¿Cómo acercarnos?
A veces hacemos muchas cosas por los demás, pero esto no les hace felices. A ellos porque en ocasiones nuestras acciones los humillan; a nosotros, porque nos crece el orgullo de creernos mejores. ¿No será otro el modo de relacionarnos con los demás? ¿No habrá que mirar más a cada uno, descubrir lo que llevan de vida, de Dios, de don? Decía San Vicente de Paul: «Recuerda que te será necesario mucho amor para que los pobres te perdonan el pan que les llevas».
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No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños.
¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?
Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.
¿Cómo orarlo?
- No mires tanto lo que tú haces por los demás cuanto lo que los demás hacen por ti.
- No mires tanto lo que tú haces por Dios, cuanto lo que Dios hace por ti.
- Alimenta tu vida con las acciones de Dios y con los gestos de cariño de los demás y deja que te brote a borbotones la acción de gracias.
- Agradece la creación, agradece la vida, agradece el bautismo, la eucaristía, el perdón.
¿Cómo vivirlo?
- Jesús miraba resaltando lo que de nuevo, original y único llevaba cada persona, porque cada uno somos una obra maestra de Dios. «¿Rezar a Dios? Sí, cada noche, contesta el pequeño. ¿Y qué le pides? Nada.
- Le pregunto si puedo ayudarle en algo». Descubrir que todos somos necesarios en este caminar, llena de alegría el corazón y nos hace sentirnos a todos como una familia enviada a construir un mundo mejor. Recordamos que «un corazón solitario no es un corazón» (Machado).