Adviento: Recrear la esperanza

Nuestra esperanza se llama solidaridad, en acto, en proceso, en espera… Globalizar la esperanza… ir haciendo que todos, sobre todo los excluidos… aquellos que más tienen por esperar puedan esperar razonablemente. La solidaridad globalizada irá haciendo este milagro de «esperanza esperanzadora» (P. Casaldáliga).

¡ADVIENTO!: Una oportunidad para recrear la esperanza

No es fácil la esperanza hoy. Quizás no lo haya sido nunca. Es más visible el temor, la inseguridad, la desconfianza. Pero Jesús se ha metido en nuestra historia y ha sembrado semillas de esperanza en lo más profundo del ser humano. No escuchaste sus pasos silenciosos en la noche? ¿No oíste el latido de su corazón derramando ternura y amor entrañable? ¿No sentiste su Palabra de vida acariciando nuestras penas y levantando nuestra vida?

Atrévete a esperar con Jesús: una humanidad más confiada; una convivencia más humana; un futuro ilusionante.

Acepta el reto del Espíritu y pon en movimiento: una palabra de esperanza; unos signos de justicia; unos gestos de paz.

Sitúate en el mundo como el Padre quiere: con mirada limpia y acogedora, con sentimientos de ternura y compasión, con iniciativas a favor de los excluidos.

Tu oración frecuente:

VEN, ESPÍRITU SANTO. Ayúdame a recorrer este camino de esperanza… VEN, ESPÍRITU SANTO Abre mi corazón a la confianza.

Tu gesto y actitud para el camino: «A ti, Señor, levanto mi alma: Dios mío, en ti confío; los que esperan en ti no quedan defraudados»

Te proponemos cuatro pasos para vivir la ESPERANZA

I.- EN CAMINO DE ESPERANZA Una mirada a los caminos

II.- BROTES DE ESPERANZA Lo nuevo está siempre brotando

III.- ALENTAR LA ESPERANZA Asómate a la vida

IV ANUNCIAR LA ESPERANZA CUMPLIDA

I.- En camino de esperanza

Una mirada a los caminos

Basta una mirada, una simple mirada, para ver caminos y más caminos, llenos de gentes. Llevan sobre las espaldas sus pertenencias más indispensables, a veces un deseo escondido en el corazón. Hay niños y ancianos. Hay también muchos jóvenes. Unos huyen de tantas cosas, otros van en busca de algo grande, todos caminan. ¿Hacia dónde caminan?. Estos son algunos de sus nombres:

  • los emigrantes,
  • los refugiados,
  • los que huyen de las guerras,
  • los peregrinos,
  • los que sueñan y desean dignidad para todos,
  • los que siguen apostando por los derechos humanos,
  • los que miran con confianza la historia,
  • los que viven el presente abiertos a lo nuevo,
  • los que están dispuestos a dar razón de su esperanza a quien lo pida (cf.1Pe 3,14-15),
  • los misioneros y misioneras del Evangelio.
  • Una mirada a tu vida

Tu vida ¿es sedentaria o nómada? Si es sedentaria, ¿por qué tienes la sensación de no moverte?, ¿qué te mantiene tan instalado? Si es nómada, ¿hacia dónde caminas?, ¿cómo caminas?, ¿vas en solitario o te sientes pueblo que camina?

Escucha la Palabra: Romanos 13, 11-14

Escúchala con calma Deja que ella te ilumine Hazle preguntas desde tu vida ¿Qué actividades de las tinieblas tengo que dejar de lado? ¿Cómo anda mi corazón de dureza? ¿Tengo actitudes de indiferencia, de prepotencia? ¿Cómo caminaré tejiendo de luz y confianza las relaciones que tengo con los demás? ¿Cómo trataré a cada persona con respeto, con cariño, con igualdad? ¿Camino dando codazos a los que me rodean y poniéndoles zancadillas? ¿Cómo tengo que actuar para que mi vida, junto a la de muchos, contribuya a abrir horizontes nuevos y se cumpla la promesa de Dios: «los cielos nuevos y tierra nueva en los que habitará la justicia» (2 Pe 3,13)

Oración: Señor, abre mis oídos a tu Palabra. Señor, despierta mi corazón a la esperanza. Tú vienes, vienes siempre a mi encuentro. Tú vienes siempre con amor. Haz que me ponga en camino para recibirte. Te abriré la puerta de mi vida. Nos daremos el abrazo entrañable. Y al oír los pasos de tantos caminantes del mundo, me sentiré hermano de todos y compartiré con ellos mi paz y mi esperanza.

