Regina coeli, laetare alleluia!

Regina coeli, laetare, Alleluia:
Quia quem meruisti portare, Alleluia.
Resurrexit sicut dixit, Alleluia.
Ora pro nobis Deum, Alleluia.

Deus, qui per resurrectionem Filii tui, Domini Nostri Iesu Christi, mundum laetificare dignatus es,
praesta quaesumus ut per eius Genitricem Virginem Mariam perpetuae capiamus gaudia vitae.
Per eumdem Christum Dominum Nostrum. Amen.

Reina del cielo, alégrate, ¡aleluya!
porque el que mereciste llevar en tu seno, ¡aleluya!
resucitó como dijo, ¡aleluya!
Ruega a Dios por nosotros, ¡aleluya!
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu! ¡Aleluya!

¡María! Cuando vamos a decirte que te alegres, tú nos alegras;
nos basta mirar tu sonrisa pascual para saber que nos alegras.
Morena por el Sol de la alegría,
nadie estuvo más cerca del sol de la alegría en la mañana de Pascua.
Ni los brotes del cerezo en flor tienen tanta alegría esta mañana.

El llanto del hombre en Dios y en el hombre la alegría.
Desde aquella primera alegría,
del alégrate de Gabriel, hemos llegado a este laetare
Y entre medias, caminos de gozo y cruz.

Reina del cielo

El cielo es una videoteca de inagotables variaciones de luz y de color;
música de otros mundos y movimientos de otros ritmos se reflejan hoy en el cielo.
Los cielos narran la gloria de Dios.
Y la gloria de Dios viste de alegría el firmamento.
Reflejas, María, la perpetua alegría de Dios
que se recrea mirándote y amándote se regocija.
Reflejas la alegría del triunfo del Hijo
que te da parte de su luz nueva en la mañana de Pascua.
Reflejas la gozosa paz del Espíritu
que te llena con su fuego fuerte, hermoso, alegre…
Vemos renacer todas las cosas que hoy son buenas y las llamamos cielo
y te llamamos reina de todo, porque alegrarse es cantar una música callada
¡Qué bien se está aquí!
Hoy nos es fácil contigo enderezar nuestro corazón desviado y descubrir con alegría que todas
las hermosuras y gracias de la tierra son un pequeño cielo donde reinas.
Todas las cosas de la tierra se dejan mirar porque crean amor y manan alegría.

Alégrate, ¡aleluya!

Oh plenitud del tiempo consumado
del seno de Dios Padre en que vivía
ved la Palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.
Nuestro pecado perdonado y lavado en lágrimas
se nos convierte hoy en misericordia.
Todas las pascuas de todos los siglos
no bastarán para festejar a la morena por el Sol de la alegría,
para llenar de gracia a la más agraciada,
a la que estrenó nuestra esperanza.

Porque al que mereciste llevar en tu seno…

Venía apresurada nuestra alegría a felicitarte
y eres tú, María, la causa de las nuestras.
La madre de Dios es mía y mía es hoy su alegría.
María, ven a hacer alegres a los hombres engañados por tristezas desconocidas,
ensombrecidos por amenazas suicidas.
Le llevaste en tu seno y no te lo guardaste, nos lo entregaste y hoy lo has recuperado.
El gozo de tu maternidad se multiplica en el gozo de tu descendencia.
Tu alegría manaba de un manantial anterior a ti, hoy nace de tu interior.
Lo llevaste en tu seno, pero venía de lo eterno
trayendo desde el corazón de Dios la alegría del cielo.
Llena de gracia y llena de Dios, tu seno de bien y gloria lleno,
se ha abierto para nosotros como fuente de alegría. Como cobijo de tristes y refugio de afligidos.
Como casa de los niños pobres.

En ti la cercanía de Dios se aproximó a las alegrías humanas: las de la maternidad, las delicias del hijo niño, las serenas esperanzas de la mujer sencilla, los felices miedos de los novios y las humildes satisfacciones de la madre de familia, el agrado de la esposa del trabajador, la dicha de la sencillez del servicio, todos los gozos y misterios de la vida.

Tu alegría se vivió como disponibilidad y aceptación. Esa es la alegría que reconoció Isabel, ella vio en tu rostro la dicha de hoy anticipada en la dicha de tu embarazo, la dicha de tu seno fecundado. Salto la criatura en mi seno. Supiste de esas alegrías y hoy todas las criaturas saltan de gozo en esta Pascua.

Se alegra mi espíritu, respondiste; y hasta hoy se ha visto desbordar aquel torrente del gozo de la exultación; os anuncio una gran alegría, dijeron los ángeles y al que llevabas en tu seno lo pusiste en la tierra, en el pesebre, en el mundo de los pobres. Esta alegría se culmina hoy: al que mereciste llevar en tu seno le has puesto entre nosotros para que cure la tristeza de la muerte; ya los magos llenos de inmensa alegría (Mt 2,10) vieron una estrella que anunciaba esta luz blanca y dorada de la pascua.

Vuestra tristeza se convertirá en gozo (Jn 16, 19) y como lo dijo, lo hizo, y primero contigo. María, tú andabas entre aquellos que partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría (Hch 2, 46). Tú nos enseñas a celebrar la pascua con los panes ácimos de la sinceridad. Alégrate, María, que como una vidriera has sido atravesada por la luz viva, y ya pareces trasformada en luz que irradia para nosotros estos colores iluminados que deleitan.

Alégrate, porque nos dejas ver a Dios.
Con el canto de tu magníficat de exultación y de alegría aparece en tus labios, oh María, el arcoíris de la misericordia.
Autobiografía de la alegría es tu magníficat y no deja de vibrar su impulso en el corazón de la Iglesia.
Queríamos devolverte hoy el magníficat convertido en aleluya. Tú tienes el soplo vivo que anima en nuestros labios jubilosos el himno que cantamos: aleluya. Lo aprendimos de ti, que eres la cítara del Espíritu Santo, no encontramos otra forma de engrandecer al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Aleluya

… resucitó como dijo

Según su palabra has vivido.
Nadie como tú confío en su palabra con fe pura, con receptividad incondicional,
dejándote llenar de la gracia de sus promesas.
Tu alegría es la música que toca el resucitado al pulsar tu voluntad.
Es el eco de su palabra devuelto como servicio y alabanza.
Tu humildad, al ver su palabra cumplida, queda colmada de alegría
¿Quién dirá lo que sientes oh dichosa alma conociéndote así amada y con tal estimación engrandecida?
Tu alegría canta el paso triunfal y victorioso del mensajero del reino, del portador del evangelio.
Hoy desplegó la fuerza de su brazo, hoy exaltó a los humildes.
Tú has cooperado, reflexiva, libre y amorosamente a su designio. Aleluya

Ruega al Señor por nosotros

que cure nuestra orfandad y soledad;
que aprendamos de ti la sencillez, la humildad. Sonrisa inefable de Cristo victorioso, regala alegría a cuantos comparten tu vida pobre y afanosa.
Alégrate. Aleluya.

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