Teresa de Jesús, que vivió intensamente la Navidad, nos invita a nosotros a vivirla con agradecimiento.
Navidad: Tiempo para el asombro
Teresa de Jesús vivió asombrada. ¿Acaso se puede vivir de otra manera la fe? El don de Dios, en el misterio de su humanidad, la dejó «espantada», como ella decía. La oración interior fue su manera de responder al milagro de la Presencia: «En lo muy muy interior siente en sí esta divina compañía» (7 Moradas 1,7). En estos días de Navidad, Teresa de Jesús nos invita a mirar asombrados «el amor que nos tiene Jesús… porque de tal manera ha querido juntarse con nosotros, que ya no se quiere apartar» (7M 2,3). La atención amorosa al Niño Dios abre en nosotros caminos a la ternura.
Navidad: Fiesta de la Palabra
El «hágase» de María y el silencio de San José enseñaron a Teresa de Jesús a vivir abierta a la acción de la Palabra. No nos hacemos nosotros, es Dios quien nos hace: «Las palabras del Señor son hechas como obras en nosotros» (7M 2,7). La Palabra nos «hace una cosa con Jesús… ¡No sé qué mayor amor puede ser que éste!» (7M 2,7). La Navidad es un tiempo para descubrir «el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con nosotros y andarnos rogando que nos estemos con Él» (7M 3,9). ¡Qué bien lo dice el Papa Francisco!: «La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien un poco de silencio para oír la voz del Amor».
Navidad: El milagro de los imposibles
Lo que escuchó María: «Para Dios nada es imposible», fue, para Teresa de Jesús, la fuerza que la empujó a realizar los sueños de Dios, desafiando las dificultades. Le decían que la vida nueva que quería vivir era «un disparate» (V 32,14), que las mujeres «no han menester esas delicadeces» (Camino 21,2), pero Jesús había juntado su debilidad con su poder, había engrandecido su nada. A nosotros, tentados tan a menudo por el desaliento, nos conviene escuchar el coraje de Teresa de Jesús: «Digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, murmure quien murmurare» (C 21,2).
Navidad: La alegría en la vida de cada día
El misterio de la Navidad nos enseña a vivir con Jesús. De aquí nacen la sencillez y agradecimiento, la experiencia de que todos somos hermanos, el empuje para servir a los más pobres. Lo que le oyó a Jesús Teresa es un excelente programa de vida para nosotros: «Que mirase por sus cosas (las de Jesús), que Él miraría por las suyas» (7M 3,2). «No hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen» (7M 4,16). Ahí está la belleza del testimonio: «Sea Dios alabado y entendido un poquito más, y gríteme todo el mundo» (7M 1,5).