Introducción
Hay muchos en la geografía. Seguramente hay alguno cerca de donde tú vives. Suelen ser lugares de belleza, en los que se respira un aire de silencio y de paz. La acogida es una de las cosas que más cuidan sus moradores. Un poco de información nunca viene mal: quiénes son los que viven en él, algunos datos de su historia, el influjo que ha tenido a lo largo de los siglos… Interésate por el horario. Te puede venir bien para compartir la comida o el rezo litúrgico.
Descálzate porque el terreno que pisas es santo
Acércate despacio. No lo veas de forma apresurada, y menos con la prisa del corazón. Recuerda que lo más importante no es lo que encuentres, sino que te encuentres a ti. Saborea cada detalle; deja sobre todo que te brote lo que llevas dentro.
En algún momento busca el silencio y ten alerta el corazón. Calla para poder contemplar. Un rincón de la capilla, la mirada serena a una imagen hecha con gusto y belleza, un paseo reposado por los jardines de los alrededores, una piedra o un tronco para sentarte con calma… pueden ser el precioso lugar que te ayude a estar con Dios.
Te proponemos leer y releer despacio el salmo 41. Hasta que los símbolos te inunden, hasta que también a ti te brote la sed de Dios, quizás dormida durante mucho tiempo. Tómate con calma todo el tiempo que necesites.
Tiempo para orar: Salmo 41
«Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el rostro de Dios?
Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.Tiene sed de Dios del Dios vivo:
¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío».
Tiempo de diálogo
En el monasterio habitan hombres o mujeres que viven para Dios. Así de sencillo, así de impresionante. La razón de su vida es Dios. Dedican su vida gratuitamente para él. Aprovecha para hablar, aunque solo sea unos minutos, con alguno de ellos. No pierdas el tiempo hablando de lo de siempre.
Habla de eso que llevas dentro y que con casi nadie puedes compartir. Escúchales: El agua más limpia mana de los manantiales más profundos. Agradece con una sonrisa cada palabra y cada detalle. Agradece su vida.
Ora con los que están en el monasterio
Haz lo posible por participar en algún momento de oración de la comunidad. Si es posible, que sea la eucaristía. Deja que tu pequeño manantial entre el río de alabanzas de la Iglesia. Une tu corazón al de los hermanos o hermanas. Canta con ellos al Señor.