2. Vocación y misión de la mujer

EL CONSTITUTIVO FORMAL ÍNTIMO DEL ALMA FEMENINA ES EL AMOR

El quinto volumen de las Obras de Edith Stein recoge una serie de escritos pedagógicos cuyo título es “LA MUJER”. Este tema lo profundizó y lo difundió junto con los problemas educativos de su momento histórico. Su interés por todo lo relativo a la mujer aparece en ella desde que era estudiante de bachiller en Breslau (1908-1911), donde simpatizó con los movimientos que luchaban por los derechos legítimos de la mujer.

Más tarde en la Universidad de su ciudad natal se hizo miembro de la “Asociación prusiana para el sufragio de las mujeres”. Entre los años 1928-1933 dio una serie de Conferencias sobre la mujer. Su experiencia como profesora de un colegio femenino en Santa Magdalena de Espira, y en el Instituto Científico de Pedagogía de Münster la llevó a insistir en el tema de la educación femenina. En el campo científico es una de las pioneras del estudio de la psicología femenina. Explicó cómo en la formación de la joven en la femineidad genuina exige el fundamento religioso, porque se trata de una necesidad enraizada en la esencia de la mujer.

Como filósofa y pedagoga declaró que cada persona humana tiene un valor en sí, que la mujer puede ejercer cualquier profesión porque su misión fundamental es la de humanizar a la sociedad, poner de manifiesto que la vida humana está por encima de cualquier tarea técnica, científica, política.

Basaba sus enseñanzas en una antropología cristiana, en la necesidad de abrirse a la gracia divina mediante una fe viva, en ir tomando conciencia y desarrollando la especificidad masculina y femenina tal y como fue creada por Dios y en mirar a María, la mujer nueva, que vivió su vocación-misión en entrega total de amor.

“¿Existe una vocación profesional natural de la mujer, y qué actitud anímica exige? Sólo a quien el acalorado apasionamiento de la disputa le ha cegado los ojos puede negar el hecho evidente de que el cuerpo y el alma de la mujer están hechos para una finalidad especial. Y la palabra clara e irrefutable de la Escritura expresa lo que desde el comienzo del mundo enseña la experiencia cotidiana: que la mujer está configurada para ser compañera del hombre y madre de seres humanos. Para eso está dispuesto el cuerpo, al cual corresponde su especificidad anímica…” “Ahora queremos diseñar muy brevemente la actitud espiritual típicamente femenina…

El modo de pensar de la mujer y sus intereses están orientados a lo personal vital, y a la totalidad. Proteger, custodiar y tutelar, nutrir y hacer crecer: he ahí su deseo natural, puramente materno… Su modo de conocimiento natural no es tanto analítico-conceptual cuanto intuitivo y consumador orientado hacia lo concreto… Le es natural a la mujer, y es capaz de penetrar empática y reflexivamente en ámbitos que a ella de suyo le quedan lejos y de los cuales jamás se hubiera preocupado si no hubiese puesto en juego al respecto un interés por una persona.”

“No existe ninguna profesión que no pueda ser llevada a cabo por una mujer… Por principio la mujer puede orientar la disposición individual hacia cualquier campo profesional, incluso a aquellos que de suyo distan de la especificidad femenina. En tales casos no se hablará de una vocación profesional femenina. Pero, si se desea hablar de éstas en el sentido pleno del término, debería tratarse de vocaciones profesionales cuyas tareas específicas remitan a la especificidad femenina, es decir, a todas las vocaciones profesionales en las que se trata de asistencia, educación, amparo, comprensión empatizadora; en consecuencia, a la vocación profesional de la médico y de la enfermera, de la docente y de la educadora, de la gobernanta doméstica, toda la serie de modernas vocaciones profesionales sociales; en el campo científico, las ramas que tienen que ver con la personalidad concreta y viviente, por ejemplo, en las ciencias del espíritu; y en los trabajos que presentan un carácter de auxilio y de servicio, como traducción y edición; eventualmente también en la dirección comprensiva de los trabajos de otros. Está claro que para todo esto resulta exigible en sustancia la misma actitud anímica de esposa y madre, sólo que ampliada a un círculo de acción más amplio y, sobre todo, a un círculo de personas cambiantes, y por ello muy desvinculado del vínculo vital del parentesco de sangre, y más afincado en lo espiritual…”

“Una verdadera vocación profesional femenina es aquella vocación profesional en la que el alma femenina expresa su ser, y que puede ser configurada a través del alma femenina. El constitutivo formal íntimo del alma femenina es el amor; tal como brota del corazón divino. El alma femenina entra en este principio formal permaneciendo en la más estrecha unión al corazón divino en una vida eucarística y litúrgica…” “Una colaboración sana de los sexos en la vida vocacional profesional sólo será posible cuando las dos partes sean conscientes de su especificidad con serena objetividad y extraigan de ahí las consecuencias prácticas. Dios creó al ser humano como hombre y como mujer; y a ambos según su imagen. Sólo cuando se desarrolle plenamente la especificidad masculina y la femenina se alcanzará la máxima similitud posible respecto de Dios y la más profunda compenetración de toda la vida terrenal con la vida divina.” Conferencia dictada por Edith Stein a la Asociación Académica Católica en Salzburgo el 1 de septiembre de 1930.

(El “ethos” de las profesiones femeninas).

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿ Tienes conciencia de la vocación a ser mujer que Dios te regaló al llamarte a la vida?
  • La especificidad femenina está configurada para ser compañera del hombre y madre de los hombres. ¿Cómo integro y expreso en mi vida esta particular vocación?
  • ¿María, la mujer nueva del Reino, dice algo a mi vida?

Edith Stein, “La Mujer”, su papel según la naturaleza y la gracia, Ed. Palabra, Madrid 1998.

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