Pautas para orar la Eucaristía

UNA INVITACIÓN DEL SEÑOR:

Nos ha invitado a salir de casa, de las cosas, de nosotros mismos. Y ponernos en camino para reunirnos como pueblo y asistir asombrados a la entrega de amor de Jesús. El sacerdote entra en la asamblea para recordarnos que la fiesta viene de otra parte; la Eucaristía es un regalo del Señor. No nos ponemos ante Dios como extraños, sino dentro del misterio. Toda oración, también la Eucaristía, es darle a Dios espacio para que nos ame.

ACOGIDA:

Una acogida de forma incondicional hace presente el amor incondicional de Dios. Abrirnos unos a otros es el camino para abrirnos a Dios. Sabernos amados, acogidos, da cimiento a nuestros pies. La acogida es algo consustancial al ser humano. El hombre y la mujer son seres en relación, viven en comunicación; es más, se engendran en la acogida mutua. La acogida saca a la luz la intimidad, lo más creativo que llevamos dentro las personas. Acogernos unos a otros nos abre y prepara para acoger el Amor de Jesús Eucaristía.

LA SEÑAL DE LA CRUZ:

En el nombre del Padre… Me llevo la mano a la frente. Quiero poner a Dios en todos mis sueños Quiero grabar a Dios en todas mis ideas. Quiero que la mano de Dios toque todos mis pensamientos. Quiero que la imagen de Dios florezca en mi cerebro, para poder inventar otros modos de amar, otros modos de saludar.

En el nombre del Hijo… Me llevo la mano al corazón. Quiero hablarle a Dios, cantarle, con todas mis palabras de amor. Quiero plantar a Dios en todos los jardines de mi ternura. Quiero que el deseo de Dios florezca en mi corazón. Quiero que Cristo cure mis heridas y brote la felicidad por la que he sido creada.

En el nombre del Espíritu Santo… Mi mano pasa de un hombro a otro. Quiero llevar a Dios a todo mi ser. Quiero revestirme de Dios de arriba abajo, de izquierda a derecha. Quiero ser una inmensa ventana, abierta de par en par, abierta al cielo y a mis hermanos. Quiero abrir mi vida a los pobres, a los que tienen el corazón de piedra, a los que se sienten solos, a todo lo olvidado de la tierra.

SEDE, AMBÓN, ALTAR:

Son tres lugares llenos de significado. Significan las tres funciones de Cabeza, Profeta y Sacerdote, propias de Cristo, a quien el celebrante representa.

  • LA MESA: Con un sitio para cada persona, sentadas al mismo nivel, una al lado de la otra, como entre iguales, una frente a la otra, porque todas son diferentes, para dar y recibir.
  • EL MANTEL: Para hacer de la mesa cotidiana un espacio de fiesta, donde todos puedan gozar de la dicha de ser «hijos».
  • FLORES:Para hacer memoria de lo gratuito, de lo diferente, de la variedad de colores, que tiene la creatividad para sembrar el amor cada día.
  • VELAS:Luces para desafiar a la noche y velar hasta el alba, para ahuyentar los miedos, para transfigurar los rostros.

EL PERDÓN:

Es el más bello momento del amor. Jesús está de forma permanente reconciliándonos con el Padre y nos invita a ejercer el ministerio de la reconciliación unos con otros. Al abrir nuestras heridas al amor, Dios entra colmo misericordia en nuestras pobrezas y nos da fortaleza para perdonar.

EL CANTO:

La Eucaristía invita al pueblo a cantar. Cantar el gozo del encuentro, de estar juntos y con Dios, cantar la oración, cantar la fe, cantar el perdón, el agradecimiento, cantar la Eucaristía.

LA PALABRA:

Tenemos delante el icono de María, mujer abierta a la Palabra, que se deja hacer por la Palabra. Silencio para escuchar la Palabra y silencio para guardar la Palabra en el corazón, recordándola, recorriendo con ella nuestras zonas muertas, devolviéndosela a Dios en oración, dándole en la vida de cada día el verdadero abrazo.

ALELUYA:

Es el canto que expresa el triunfo. Hemos triunfado en Jesús. A pesar de todo. La última palabra no la tiene la muerte sino la vida. La Vida venció a la muerte.

LA ORACIÓN UNIVERSAL:

La oración abre sus puertas de par en par. Nadie debe ser olvidado. Nadie ha de ser dejado en su soledad y en sus pobrezas. La oración universal es la que abraza toda necesidad humana con el amor, para que de todo límite brote una bienaventuranza y una acción profética. La comunidad expresa aquí su corazón universal, católico, abierto a todos.

OFRENDA:

El pan y el vino que llevamos a la Eucaristía es el trabajo y la fatiga, la alegría y la tristeza, la felicidad y las aflicciones, los llantos y las risas. Pan: Se necesita pan para partir y repartir, a fin de que en esta mesa de entrega de la vida todos puedan comer y vivir. Vino: Se necesita vino que todos puedan beber de la sangre de Jesús que inaugura la alianza de Dios con todos los seres humanos.

EL PREFACIO:

Es la apertura del libro. Es la puerta por la que entramos a la plegaria eucarística. Abrir las manos y levantar el corazón es una invitación a sacar los corazones de su escondrijo.

CONSAGRACIÓN:

Tiempo para contemplar el amor loco de la Trinidad que se entrega por todos. Tiempo para aprender a amar. Tiempo para adorar en silencio.

HACED ESTO EN MEMORIA MÍA:

Hacer memoria es hacer presente a Jesús. No sólo acordarse de Jesús, sino hacerle presente, vivo. La Eucaristía es siempre el amor de Jesús que se parte y se reparte, que se hace siervo, que lava los pies.

EL AMÉN:

Pronunciado por la asamblea al finalizar la plegaria eucaristía es como un aplauso estruendoso que le damos a Dios. Es nuestro deseo de continuar en comunión con Él por los caminos de la vida. Es nuestra fortaleza para caminar por las arenas movedizas de este mundo con la seguridad de un niño en los brazos de su mamá. Es nuestro sí, el sí de todos nosotros. Estamos de acuerdo, de corazón, contigo. Nos gusta y alegra tu salvación. Amén.

PADRENUESTRO:

Es la oración de los que ya no viven por sí mismos ni para sí mismos. Es la oración de los hijos/as y de los hermanos/as. Es la oración del proyecto del Reino llevado a cabo entre todos, con la ayuda del Espíritu.

EL GESTO DE LA PAZ:

De la presencia de Jesús en medio de la comunidad brota el gesto y la tarea de la paz.

COMUNIÓN:

Comulgar no es sólo estar a solas con Jesús. Es también ir al encuentro de los hermanos. Jesús nunca viene solo. Viene acompañado de una multitud. Cuando comulgo llevo a Dios en mí; pero, además, me hago responsable de mis hermanos/as. Comulgar es decidirse a cambiar las cosas, a recrear cada día la nueva civilización del amor.

ENVÍO:

La Eucaristía es un envío por parte del Señor y de la comunidad para comunicar la Buena Nueva del amor de Dios. Dios marcha por delante. Viene con nosotros. Nos acompaña su bendición amorosa. La mejor manera de hacer el camino es ir juntos y con alegría, con una tarea profética entre las manos, enviados a los últimos.

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