El Resucitado sigue consolándonos con su Presencia y llamándonos a miras altas, a seguirle con todo el corazón; cada uno de nosotros, en nuestra propia vocación. Él nos invita a hacer de nuestra vida un «sí» que nos llene de sentido; un «sí» que sea pleno, convencido y generoso.
Con unas breves palabras, el Evangelio de hoy toca nuestros profundos resortes de intimidad, comunión con Cristo, adhesión y confianza. Pueden ser frases demasiado conocidas, que tengan el peligro de evocarnos imágenes demasiado gastadas; pero la palabra se me dirige de nuevo en este momento de mi historia, en la situación que estoy viviendo, concreta y encarnada. Y he de responder con mi propia decisión, tal y como soy.
Seguimos a Jesús y no queremos echarnos atrás. Que el Evangelio dé solidez a nuestra respuesta y encontremos en Cristo el descanso que tanto anhelamos.
Del Evangelio de san Juan 10,27-30
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos uno».
La imagen del Buen Pastor y la de las ovejas es una de las más queridas y comentadas del Evangelio a lo largo de los siglos. Quizás en nuestra sociedad tecnificada y llena de solicitudes, se pueden perder los matices existenciales a que hace referencia la palabra de hoy. Pero más allá de símbolos o de atmósferas más o menos cercanas a nuestra sensibilidad, hay realidades que no pasan y que hoy nos siguen animando en el camino cristiano:
- Dios me conoce. Quizás yo no me acabo de conocer y de aceptar a mí mismo; tanto da. Pero lo fundante, lo esencial, es que hay un Amor mayor que me conoce y me sostiene. Un Amor para quien soy importante, y que es capaz de interpretar todos mis actos y motivaciones. Alguien que me conoce en lo que realmente soy, y que no me juzga por las apariencias.
- Dios vela por mí. No hay peligro ni situación que me pueda arrebatar de su mano. Incluso cuando querría darle la espalda o buscar caminos errados que me alejen de su presencia, tengo la certeza de que Dios no dejará de buscarme, de abrazarme, de hacerme volver a la comunidad. De escuchar mis porqués más íntimos, que a veces ni yo mismo soy capaz de expresar.
- Puedo escuchar la voz de Dios. A veces es difícil discernirla entre tantos ruidos, pero Él me asegura que seré capaz de oír su llamada, sus inspiraciones. Y de seguirlas. Quizás no siempre me sienta con capacidad, pero el camino es más fácil de lo que parece: Cristo va delante abriendo paso, Él nos protege con su cayado, y nos hace entrar en prados verdes, en donde podremos encontrar en Dios mismo el descanso.
En este domingo, podemos descansar el corazón en la promesa de vida eterna que el Resucitado, como Buen Pastor, nos dirige a todos: «Yo os conozco. Os doy la vida eterna». Disfrutando ya ahora de la compañía de Cristo y de su silbo amoroso, empezamos ya a gustar desde ahora destellos de eternidad.
ORACIÓN
Cristo Resucitado,
Tú eres el Buen Pastor
que guía nuestros pasos
por caminos de plenitud y de Vida.A veces no somos conscientes
de tu solicitud por nosotros,
de todo el cariño y el desvelo
con que sigues nuestras decisiones
y de cómo enderezas nuestras rutas
si se tuercen demasiado.Hoy no quiero ser ajeno
ni a tu voz ni a tu llamada.
No quiero empecinarme ya más
en mis rebeldías y caprichos,
pues tu llamada nos conduce
a un horizonte grande,
abierto, fraterno;
de intimidad y de Reino.Que cuando me sostengas entre tus brazos
no rehúya tu mirada,
sino que te responda con un «sí» fiel y agradecido.
Sé, Señor, que estoy en las mejores manos.
En tus manos.Ana María Díaz, cm