Lectura orante del Evangelio: Lucas 17,5-10
Invito a todos, cada día del próximo mes, a rezar el Rosario por la paz, personalmente, en familia y en comunidad (Papa León).
‘Auméntanos la fe’.
Todos necesitamos orar con esta jaculatoria: ‘Auméntanos la fe’. Sí, Señor, nuestra fe es pequeña, es débil y frágil. Te la ofrecemos así, como es, para que tú la hagas crecer. Lo repetimos ahora en nuestro interior, porque la fe siempre es un regalo: ‘Auméntanos la fe’. Te pedimos, Señor, una fe confiada en el Padre. Te pedimos una fe, que nos ensanche el corazón para acoger el proyecto de Reino. Te pedimos, Señor, una fe que nos aliente para poner el alma en lo que hacemos cada día. ¿Cómo conseguiremos esta fe confesada, celebrada y vivida? La recibiremos de Dios en la oración, que es el respiro de la fe y una relación de confianza con quien sabemos nos ama. La recibiremos de los hermanos y hermanas que comparten generosamente en la Iglesia el don que han recibido. La recibiremos en el rezo del rosario, que es una escuela de oración, una escuela de fe.
Confiamos audazmente en ti, Señor. Y cada día te pedimos: Aumenta nuestra fe. Madre de los creyentes, danos tu fe.
‘Si tuvierais fe como un granito de mostaza’.
Jesús nos invita a mirar la semilla de la mostaza, una semilla pequeñísima, y a aprender de ella. En medio de la realidad de la vida, tantas veces desafiante, podemos saborear cada día encuentros confiados en el Padre, cuyo amor nunca defrauda. La fe es algo muy pequeño que despliega su creatividad desde el corazón y permite crear cosas humanamente imposibles, impensables. Jesús nos invita a mirar la vida sencilla de muchos cristianos que, con una fe guardada como un tesoro en el corazón, mueven montañas y viven un estilo de vida que sólo se explica porque Dios está en medio. Jesús nos invita a mirar nuestra fe, como ese pequeñito impulso del corazón que nos regala Dios con su fidelidad incondicional y que crea en nosotros espacios de ternura donde los pequeños pueden reposar.
Madre de los creyentes, danos tu fe.
‘¿Quién de vosotros le dice (a un criado): ‘Enseguida, ven y ponte a la mesa?’
La fe es un don de Dios, éxodo para caminar más que guarida, amor loco de Dios que espera ser amado, capacidad de ponerse en medio como quien sirve, sin más pretensiones que servir gratuitamente. Por la fe participamos en el modo de servir y de amar de Jesús, que se ciñó y lavó los pies a los discípulos, llevando su amor hasta el extremo. El servicio gratuito a los hermanos, empezando por los más cercanos, ‘obras quiere el Señor’ (Santa Teresa), es la manifestación de nuestra fe.
Señor, danos fortaleza para cumplir lo que nos mandas, y mándanos lo que quieras.
‘Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer’.
Todo es gracia, todo viene de la mano generosa de Dios, y amar (servir) es la mejor expresión de la fe. Damos gloria a Dios cuando hacemos de nuestra vida un planteamiento de gracia, sin arrogarnos méritos, con la frescura y el atractivo del Evangelio. Damos gloria a Dios cuando, con los ojos fijos en Jesús, nos ponemos cada día a servir.
Gracias, Señor Jesús.
Con el Rosario en las manos y en el corazón. Desde el CIPE – octubre 2025