Pistas para un Camino De Amor en el Adviento a partir de la Oración de Alma Enamorada de San Juan De La Cruz
- Invoca al Señor con verdad. ¡Señor Dios, amado mío!
- Tu punto de partida ha de ser siempre tu necesidad más profunda, lo que siempre andas pidiendo y deseando. Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos.
- Tanto como lo que esperas tú del Señor, espera Él de ti. ¿Qué puede esperar de ti? ¿Qué obras piensas que puede esperar el Señor de ti: obras, actitudes, palabras? Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?
- Parece que el Señor no espera tanto tus obras como algo diferente, ¿algo como qué? ¿Qué otra cosa puede esperar Él de ti?
- ¿Por qué te tardas? ¿Por qué piensas que el Señor se demora y no llega con lo que esperas? Repítele muchas veces: ¿por qué te tardas? Observa que el te tardas habla de su persona, te tardas Tú, no tus dones o tus palabras Tú eres quien me importa. Tú te tardas.
- No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás, si yo espero. Nuestra esperanza condiciona su llegada. Si tú esperas, Él no tarda si tú esperas, Él no se demora. Nuestra esperanza le afecta. Nuestro deseo le condiciona, nuestra desidia le retrasa: Con vuestra conducta santa y piadosa esperad y apresurad la venida del Señor (2Pd 3,12).
- ¿Con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón? Desde luego, quiere decir ahora, inmediatamente, desde este mismo momento. Con el amor puedes activar siempre la esperanza. No tienes disculpa para dilaciones o demoras, ni tienes excusas, en este mismo instante puedes amar. Aunque no puedas hacer ninguna otra cosa, para eso no estás impedido. Aunque te paralicen todas las impotencias y debilidades, todas las minusvalías y todas las trabas internas y externas, una cosa puedes hacer: amar ahora. Dedícate a ello, ponte a la tarea. Tu corazón no está imposibilitado, tu corazón siempre está libre para ese trabajo.
- La esperanza tiene que pasar por la conciencia de haberlo recibido todo ya: De que nada te falta en Cristo, de que su primicia te permite esperarlo todo y en algún modo; como se disfrutan los aperitivos o como se tienen las arras, ya posees el germen, lo que era tu necesidad, lo que le andabas pidiendo año tras año, día tras día. Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí.
- Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Pides, buscas, esperas algo que no esté contenido en esos bienes. No te bastan estos dones, estas posesiones. Disfrútalas primero y después pide otros, si es que te parecen poco, o te sientes algo frustrado por estas riquezas.
- Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre. Que tu esperanza se dirija a lo más que se te ha prometido, no a migajas que no van a saciar tu hambre ni tu sed.
- Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón. Sal fuera de tus deseos de corto alcance, sal de tu círculo de cortas expectativas a medio plazo y sin impulso, sal de tu corto plazo y de tu corto alcance. No reduzcas aún más el tamaño de tus esperanzas. Da alas a tu esperanza, porque esperanza de cielo tanto alcanza cuanto espera.
CIPE