Señor, ábreme los labios…

FIESTA DE FRANCISCO PALAU – 7 NOVIEMBRE

Cada mañana, al despertar, sobre todo en las grandes ciudades, los ojos contemplativos descubren “muchedumbres solitarias” que se cruzan y entremezclan al compás desenfrenado y silencioso de la masa. Es el imperio del ruido, del activismo y de la evasión… Es la jungla de la competitividad, de la lucha por la supervivencia y el culto a la eficacia…

SEÑOR. ABREME LOS LABIOS…

Y si la invocación matinal es sincera, como sin duda lo es, el Señor nos abre no sólo los labios, sino los ojos, las manos y el corazón. Y entonces caemos en la cuenta de que es urgente añadir nuevas estrofas al cántico de las criaturas de San Francisco, al cántico espiritual de San Juan de la Cruz y a los Salmos que cada día rezamos. Nuevas estrofas de alabanza a Dios hecha petición intercesora:

Por el hermano alcohólico y el hermano drogadicto, atrapados entre la lucha y el deseo. Por la hermana prostituta que, tal vez, suspira por otra forma de vivir. Por el anciano, solo en su buhardilla o quizá más solo todavía en la limpia sala de su Residencia. Por los enfermos crónicos y minusválidos, por los hermanos sin trabajo, por el hermano extranjero, privado incluso de su identidad. Por los colectivos gitanos, reducidos a ciudadanos de “otra” categoría.

Por el hermano desarraigado, el preso, el enfermo de SIDA, el delincuente… Por tantos y tantos hermanos hartos hasta el empacho de tristeza y soledad.

Realmente, para quien, cada mañana, intenta creer comprometidamente en el Evangelio, no le resulta imprescindible mirar al firmamento estrellado, ni tocar el agua que es “útil, pura, casta y humilde”, ni extasiarse escuchando “la música callada y la soledad sonora” para descubrir el rostro entrañable de Dios.

La gran ciudad, lugar frecuente de tristeza y tragedia humana, es también lugar privilegiado de encuentro PERMANENTE con Él.

SEÑOR. ABREME LOS LABIOS…

Y nuestro mirar contemplativo se convertirá en gesto misionero y se nos hará connatural el compromiso por la justicia y por todos aquellos que viven en las condiciones más precarias y difíciles.

El mundo se deshumaniza por la pasión de “tener y consumir”. Millones de hombres son sacrificados implacablemente al sistema… Qué lejano se vislumbra esa sociedad nueva y fraterna soñada por Jesús. Y el reto surge espontáneo, vestido con tonos de CARISMA:

Desde el YO personal más profundo y desde el NOSOTROS más comunitario, estamos llamados a luchar por construir una ciudad de HERMANOS en la que lo suficiente sea para TODOS, en la que se rechace con espontaneidad lo superfluo y en la que se viva agradecido y feliz con lo necesario. ¿Qué otra cosa es sino, creer que TODOS formamos un solo Cuerpo unido a su Cabeza y que con El y los hermanos nos llamamos y somos CRISTO TOTAL?.

Esto cambiaría la tonalidad del PAISAJE humano al que estamos tristemente acostumbrados. Porque la ciudad necesita, tanto o más que parques y jardines, espacios verdes para la escucha, la convivencia, la personalización y la solidaridad… ¡Y DIOS EN MEDIO!

Nuestros pueblos, a caballo entre la religiosidad y la fe, y nuestras ciudades, con el sello cultural de su increencia, necesitan con urgencia un soplo de aire fresco y renovador.

Qué bueno sería que a fuerza de asimilar el espíritu de Francisco Palau, nuestros espacios comunitarios fueran convirtiéndose en espacios ecológicos para la humanización y para el espíritu: Inmejorable aportación, de la mano del Carisma, para esta Europa nuestra tan egoistona, anciana y fatigada.

En la Fiesta del P. Palau: SEÑOR… ABRENOS LOS LABIOS!!!

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