Oh María,
Señora nuestra de los Dolores,
Tú eres la Madre de todos los que,
sin fuerzas y heridos por la desgracia,
siguen el largo vía crucis de un ser querido.
¿Hay dolor que se pueda comparar
a tu dolor y al de ellos?
De pie, con el corazón traspasado,
a los pies del Crucificado,
tú eres la Madre
que envuelve con su presencia maternal
el sufrimiento de todos los que lloran
a un ser querido ya muerto
o que se les está muriendo.
Oh María,
Señora nuestra de la Confianza,
tú que eres la Madre de todos los que caminan
en medio de las oscuridades de la fe.
enséñales a guardarlo todo en su corazón,
a meditar y ahondar en todos sus «porqués»
y a tener confianza en el futuro de Dios,
nuestro Padre.
Oh María,
Señora nuestra de la Resurrección,
tú eres la Madre de todas nuestras esperanzas,
tú eres la estrella radiante
de un pueblo en camino hacia Dios,
la imagen luminosa
de nuestra humanidad transfigurada,
el logro sublime de la creación
que Dios ha hecho para la eternidad.
Ayúdanos a creer
que más allá de las tinieblas de nuestras cruces,
nuestros difuntos se han levantado vivos
en la Cruz de Cristo resucitado, tu Hijo…
Y ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestro nacimiento.