Actitud:
Ante el Padre, que tiene un plan de salvación para todos, nos acercamos con el oído abierto, dispuestos a escuchar. Como en María, la escucha precede al Sí. No nos podemos poner en camino, sin antes haber abierto nuestro corazón para descubrir lo que nos quiere decir nuestro Padre. «Considera, primero, lo que te pide Dios, y él te dará, después, lo que pide tu corazón» (Juan de la Cruz).
Palabra:
«Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (T moteo 2,34). «Dijo María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lucas 1,38).
Comentario:
La escucha de la Palabra es fundamental para todo discípulo. La Iglesia, siguiendo a Jesús que tiene el oído abierto para escuchar la voluntad del Padre, y a ejemplo de María, que se hace silencio y acogida de la Palabra para convertirla en gracia derramada sobre el mundo, es la comunidad que está siempre a la escucha, para poder ser después comunidad de servicio y de amor. Para Jesús el proyecto bonito del Padre, hacer de todos los hombres una gran familia de hermanos, es su alimento y su alegría. Y pone toda su vida al servicio de ese plan.
A veces el proyecto de Dios puede ser duro y difícil de entender por parte nuestra. Son esos momentos en los que parece que Dios nos deja solos y se contradice con lo que nos ha dicho en otros momentos. Jesús pasó por ello. Y pudo decir ante la Cruz «Padre en tus manos encomiendo mi espíritu», sudando goterones de sangre, porque había entrado y vivía de forma permanente en el océano de bondad y amor del Padre.
Vivir al estilo de Jesús es ofrecernos a Dios, darle nuestro granito de trigo ante su mano sorprendida mente tendida cual si fuera un pobre que nos necesita, hacer nuestro lo de Dios, abandonarnos confiadamente en sus manos.
Pero sin olvidar que, al igual que le pasó a Jesús, una vida que dice sí al plan del Padre puede molestar a los que no quieren que la humanidad sea una familia, ni que brote la paz entre los pueblos -puede peligrar el negocio de las armas-, ni que los pobres tengan acceso a las riquezas compartidas, y todo ello puede desencadenar la persecución.
Oración: Padre: me pongo en tus manos. Haz de mi lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo, con tal que tu plan vaya adelante en toda la humanidad y en mí. Ilumina mi vida con la luz de Jesús. No vino a ser servido, vino a servir. Que mi vida sea como la de él: servir. Grano de trigo que muere en el surco deI mundo. Que sea así de verdad, Padre. Te confío mi vida. Te la doy con todo el amor de que soy capaz. Me pongo en tus manos, sin reservas, con una confianza absoluta porque tú eres… mi Padre (Foucauld).
Compromiso:
Recuerda ante Jesús todo lo que más te cuesta en tu vida de cristiano y di después de cada cosa: Hágase tu voluntad.