Actitud:
Al acercarnos hoy a Dios, dejamos por unos momentos de lado los temas personales o más cercanos a nosotros, que nos ocupan y a veces nos preocupan, para entrar en un horizonte más universal, donde el Padre quiere sembrar su reino. El Padre quiere para todos nosotros un nuevo modo de convivir, el que brota deL conocimiento de Dios y de seguir sus caminos, y se traduce en arados forjados de las espadas, en podaderas de las lanzas, o en campos de trigo y arroz para saciar el hambre de los campos de minas.
Palabra:
«¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas. ¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo» (Lucas 13,18?21).
Comentario:
Jesús no sólo habla de Dios, sino de un Padre que se interesa por todo lo nuestro, que quiere quedarse entre nosotros, que quiere hacer de nosotros su Reino. La meta de Dios no es Dios a solas, sino un Padre que sea todo en todos. Jesús anuncia el Reino con sus palabras y con su vida. Todo lo de Jesús habla del Reino. Y todo lo nuestro, mirado por Jesús, se convierte en parábola para el Reino: la mostaza, la levadura, los niños, la mujer, el pan, el vino, el dolor, la libertad, la confianza de las personas para romper todas las muletas y abrirse confiadamente a la vida.
Los llamados por Jesús para colaborar en su Reino no lo hacen sólo de una forma externa, sino desde la hondura de su entraña personal, como amigos que se van enriqueciendo mientras hablan. El reino ya está actuando. A veces no se le descubre porque no se impone por la fuerza, el dinero o los influjos materiales, sino que va abriéndose paso lentamente en medio de las dificultades.
Otras veces queremos atraparlo y que sea el Reino de unos pocos, los privilegiados, los buenos, pero se nos escapa de las manos, porque el Reino es universal, aunque externamente sea una obra pequeña.
Otras veces queremos identificarlo con algo de lo ya logrado, pero Jesús nos recuerda que el Reino en plenitud se desvelará al final de los tiempos. El reino no sólo son valores muy importantes y muy necesarios para nuestro mundo, como la paz y la justicia, la bondad y la solidaridad, sino que es Dios mismo haciéndose presente entre nosotros. De esto hay que tener hambre y sed, más allá de los pequeños intereses o ambiciones personales.
Oración:
Jesús, no tienes manos. Tienes sólo nuestras manos para construir un mundo donde habite la justicia. Jesús, no tienes pies. Tienes sólo nuestros pies para poner en marcha la libertad y el amor. Jesús, no tienes labios. Tienes sólo nuestros labios para anunciar por el mundo la Buena Noticia a los pobres. Jesús, nosotros somos tu Evangelio, el único Evangelio que la gente puede leer, si nuestras vidas son obras y palabras eficaces.
Compromiso: Testimoniar personal, comunitaria e institucionalmente una vida de austeridad y sencillez, que valore el compartir vida y bienes y que, arraigada en los sacramentos y en la oración solidaria, lleve al compromiso por extender el Reino del Padre.