- La humanidad anhela la paz y la fraternidad. Pero en cada amanecer se rompe este deseo por las bombas del odio y la violencia. ¿Seguirá viva la esperanza?
- La convivencia prolongada con María ha hecho del Carmelo una familia de hermanos, hermanos entre sí y hermanos de la Virgen. Y esta fraternidad es un pequeño signo de comunión y de esperanza para el mundo. Es como la nubecilla que vio Elías, pequeña como la palma de una mano, pero capaz de fecundar la tierra agrietada por la sequía.
- María es para todos la Mujer Nueva, porque anticipa lo que se realizará en todos nosotros: esa participación gozosa y para siempre de la vida trinitaria. En torno a ella se recrea nuestra fraternidad. La casa donde ella está, se convierte en casa de comunión y de acogida, en trabajo artesano por la paz y por la dignidad de todo ser humano.
«De la actitud contemplativa de la mente y del corazón que lleva a admirar la experiencia de fe y de amor de la Virgen, que ya vive en sí cuanto todo fiel desea y espera realizar en el misterio de Cristo y de la Iglesia… florece una intimidad de relaciones espirituales que incrementan cada vez más la comunión con Cristo y con María. Para los miembros de la familia carmelitana María, la Virgen Madre de Dios y de los hombres, no sólo es un modelo a imitar, sino también una dulce presencia de Madre y Hermana en la que se puede confiar» (Carta de Juan Pablo II sobre el Escapulario, 3).
PISTAS DE LUZ
- María es Madre de la Iglesia, y por tanto de cada uno de nosotros. Es el regalo que Jesús nos dio en la cruz. Desde entonces María está unida a todos nosotros.
- Por su unión con nosotros, persevera en la oración que elevamos al Padre para que envíe el Espíritu.
- Todo su misterio pasa por los ojos de nuestro corazón, donde la tenemos siempre presente. Ahí, en la intimidad, crece nuestro amor a ella, nuestra confianza, nuestra familiaridad.
ESCAPULARIO
Manto de protección de la misericordia de María sobre todos los peregrinos.
INVOCACIÓN
María, Madre y hermana en la que se puede confiar.