Jesús te invita a mirar con atención, a velar. Velar no tiene que ver con la angustia y el miedo a la hora de vivir porque no sabemos el momento de la muerte. No. Velar significa aprender a vivir. Vivir, amar la vida, ayudar a vivir a los demás, esperar en el Dios de la vida. La vida tiene sentido, el que le ha dado Jesús. Entra con alegría en esta aventura apasionante.
Mira con calma la vida, tu vida. ¿Qué es lo que ves? ¿Percibes solo episodios superficiales, desconectados? ¿Sientes que han fracasado las grandes esperanzas y que solo queda vivir al día?
Señor Jesús.
No quiero que la vida me resbale.
Que el misterio solo me roce.
Quiero entrar en tu amor, en tu vida.
Acércate al misterio de la vida descalzo/a; el terreno que pisas es santo. Descubre las huellas de Dios, ésas que no ven los distraídos, y sí los contemplativos. Dios es Presente. La vida es para ilusionados, para los que no se contentan con poco.
Señor Jesús.
Abro mi corazón
para que todo lo humano
tenga eco dentro de mí.
Abro mi corazón a ti,
el Dios sorprendente.
Tu presencia me hace solidario/a
Entra sin miedo en la fiesta de la vida. Abre la puerta de tu vida a los demás; no vivas solo/a. Mira el mundo con la novedad siempre creadora de Dios. Colócate en medio de los demás como quien sirve. Trabaja con tus dones por un mundo nuevo, donde cambie la suerte de los pobres.
Hazme pasar, Señor, del recelo a la confianza.
Del poder al servicio.
Del lamento a la canción.
Del cruzarme de brazos, a unir mis manos
a los que trabajan por sanar, por levantar, por compartir.
De la desilusión a la esperanza.
Del fracaso a las posibilidades.
Del desprecio al cuidado de la vida.