Son miles los burgaleses que, a lo largo del año, visitan el Carmen de Burgos para saludarte, Virgen María. En estos días de tu novena son muchos más. Un alto en el camino, y un saludo. Parece muy poquito y, sin embargo, es mucho.
El pueblo de Burgos, desde hace siglos, te saluda, Virgen del Carmen con todo el cariño de hijos e hijas. Te saluda y hace fiesta junto a tantas personas que, en el mar o en la montaña, en los pueblos y ciudades, dirigen sus ojos a ti, Virgen fecunda y bella. Te saludan los cofrades, los enfermos, los que no tienen trabajo, los que se sienten solos. Te saludan, con su inocencia, los niños, con su belleza, los jóvenes, con su fidelidad, las familias, con su sabiduría los ancianos.
Les alegra estar contigo, Virgen del Carmen. Tú eres para ellos como una fuente de alegría que mana sin cesar. Vienen a ti, te miran y se saben mirados por ti. Dejan en tu corazón lo que les duele. Ponen tu oído de Madre los nombres de los que aman. Saben que junto a ti todo huele a vida; hasta la muerte, pisada por tus pies de peregrina de la fe, marcha malherida. Tu casa es lugar de perdón y de ternura.
Tu vida habla de Jesús a todos los que se acercan a cantarte, a gustar las maravillas de una fe que, aquí, se ha hecho cultura, manera de ser. Tu vida tiene sabor a Evangelio de Jesús. «Haced lo que Él os diga», le dices a todo el que te mira.
A todos llevas en el corazón. Tú, Virgen del Carmen, Señora de esta ribera del Arlanzón. Eres corazón. ¡Qué bien lo saben los que hacen un alto en el camino para estar contigo, para encender una vela, para darte un beso de agradecimiento y de amor, para rezar un avemaría! En Burgos, la vida pasa por tus manos, todo llanto encuentra consuelo junto a ti, toda alegría mana de tu manantial de gracia, toda belleza se recrea en tu hermosura.
Los que te visitan en este Santuario del Carmen hacen un alto en el camino y, después, vuelven a la vida de cada día de otra manera. En medio de las prisas y los ruidos, en medio de la crisis que no pasa -muchos no han conocido otra cosa-, hacen un alto en el camino para estar, aunque solo sea un momento, contigo. Tú, Virgen del Carmen, les das paz, esperanza, consuelo.
Llevan sobre su pecho tu Escapulario, el regalo que tú, Virgen del Carmen, les has hecho desde niños. Es un trozo de tela, humilde y sencillo, como todo lo tuyo. Pero, ¡cuánto significa! Al tocar esta humilde tela, regalo de tu amor, recuerdan que tienen que vestirse el alma con el amor a Jesús, con el amor a la Iglesia, con el servicio a los más pobres. El Escapulario es un recuerdo de las promesas que Dios ha hecho para toda la eternidad.
¡Salve, Virgen del Carmen! El cariño hacia ti viene de lejos en estas tierras burgalesas, mucho antes de que las pisara la Madre Teresa de Jesús. Los antepasados de los que hoy viven en Burgos han pasado a sus hijos el testigo del amor a ti, Madre del Carmen. Porque tú eres la Madre que salva cuando la nave se parte en dos por las tormentas de la vida. Porque saben que tú amparas en la vida, en la muerte ayudas, del infierno salvas.
¡Virgen del Carmen!, tú eres su esperanza. Cuando la tormenta sacude su frágil barquilla, acuden a ti, que eres faro seguro en las tormentas. Tú siempre tienes dispuesto tu abrazo de Madre. Tú siempre acompañas hasta llevar a tus hijos a la otra orilla, para que reciban lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Te saludan, sí, Virgen del Carmen, los hombres y mujeres de Burgos. Te saludan con la voz, con la mirada. Te saludan con el canto. ¿Por qué te quieren tanto? Solo el corazón de cada uno de los que te visitan lo sabe. Te saludan, Virgen María, porque tú les das a Jesús.
Los Cofrades del Carmen