¡GLORIA Y HONOR A TI, SEÑOR JESÚS!