3. La comunicación de la vida

  • Dios siempre está comunicando VIDA. Y lo hace con gratuidad. Su gozo es ver todo y a todos llenos de vida.
  • Cuando en la familia se comunica la vida, la familia es una parábola de Dios. Cuando en la familia se oculta la vida y se la encierra en moldes de egoísmo, entonces Dios se esconde y no se le ve.
  • En el corazón de Dios siempre se oye la música de la vida. Rebosante de palabra, tiene ganas de comunicarse, de entrar en diálogo con nosotros.

    «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,1.10.14).

En la Iglesia siguen oyéndose los sueños proféticos que el Espíritu mantiene vivos.

«El diálogo y la escucha son los nuevos nombres de la caridad» (Juan Pablo II).
 
«Y sucederá aquel día que, en la Iglesia, se escucharán con alegría las voces nuevas de los que llevaban tantos siglos de silencio: la voz de los pobres y la voz de los pequeños, la voz de los que saben amar, la voz de las mujeres, la voz de los laicos» (Dolores Aleixandre).

  • La familia es taller de diálogo. Taller donde se aprende a vivir lentamente, con pasos adelante y pasos atrás. Diálogo, donde cada uno tiene sitio, palabra y tarea.

    «El primer sentimiento simple que quiero compartir con vosotros es lo que disfruto cuando realmente puedo escuchar a alguien. Me pone en contacto con él. Enriquece mi vida» (Rogers).

  • La familia es escuela de relaciones donde se aprende a escuchar sin prisas, a comunicarse vivencias hondas, a reconocer al otro, en lo positivo, a expresar el cariño con espontaneidad.
  • Educar es comunicar vida, es enseñar a querer. Es sacar lo mejor que tiene la persona dentro. Este aprendizaje es básico para crecer como personas y para que vaya emergiendo, en el interior, una imagen de Dios, dador de vida.

    «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10).

  • Tarea prioritaria de la familia es comunicar vida: «Llenar los bolsillos de los otros de cosas buenas» para que luego, a lo largo del camino, cada uno tenga recursos abundantes para amar y dar vida.
  • La creación es el eco sinfónico de la vida.

    «El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje» (Sal 18, 2-5)

  • Pocos textos narran con tanta belleza la emoción ante el diálogo de la vida, como las palabras de amor que se dicen el amado y la amada en los Cantares.

    Ella:

    Oíd a mi amado que llega saltando y brincando por montes y vegas, igual que un cervato, como una gacela; se para detrás de la tapia, detrás de la cerca, mirando, espiando ventanas y rejas. Mi amado me canta:

    El:

    Levanta, princesa, y vente conmigo. Pasó ya el invierno, las lluvias se alejan; florecen los campos: es la primavera. La tórtola arrulla, verdea la higuera. Levántate, amada, huele, ya perfuman las cepas. Paloma mía escondida en los huecos de las peñas, de barrancos y quebradas en las grietas. Déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz: ¡cómo acaricia tu voz, cómo encanta tu figura! (Cantares 2,8-14)

LA ORACIÓN DEL DIALOGO

Te alabamos y te glorificamos, Señor, por la belleza del diálogo que se hace concreto cada día en muchas familias. Hecho de gestos de cariño, de silencios con músicas sonoras por dentro, de balbuceos que entretejen sentimientos, de palabras claras, sencillas, con las que se dice la vida, el diálogo es una forma preciosa de vivir el amor en familia. El diálogo desata nudos, acerca distancias, abre puertas, deshiela malentendidos. Donde no se da, crece la oscuridad. Donde se da, brotan las fuentes de la confianza y la alegría. Señor, tú que estás a la puerta de nuestro corazón con la palabra preparada para el encuentro; tú que recoges de la orilla toda palabra para colocarla en el centro y darle importancia, enséñanos a dialogar en familia. De todo podemos hablar, de lo divino y de lo humano. ¡Nos necesitamos tanto unos a otros! ¡Qué alegría descubrirnos unos a otros en familia! ¡Qué hermoso dejar espacio a los sentimientos, a las vivencias del corazón, a esos lenguajes, tan inusitados, del alma! Dar y recibir. Pasarnos unos a otros la emoción, la belleza, la poesía. Compartir juntos el dolor, las preguntas, las búsquedas de sentido. Danos humildad para no imponer nuestra verdad, para buscarla juntos, en familia. Ayúdanos a callar cuando nuestras palabras son lanzas que hieren y abren barrancos en la confianza. No dejes que tapemos la boca a quien no sabe decirse o se dice con lentitud. Danos la sensatez de reconocer errores y pedir el perdón. Pon en nuestros oídos la valentía de escuchar opiniones que no son como las nuestras, pero que buscan, como nosotros, la fuente. Danos el atrevimiento de iniciar cada día, en familia, diálogos de amor contigo, Señor. Amén.

PISTAS PARA DIALOGAR EN FAMILIA

  • Prepara tu palabra en el corazón para dársela a los tuyos como un pan.
  • Mira a quien te habla; es una forma de embellecer toda palabra.
  • Ejercítate cada día en el diálogo, con paciencia.
  • Sopla sobre las brasas, deja fuera las cenizas.
  • Alégrate por la oportunidad de dialogar en familia.
  • Cuéntale tu vida a Dios y acoge su historia de amor. Hazlo en familia.

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