Y DIOS DIRÁ, QUE ESTÁ SIEMPRE CALLADO
Queridos hermanos y hermanas: ¡FELIZ NAVIDAD!
No estaba el portal preparado, no era la hora, ni estaba previsto, ni al gusto de los peregrinos, pero fue un palacio para la desabrigada noche y se convertiría en hogar improvisado del más hermoso de los nacimientos. Nunca está el portal preparado del todo, ni a nuestro gusto; el portal es siempre la cita improvisada con el abrazo-ahora de Dios a la humanidad. Nos abraza por dentro en el lugar donde nace y renace la vida.
Dicen que los mejores abrazos no los dan los que están más abrigados, protegidos y seguros, sino la gente a la intemperie, los que experimentan el vacío, el desafío y la incertidumbre de la vida. Dicen que el mejor abrazo fue el de Jesús a Juan en la hora más difícil para él en una cena en la que reclinó la cabeza en su pecho. Dicen que el mejor hogar fue aquel de la intemperie y del no sitio en la posada. Dicen que nadie dijo una palabra más acertada y oportuna, como aquella del silencio en la cruz y que no ha habido mejor profecía que la del llanto de aquel niño recién nacido en las afueras de la ciudad y lejos de poder y de cámaras. Dicen que la vida se nos va buscando al Dios que deseamos, que imaginamos y soñamos, mientras Dios imagina siempre poder encontrarse con nosotros en la pobreza que somos y en la inseguridad que nos atraviesa. Dicen que vivimos tiempos inciertos y se nos va la vida señalando a los culpables de nuestras incertidumbres y sospechas y que nos pasa de largo la vida que ya está en nuestras manos recién nacida.
Mientras todo esto dicen yo me pregunto qué dice Dios, en medio de tanta palabra y de tanta profecía, me pregunto qué dice, qué sueña dentro de mí, en esta intemperie e inseguridad de anhelo y deseo ardiente que me habita y en esta fragilidad sin abrigo que percibo en mí y en mis hermanos.
En la noche más oscura de todas las intemperies, se oye de nuevo el Silbo del Pastor que convoca a Vida Nueva. ¿A quiénes? A todos los pastores que viven a cielo abierto, a todos… y ese Silbo es hoy el llanto de un Niño, la desnudez de Dios, la vulnerabilidad de Jesús que abraza sin miedo nuestros miedos y sin recelo, sin juzgarnos, hasta tocar la raíz de alma y cuerpo, y hacernos sentir que somos sus predilectos y que todos somos hermanos suyos.
Estos días en Madrid un coro de lujo con finos instrumentos musicales y numerosa coral interpretaban el gloria de Vivaldi en una iglesia con público también de lujo: mendigos, sin hogar, sin familia, sin trabajo, de distintos países y continentes. Mientras suena la música, unos duermen y otros admiran, y una joven sale al medio del pasillo y danza con Libertad sin miedo. Cuando el coro canta el Noche de Paz se arrima al coro y canta con ellos: «Me habéis hecho sentir alguien» decía emocionada. Ella es pobre de Yahve y de solemnidad, y me ha enseñado cómo debería yo vivir la Navidad. Ella es la mujer del Magnificat en una tierra herida, en un Carmelo peregrino y en éxodo obediente, que quiere perder el miedo a danzar con la libertad de los hijos de Dios.
Ayer me regalaron estos versos de Miguel Hernández de un poema, El Silbo de la Aldea, que invitan a cultivar el romero y la pobreza en espera desasida:
«Lo que haya de venir, aquí lo espero
cultivando el romero y la pobreza.
Aquí de nuevo empieza
el orden, se reanuda
el reposo, por yerros alterado,
mi vida humilde, y por humilde, muda.
Y Dios dirá, que está siempre callado.»
Queridos hermanos y hermanas de la Provincia Ibérica. ¡MUY FELIZ NAVIDAD! para todos, para nuestras comunidades y nuestras familias. Muy feliz Navidad para nuestros hermanos y hermanas de Uruguay, Bolivia y Paraguay, de Burkina, Togo y Costa de Marfil, los hermanos al servicio de otras Provincias y delegaciones. Os deseo de corazón la gracia y La Paz que trae esta Nueva celebración de Navidad. Nos encontramos esta noche junto al portal en silencio sobrecogido y que adora. Gracias por ser con vuestra vida Belén y hogar. ¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo!
Un abrazo fraterno. Fr. Miguel Márquez ocd Provincial