3. Descubre tu misión en la Iglesia (Camino 3)

«El que encuentra una motivación profunda soporta cualquier como»

* Teresa, una mujer, lucha por orientarse o situarse dentro de una Iglesia dominada por varones. No acepta estar acorralada, marginada. Busca ensanchar el espacio de su tienda, ampliar horizontes. Para ello dialoga con quien puede ayudarle. Exige su derecho profético, recibido en el bautismo, de «decir verdades» en un mundo en el que «no hay virtud de mujer que no sea sospechosa». El mundo de los hombres «nos tiene a las mujeres acorraladas».

* Situarse es encontrar el sentido de su vida: «Para qué nos juntó el Señor en esta casa» (C 3,1). Esta tarea es fundamental porque supone dar con el Espíritu que «me ha ungido para…» (Lc 4,18). «Veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres» (CE 4,1).

* Se le ocurre un símbolo con tintes guerreros: Un castillo, lugar de fortaleza y apto para la pelea. Dentro del castillo está el rey. En el castillo:

  • trata de atajar el fuego de la ruptura de la comunión de la Iglesia. Le duele la ruptura de la unidad.
  • desea ayudar a los teólogos y predicadores, hacer sinergia con ellos.
  • Forma un grupo selecto de seguidores del Evangelio, porque «más hará uno perfecto que muchos que no lo estén». «Procuremos ser tales que valgan nuestras oraciones».

* No puede pensar y escribir estas cosas, sin que le brote la oración apasionada, intercesora:

  • Teresa presenta a Cristo al pequeño grupo de mujeres. Se emociona recordando las mujeres del Evangelio. Le gusta recordar como en el Evangelio también había mujeres en torno a Jesús: «No aborrecisteis, Señor cuando andabais por el mundo a las mujeres… Las favorecisteis con mucha piedad y hallasteis en ellas más amor y más fe que en los hombres» (C 3,7).
  • Se dirige al Padre le habla de Cristo, del Cristo que sufre en el ser humano, en la Iglesia. Pide por El con increíble atrevimiento.
  • Se acuerda de sí misma «esta pecadorcilla, gusanillo que así se os atreve» (C 3,9). Y ahí se le estremece la voz: «habed lástima de tantas almas como se pierden y favoreced a vuestra Iglesia. No permitáis ya más daños en la cristiandad, Señor. Dad ya luz a estas tinieblas» (C 3,9).

  • Recordad vuestra misión en la Iglesia:
  • ¿Cómo percibís la presencia de la mujer en la Iglesia hoy?
  • Buscad un símbolo que pueda expresar vuestra presencia en la Iglesia hoy
  • ¿Por qué intenciones intercedéis en vuestros momentos orantes?

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