Relato: «En cierta ocasión, una anciana fue en peregrinación a un lejano santuario situado en una montaña, en plena estación de lluvias. De camino, se detuvo en una posada para pedir alojamiento y pasar la noche antes de comenzar el ascenso a la montaña sagrada. «No podrá trepar por el resbaladizo barro de la montaña con este tiempo. Es imposible», le dijo el posadero. «Será muy fácil -contestó la anciana-. Mi corazón lleva años allí. Ahora solo es cuestión de llevar mi cuerpo»».

II.- Brotes de esperanza

Lo nuevo está siempre brotando

Hay mil señales de vida en el mundo. Dios mira cada mañana la creación y la deja vestida de hermosura. Todo esto lo ve quien va por la vida con los ojos abiertos, limpios, y avanza hacia Dios de comienzo en comienzo. «Tu luz nos hace ver la luz». No es fácil, ¡pero es tan hermoso ver el sol! ¡Es tan hermoso creer que lo mejor de la persona está en un futuro más pleno, que el amor pervivirá por encima de heridas y menosprecios! Pero hay también muchos signos de muerte. Y a menudo nos empeñamos en recordar lo de antaño, en pensar en lo antiguo. Dios invita siempre a una mirada contemplativa, envuelta en la sorpresa y en la admiración. «Mirad, que realizó algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?» (Is 43,18-19). ¿Hacemos un ejercicio de limpieza? Sopla las penas fugitivas como sopla el niño la hoja seca. No te agarres a las inquietudes; serás entonces como quien abraza a las espinas. No te detengas en los fracasos y el desánimo, que se te paralizarán las fibras del alma. Los sentimientos negativos no te pertenecen, aunque se te pequen como lapas a las paredes del alma; échalos fuera. Deja a un lado la indiferencia y crea un clima de belleza en el pequeño mundo que te rodea.

Relato

«Un peregrino recorría su camino cuando cierto día pasó ante un hombre que parecía un monje y que estaba sentado en el campo. Cerca de allí, otros hombres trabajaban en un edificio de piedra. – «Pareces un monje», dijo el peregrino. – «Lo soy», respondió el monje. – «¿Quiénes son esos que están trabajando en la abadía?» – «Mis monjes», contestó. «Yo soy el abad». – «Es magnífico -comentó el peregrino-. Es estupendo ver levantar un monasterio». – «Lo estamos derribando», dijo el abad. – «¿Derribándolo? -exclamó el peregrino- ¿Por qué?» – «Para poder ver salir el sol todas las mañanas», respondió el abad».

Lectura bíblica: Isaías 35,1-6.10

Contempla a Jesús caminando con la humanidad. Él es fuente de esperanza para el mundo. Recuerda que el Espíritu, dador de vida y esperanza, ha sido derramado en tu corazón. Ten en cuenta el Padre es fiel a la palabra dada, cumple sus promesas. Deja que te penetre esta corriente de gozo, este himno a la alegría que atraviesa y vivifica todo.

Ora dando gracias por tantos brotes de esperanza

Gracias, Señor, por la veta de espiritualidad encarnada que recorre la Iglesia. Gracias, Señor, por el cosmos y su increíble sinfonía. Gracias, Señor, por cada mujer, ternura de Dios en el mundo. Gracias, Señor, por los que tienen siempre en los labios una palabra de aliento. Gracias, Señor, por todos los que con el diálogo buscan la sintonía. Gracias, Señor, por los gestos de paz que hacen frente a la violencia. Gracias, Señor, por la cercanía siempre fresca de los amigos. Gracias, Señor, por los débiles de la tierra y su contribución impagable a la esperanza. Gracias, Señor, por tantos gestos cotidianos de servicio y gratuidad. Gracias, Señor, por el milagro del agua y del pan, del abrazo y del beso. Gracias, Señor, por el camino de comunión de hombre y mujer, que se asoma en el horizonte.

III.- Alentar la esperanza

Asómate a la vida

¿Dónde anida la esperanza? ¿En qué lugar del corazón humano tiene su casa? ¿Cómo distinguirla en medio de los pueblos? ¿Te la has encontrado dentro de ti? Cuando una brasa está escondida entre cenizas, se retiran éstas, y se sopla sobre la brasa para que brote el fuego. Cuando aparece un hilito de agua en el manantial, se lo guía hacia los árboles para que éstos no se sequen. Pero cuando la esperanza está escondida en el cansancio, en el dolor, en la monotonía, ¿cómo hacerla revivir?

Vete a la fuente

Y fuente son todos los profetas, que retiran de sus labios palabras como angustia, envidia, orgullo, muerte, y alientan con su vida y sus palabras la esperanza. Ellos son futuro. «El porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar» (GS 31)

Y fuente son todas las obras de misericordia que hacen presente al Dios del amor y llenan la oscuridad de luces y el silencio de cantares. Son los milagros de cada día. «Milagro es que los hombres no renuncien a sus valores cuando el sueldo no les alcanza para dar de comer a su familia, milagro es que la persona se detenga ante el abismo del mal, milagro es que el amor permanezca y que todavía corran los ríos cuando hemos talado los árboles de la tierra» (Ernesto Sábato).

