DANIEL DE PABLO MAROTO
Carmelita Descalzo. “La Santa” – Ávila
Cuando rezamos el Padre Nuestro, hacemos la siguiente petición a nuestro Padre Dios: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, los “enemigos” que han ofendido nuestra dignidad. Pues bien, la madre Teresa vivió un curioso conflicto moral porque estaba convencida de que no tenía enemigos a quien perdonar porque nadie le había ofendido y, en consecuencia, pide a Dios que le perdone por pura misericordia y así podía rezar tranquila el Padrenuestro. Creo que se trata de una solución personal que no se atreve a proponerla como comportamiento ejemplar a todos los que rezan el Padrenuestro. Veamos el contexto en el que Teresa lo propone.
Los lectores de las obras de la Santa abulense saben que sufrió mucho cuando el año 1559 el tribunal de la Inquisición publicó el Índice de los libros que se prohíben entre los que se encontraban “algunos” que solía leer con provecho espiritual, entre ellos el Libro de la oración y meditación de Fray Luis de Granada. Teresa alude al hecho histórico: “Cuando se quitaron muchos libros de romance que no se leyesen…”. (Vida, 26, 6). Contextualicemos el hecho.
La redacción de este texto de la Vida es del año 1565 cuando todavía no había llegado a la plenitud de la experiencia mística en el matrimonio espiritual que se sitúa en torno al año 1572, pero sí vivía la gracia del desposorio. En el texto citado alude a una “locución” de Cristo, respuesta a la prohibición inquisitorial: “No tengas pena. Yo te daré Libro Vivo”. De hecho, Cristo sería su Maestro interior, el “libro” principal en el que “escuchará” las enseñanzas divinas. Desde entonces, “Poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros” (¡!) porque Cristo será su “libro verdadero adonde he visto las verdades” (ib).
Lo cierto es que la prohibición de leer libros motivó a Teresa para comentar para sus monjas el Padrenuestro como “libro vivo” que no podrán “quitar” los inquisidores, como dice alguna vez la escritora, con admiración de sus censores, que añadirán al margen del autógrafo: “Parece que reprende a los inquisidores que prohíben libros de oración” (cf. CaminoE, 36, 4). Pues sí: era una evidente crítica a la Inquisición y por eso suprimió esa alusión en la segunda redacción del Camino. Los lectores de las Obras de Teresa agradecemos a los inquisidores del siglo XVI su intervención porque obligó a Teresa a comentar el Padrenuestro y quiso comentar también el Ave, María, pero quedó en mero deseo
Vengamos al comentario de Teresa del Paternóster en el que pedimos que nos perdone “porque perdonamos” y su original comentario.
Se trata de una acción ya realizada por el orante: Dios no nos perdona porque perdonaremos en el futuro, sino porque hemos perdonado. Y alude a que así lo hicieron los santos, “que se holgaban con las injurias y persecuciones”, que no es el caso de Teresa, que “tan poco ha tenido que perdonar” (¡!) (CaminoV, 26, 2. Cf. ib 36, 7). Le parece el acto de perdonar una cosa “tan baja”, que Dios tiene que perdonarla “de balde”, por su “misericordia”. Esta actitud tan santa admiró a los censores del Camino en su doble redacción y en la primera el censor puso una nota al margen: “No son sino verdaderos agravios e injurias las que nos hacen aunque mayores pecadores seamos; mas hanse de perdonar porque Él nos perdone” (cf. CaminoE, 63, 2, nota). Es la voz del moralista, distinta de la “santa” mística.
Aprovecha la autora para ejemplarizar su doctrina y práctica con el tema de la “honra” social ofendida, tan difícil de superar, y propone que el “perdonar” previamente es más valioso que hacer muchas penitencias, rezar muchas oraciones, ayunar, dejar la hacienda por amor de Dios, etc. (cf. CaminoV, 36, 7).
Lo que tanto nos admira a los lectores de nuestro tiempo, tiene en Teresa una explicación en su propia experiencia: es el don divino de las gracias místicas el que hace el milagro de perdonar superando la repugnancia psicológica que esto supone. A explicar el hecho dedica Teresa unos párrafos de su escrito. Llega a afirmar que si no se perdonan las injurias previamente al perdón de Dios, “no fíe mucho de su oración”, y mucho menos de la oración mística de la “contemplación perfecta”. Sería éste uno de los “trabajos” que deben soportar los contemplativos (CaminoV, 36, 8 y 11).
El lector atento a las enseñanzas de santa Teresa en este capítulo del Camino debe concluir que las experiencias místicas gozadas por la madre Teresa y otras personas santas son un auténtico milagro espiritual que sana las raíces más profundas de la psique humana humillada y le facilita el tener en nada las injurias e injusticias y perdonarlas porque no se consideran tales. (Es aconsejable una lectura atenta de todo el capítulo 36 del Camino).