Teresa de Jesús en el Domingo de Ramos

Procuraba aparejar mi alma para hospedar al Señor

El día de Ramos, acabando de comulgar, quedé con gran suspensión, de manera que aun no podía pasar la Forma, y teniéndomela en la boca verdaderamente me pareció, cuando torné un poco en mí, que toda la boca se me había henchido de sangre; y parecíame estar también el rostro y toda yo cubierta de ella, como que entonces acabara de derramarla el Señor. Me parece estaba caliente, y era excesiva la suavidad que entonces sentía, y díjome el Señor:

«Hija, yo quiero que mi sangre te aproveche, y no hayas miedo que te falte mi misericordia; Yo la derramé con muchos dolores, y gózasla tú con tan gran deleite como ves; bien te pago el convite que me hacías este día».

Esto dijo porque ha más de treinta años que yo comulgaba este día, si podía, y procuraba aparejar mi alma para hospedar al Señor; porque me parecía mucha la crueldad que hicieron los judíos, después de tan gran recibimiento, dejarle ir a comer tan lejos, y hacía yo cuenta de que se quedase conmigo, y harto en mala posada, según ahora veo; y así hacía unas consideraciones bobas y debíalas admitir el Señor; porque ésta es de las visiones que yo tengo por muy ciertas, y así para la comunión me ha quedado aprovechamiento.

Antes de esto había estado, creo tres días, con aquella gran pena que traigo más unas veces que otras, de que estoy ausente de Dios, y estos días había sido bien grande, que parecía no lo podía sufrir; y habiendo estado así harto fatigada, vi que era tarde para hacer colación y no podía y, a causa de los vómitos, háceme mucha flaqueza no la hacer un rato antes, y así con harta fuerza puse el pan delante para hacérmela para comerlo, y luego se me representó allí Cristo, y parecíame que me partía del pan y me lo iba a poner en la boca, y díjome:

«Come, hija, y pasa como pudieres; pésame de lo que padeces, mas esto te conviene ahora».

Quedé quitada aquella pena y consolada, porque verdaderamente me pareció se estaba conmigo, y todo otro día, y con esto se satisface el deseo por entonces. Esto decir «pésame» me hizo reparar, porque ya no me parece puede tener pena de nada” (Santa Teresa, Relación 26).

Domingo de Ramos: un buen día para acompañar a Jesús. Mirarlo de cerca nos puede ayudar a mirarnos de cerca, a descubrir lo frágil e incoherente que es a menudo nuestra vida, lo necesitados que estamos de que el misterio de Jesús nos mire y recree nuestro corazón.

Así vivía Teresa de Jesús este día

«Ha más de treinta años que yo comulgaba este día de domingo de Ramos, si podía, y procuraba aparejar mi alma para hospedar al Señor; porque me parecía mucha la crueldad que hicieron los judíos, después de tan gran recibimiento, dejarle ir a comer tan lejos, y hacía yo cuenta de que se quedase conmigo, y harto en mala posada, según ahora veo; y así hacía unas consideraciones bobas y debíalas admitir el Señor» (Santa Teresa, Relación 26, 1).

TERESA DE JESÚS EN EL DOMINGO DE RAMOS

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