Y fuente es el Espíritu, verdadero animador de la fiesta en el corazón de la creación. «Sólo el amor engendra la maravilla, sólo el amor consigue encender lo muerto» (Martí).

Escucha la Palabra, que da vida y alienta tu esperanza: Mateo 11,2-11

También los fuertes se cansan. Juan, el de la voz potente en el desierto, el que se enfrentó con las injusticias, el que habló de fuego abrasador, se ha cansado de luchar. Desde la cárcel se pregunta desconsolado: Y todo ¿para qué? Revive tú alguna experiencia en la que te hayas sentido hondamente desilusionado, en la que te has preguntado: ¿merece la pena seguir? El que alentó a otros en la esperanza, ahora tiene que pedir ayuda. Y se acerca con humildad a Jesús. A ver qué dice el amigo de Dios y de los hombres. ¿Sueles acudir en busca de ayuda cuando el horizonte se pone negro, cuando te crece por dentro del desaliento? Recuerda alguna experiencia. Jesús le abre el corazón. Le ofrece su vida, que es la realización de las promesas. Le ofrece su vida pobre, perseguida también. En ella está apareciendo lo verdaderamente nuevo para la humanidad, porque está ocurriendo algo grande para los pobres. ¿Dejas que la palabra y la actividad de Jesús ilumine tu vida? ¿Dejas que su presencia aliente tu camino? A Juan se le ilumina la cárcel. El aliento y el ánimo, el cariño de Jesús, han atravesado los muros de la injusticia. Se ha hecho presente en la noche, hasta convertirla también en tiempo de salvación. Y en los barrotes dibuja una flor. Nada se ha perdido. Ha merecido la pena llegar hasta ahí. ¿Cómo has salido de las situaciones de oscuridad que has tenido en tu vida? ¿Cómo has resistido en el silencio hasta que lleguen los tiempos nuevos? Haz presentes a todos los que están defraudados y decepcionados. Ponlos ante Jesús. ¿Cómo tendrías que hablar y actuar para ser aliento en desesperanza?

Ora

  • Donde hay desaliento y desconfianza en el futuro: Marana tha. ¡Ven Señor, Jesús! * Donde crecen la intolerancia y la violencia: Marana tha, ¡Ven Señor, Jesús!
  • Donde abunda la injusticia y se margina al débil: Marana tha. ¡Ven Señor, Jesús!
  • Donde no hay pan para comer ni casa para vivir: Marana tha. ¡Ven, Señor, Jesús! * Cuando la llama está a punto de apagarse: Marana tha. ¡Ven, Señor, Jesús!
  • Cuando los buenos se cansan de hacer el bien: Marana tha. ¡Ven, Señor, Jesús!
  • Cuando todo parece quedar en un intento: Marana tha. ¡Ven, Señor, Jesús! *Cuando la soledad no es sonora, ni música el silencio: Marana tha. ¡Ven, Señor, Jesús!
  • Comprométete: «Nunca te canses de hablar del Reino, nunca te canses de hacer el Reino, nunca te canses de discernir el Reino, nunca te canses de acoger el Reino, nunca te canses de esperar el Reino» (Casaldáliga).

IV.- Anunciar la esperanza

¡Cuando llega la alegría!

Toda semilla pasa un tiempo escondida en la tierra, después aparecen los brotes, más tarde irrumpen los fríos que ponen a prueba la planta, pero, como a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer, al final, aparece el fruto. Así pasa con la esperanza. La ilusión de esperar hace que broten pequeños frutos, pero la tardanza en cumplirse lo prometido es una amenaza grande. El que persevera hasta el final ve la salvación, ve a Jesús que nace.

La última palabra la tiene la vida. Ha merecido la pena esperar como el centinela la aurora. «Los cielos ya destilan el rocío; las nubes derraman al Justo; la tierra se abre y brota el Salvador». Lo que ha dicho el Señor se cumplirá (Mateo 1,18-24).

Contempla a José y a María. Esperaron a Jesús con inefable amor de padres. Ahora, en su hogar aparece cumplido el milagro de la esperanza. Recuerda agradecido a tantos hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos, han mantenido viva la llama de la esperanza. Pon tus ojos en el Espíritu. El cumplimiento de la promesa es obra de él. Invócale para que nada se quede en el camino.

Acoge a Jesús, el gran regalo que Dios ha preparado para todos los que tienen amor a su venida. El viene para salvar a base de amor. Si quieres salir al paso de la esperanza de los pueblos y de las gentes, anuncia con tu vida y con tu palabra a Jesús

Canta: La esperanza cumplida en Jesús que nace en Belén te debe llevar a cantar con san Juan de la Cruz este canto de plenitud.

«Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos, y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria; escóndete en ella y goza y alcanzarás las peticiones de tu corazón» (San Juan de la Cruz).

Parábola

«Sucedió en un pequeño y viejo pueblo presidido por un castillo. Nadie se acordaba de él. Pero un día llegó un mensaje del rey informándoles que había recibido noticias de que Dios en persona iba a venir al país y que probablemente pasaría por ese pueblo. Esto trastornó de entusiasmo a las autoridades que mandaron reparar las calles, limpiar las fachadas, construir arcos triunfales, llenar de colgaduras los balcones. Y, sobre todo, nombraron centinela al más noble habitante de la aldea con la misión de vigilar desde lo alto del castillo para avisar a los pobladores de la llegada de Dios. El centinela se pasaba las horas vigilando. Pero fueron pasando los días y Dios no hacía acto de presencia. Los habitantes volvieron a la acostumbrada monotonía y muchos abandonaron el pueblo en busca de tierras más prósperas, Hasta el centinela dormía ya tranquilo, pero seguía firme en su puesto. Un día se dio cuenta de que, con el paso de los años, se había vuelto viejo y que la muerte estaba acercándose. Y no pudo evitar que de su garganta, saliera una especie de grito: «Me he pasado toda la vida esperando la visita de Dios y me voy a morir sin verle». Justamente en ese momento, oyó una voz muy tierna a sus espaldas. Una voz que decía: «¿Pero es que no me conoces?» Entonces el centinela, aunque no veía a nadie, estalló de alegría y dijo: «¡Oh, ya estás aquí! ¿Por qué me has hecho esperar tanto? Y ¿por dónde has venido que yo no te be visto?» Y, aún con mayor dulzura, la voz respondió: «Siempre he estado cerca de ti, a tu lado, más aún: dentro de ti. Has necesitado muchos años para darte cuenta. Pero ahora ya lo sabes. Este es mi secreto: yo estoy siempre con los que me esperan y sólo los que me esperan pueden verme.» El alma del centinela se llenó de alegría, Y viejo y casi muerto, volvió a abrir los ojos y se quedó mirando, amorosamente, al horizonte» (José Luis Martín Descalzo).

Comprométete Anunciar la esperanza es:

  • Hablar con Jesús y hablar de Jesús con tu vida.
  • Vivir tu fe en comunidad. – Disfrutar de la vida.
  • Acompañar desde tu debilidad a los más débiles.
  • Creer en la bondad de un Padre que es todo ternura y amor.
  • Aceptar tus límites y seguir cantando
  • Contemplar a María como mujer donde todas las esperas se cumplen en plenitud. – Dar respuesta desde tus dones a los desafíos que llaman a tu puerta.
  • Unir tu voz a otras voces que gritan el mundo nuevo que Dios quiere.
  • Sembrar gratuidad a tu alrededor.
  • Dejarse sorprender por lo inesperado, por Dios que llega siempre con ropaje nuevo.
  • Querer mucho a la gente.
  • Romper toda frontera y saludar la nueva humanidad que el Espíritu recrea cada noche. Para terminar

Pregúntate, al finalizar este retiro-celebración-oración ¿por qué eres un hombre o una mujer de esperanza?

Y si te ayuda, escríbelo y compártelo con algún amigo en la fe.

«Soy un hombre de esperanza porque creo que Dios es nuevo cada día. Porque creo que Él está creando el mundo en este instante. No lo creó en un pasado lejano y se ha olvidado de él. Lo crea hora: hay que estar dispuestos a esperar lo inesperado de Dios. Los caminos de la providencia son habitualmente sorprendentes. No estamos prisioneros de ningún determinismo, ni de ninguna estadística de los sociólogos. Dios está aquí, a nuestro lado, imprevisible y amante. Por eso nuestra historia es historia de Dios y la historia de Dios es la historia de los hombres. Soy un hombre de esperanza, y no por razones humanas o por optimismo natural, sino simplemente porque creo que el Espíritu Santo actúa en la Iglesia y en el mundo, hasta allá donde es ignorado. Soy un hombre de esperanza porque creo que el Espíritu Santo es siempre Espíritu creador. Cada mañana da, al que lo sabe acoger, una libertad fresca y una nueva provisión de gozo y confianza. Yo creo en las sorpresas del Espíritu Santo. El Concilio fue una, y el Papa Juan XXIII, también. Era algo que no esperábamos. ¿Quién se atrevería a decir que la imaginación y el amor de Dios se han agotado? Esperar es un derecho, no un lujo. Esperar no es sólo soñar. Es el medio para transformar los sueños en realidad. Felices los que tienen la audacia de soñar y de estar dispuestos a pagar un precio a fin de que sus sueños puedan hacerse realidad en la historia de los hombres» CARDENAL SUENENS, 1968

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