«LA VENIDA DEL HIJO DE DIOS A LA TIERRA ES UN ACONTECIMIENTO TAN INMENSO QUE DIOS QUISO PREPARARLO DURANTE SIGLOS» (Catecismo de la Iglesia Católica).
«Los niños son los regalos que Yahvé me ha hecho» (Cf. Gn 33,5) Pero no sólo los niños son un regalo, sino una bendición de Dios; hay que cuidarlos, conducirlos, velar por ellos, caminar a su lado. Deben de recorrer el camino de la fe con sus padres y catequistas, siguiendo su propio ritmo.
Como dijimos la semana anterior, ya hemos preparado en nuestras casas y en la sala de reunión «el espacio para Dios». El tiempo de Adviento es un momento propicio para introducir la Palabra de Dios. Ella es la Buena Nueva, la Historia Sagrada, la que nos convoca, nos reúne, nos descubre y revela a Dios. La Palabra nos nutre y alimenta. La Biblia nos habla de los niños y «los pequeños» que tuvieron un encuentro con el Dios vivo, y les cambió la vida.
¿Quienes son esos niños? ¿Los Pequeños de la Biblia?
Son los preferidos de Jesús en el Nuevo Testamento, los pobres, los enfermos, los ciegos y cojos. Para este tiempo de Adviento nos centramos en el Antiguo Testamento. En su lectura descubrimos cómo la venida del Salvador se produjo después de una larga historia. Recordamos al pueblo de Israel: Noé, Abraham, Moisés, David, los profetas, Juan Bautista, la Virgen María.
Nos acercamos a los personajes del Antiguo Testamento:
Moisés, el niño rescatado de las aguas, a quien Dios llama dentro de la zarza, y con quien habla cara a cara. Ex 2,1-10 Moisés se descalza porque la tierra que pisa es santa Ex 3,1-8. 10-15 Moisés es objeto de la amorosa Providencia divina, recibe una exquisita educación en la corte del Faraón para su misión futura.
Samuel, el niño profeta del Señor (1Sa 2 11-19) Samuel iba creciendo, amado por Dios y por los hombres, servía al Señor en el templo. Por las noches, su obligación era alimentar con aceite el candelabro de los siete brazos y abrir las puertas por las mañanas. Un día, repetidas veces, el Señor llamó a Samuel: – Samuel, Samuel – «Aquí estoy, pues me has llamado» su respuesta fue: – «Habla Señor, tu siervo escucha»
David, el niño rubio, de ojos brillantes y de hermosa presencia, el más pequeño de los hermanos. Era pastor, guardaba el rebaño de su Padre Jesé. Samuel le ungió en presencia de todos sus hermanos y desde este día el espíritu del Señor actuó en él. (Sm 16, 1.4-13) El Señor muestra que ha elegido a David, está con él, es valiente y buen guerrero, lucha contra Goliat el filisteo y sale victorioso, toca el arpa delante del Señor, se convierte en rey, y trae el arca de la alianza a Jerusalén. David danzaba con gran entusiasmo para el Señor y toda su gente cantaba, tocaba cítaras y trompetas, arpas y panderetas, con matracas y címbalos. (1 Sm 5. 1-7. 1: del 2 Sm 6. 1-22. 2 Sm 7, 1-29). David quiere construir una casa para Dios. Dios le dice que Él mismo se la construirá.
María. Dios había prometido a Abraham que dentro de sus descendientes nacería el Salvador. Para realizar su proyecto eligió a un pueblo y lo llamó pueblo de Dios. Cuando llegó el tiempo de venir Jesús al mundo, Dios eligió a María para ser su madre. María era una joven de Nazaret, como las demás jóvenes de su pueblo, iba a la fuente, rezaba con gran confianza, mañana y noche, esperando al Mesías. ¿Como espera María a Jesús? María espera al nacimiento del hijo de Dios, recogida, con fe y esperanza gozosa. Se lo dijo el Ángel:
«Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo del Altísimo, su reino no tendrá fin». (Lc 1, 31-33)
Como el que recibe una gran noticia, María no puede contener su gozo, quiere compartir el tesoro que lleva en su corazón. Se va a prisa a la montaña a visitar a su prima Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María se llenó del Espíritu Santo y el niño saltó de gozo en su seno. Entonces exclamó:
«Bendita tú entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tus entrañas; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí» ? ¡Feliz la que creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 39-45)
María asombrada por lo que Dios hace en su vida responde cantando llena de agradecimiento y alabanza a Dios. Este canto se llama Magnificat (Lc 1,45-56).
Juan Bautista (Lc 1, 57-80) Es el precursor, el enviado a preparar el camino a Jesús. Desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo. Predica, anuncia, espera actuando, es profeta del Altísimo, va convirtiendo y transformando las gentes que acuden a él en busca de caminos nuevos de conversión, de acercamiento al Dios de la Alianza., de justicia y de solidaridad entre todos. ¿Cuales son las actitudes de Juan el Bautista?
«Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc 1, 76-79).