La espiritualidad a lo largo de la vida. Escritos espirituales de madurez y de la ancianidad (o ante la muerte)

Ignacio Husillos Tamarit, ocd, nos ofrece estas sabias reflexiones acerca de la espiritualidad en las distintas etapas de la vida.
Las iremos ofreciendo sucesivamente, según las edades. 

RESUMEN: Reflexión sobre la espiritualidad en las diferentes edades, estados y etapas de la vida, teniendo una mirada diacrónica y destacando algunos particulares en cada una de las edades.

PALABRAS-CLAVE: espiritualidad, edades de la vida, infancia, juventud, adultez, ancianidad.

1. ACLARANDO LOS TÉRMINOS
2. INFANCIA, JUVENTUD, MADUREZ, ANCIANIDAD

2.1 Infancia
2.2 Juventud
2.3 Madurez
2.4 Ancianidad

3. EL TEMA DE LOS ESCRITOS COMO FUENTE DE ESPIRITUALIDAD

3.1 Escritos espirituales de niños
3.2 Escritos juveniles de espiritualidad
3.3 Escritos espirituales de madurez
3.4 Escritos espirituales de la ancianidad (o ante la muerte)

CONCLUSIÓN


3.3 Escritos espirituales de madurez

El típico caso de las segundas redacciones de las grandes obras de espiritualidad, como el Cántico B (Cántico Espiritual, redacción B, sigla CB) y la Llama B (Llama de amor viva, redacción B, sigla LlB o LB) en las obras de san Juan de la Cruz, tan discutidas y que tantos ríos de tinta y miles y miles de páginas han ocasionado en la bibliografía de espiritualidad (en diversas lenguas, ámbitos y lugares de estudio: universidades, editoriales, monasterios, centros de estudio) 28).

El escrito original (siguiendo el mismo ejemplo: Cántico A, Llama A) pudo ser redactado más o menos rápidamente, más o menos en un arrebato de inspiración del Espíritu (a veces incluso febril, en nada envidiable con procesos parecidos en el ámbito poético y prosaico de autores no creyentes, pero aquí actuando la fuerza y la unción del Espíritu Santo, que es lo que marca la diferencia), bien en un momento de especial concentración y que denota una pequeña o ponderada cantidad de trabajo previo y posterior (planteamiento de la obra, desarrollo, clímax, final; correcciones posteriores una vez acabado el escrito pero en el mismo momento general de la escritura del mismo: es decir, una cantidad de trabajo llevadera y no excesiva, donde la autocensura no estaba activada o no lo estaba tanto con en sucesivas redacciones -como en el caso del Camino de perfección, manuscrito de El Escorial, sigla CE, para santa Teresa de Jesús, en comparación con el Camino de perfección, manuscrito de Valladolid, sigla CV).

Es curioso observar como, quizá fruto de la mentalidad de nuestro tiempo (tiempo contemporáneo o tiempo actual, desde mediados -si no antes- del siglo XX hasta nuestros días), las primeras redacciones de los escritos espirituales han sido entendidas o tomadas como escritos más frescos, más deseables, cual si hubieran sido escritos de juventud, con lo que en este caso ‘juventud’ significa ideológicamente: antes deseable lo joven que lo maduro; antes lo joven y fresco, que lo ya no tan fresco y revisado y corregido y…

En el fondo de ese planteamiento reside una pequeña injusticia, que acaba siendo una gran injusticia (bien con el autor, bien con el escrito mismo, bien con sus receptores -pasados, presentes y futuros): cada escrito hay que tomarlo en su justeza y en sus características y no forzarlo ni proyectar sobre él cosas o ideas preconcebidas o ajenas al propio autor, al texto y al contexto 29). Eso lo explica muy bien la crítica textual y otras ciencias auxiliares que vienen en nuestra ayuda para sacarnos de posibles espejismos al acercanos a unos y a otros escritos espirituales. Si la primera redacción de un escrito espiritual puede tratarse como un “escrito de juventud”, eso tiene un valor positivo y de él se pueden sacar muchas consecuencias favorables para el propio recorrido editorial de dicho escrito.

Ahora bien, si la segunda redacción o redacción última (si hubo varias entre la primera y la definitiva) de un escrito espiritual es la que se propone como normativa a la hora de la edición de las diversas obras de ese autor, no hay que caer inconcebiblemente en la sospecha o en la cerrazón de no querer aceptar el hecho de que el mismo autor (o luego la crítica textual) haya deseado (o haya probado) que la última redacción está más acabada y resulta más aplicable a un abanico más grande de circunstancias de la vida espiritual o bien así es más entendible la exposición de la doctrina que el autor quería expresar y/o analizar.

Por tanto: las segundas redacciones o redacciones últimas de los escritos espirituales, siendo en consecuencia escritos de madurez, han de ser tenidos y valorados como tales, dándoles siempre preponderancia a la hora de presentar la vida y la obra del autor espiritual, sin ignorar las redacciones anteriores (si tienen entidad suficiente) que siempre aportan una muy interesante y nada desdeñable cantidad de datos y de pequeños o grandes detalles, todo lo cual acaba por dibujar un retrato mucho más completo del autor y de su obra que si nos quedáramos con una sola de las redacciones, cuánto más siendo la primera.

3.4 Escritos espirituales de la ancianidad (o ante la muerte)

Son los llamados testamentos espirituales, que a veces no son escritos propiamente dicho en edad anciana o ante la visión o intuición de una muerte cercana, pero que acaban siendo tales, porque aprovechando -de nuevo- una especial inspiración o unción del Espíritu, una particular concentración, abarcando complexivamente todo el arco de la vida, surgió tal escrito que acabó siendo su testamento espiritual.

Recientemente ha sido publicada en italiano (y traducida al menos al español) una interesante recopilación de testamentos espirituales de muy diversas personalidades de la Iglesia a lo largo de los siglos, teniendo en cuenta la actualidad y el tiempo presente 30), traducida al español como Testamentos espirituales de mujeres y hombres ilustres 31).

Es muy interesante leer uno a uno los testamentos espirituales de estas personas, desde papas hasta simples padres de familia, religiosas, misioneros, mártires, unos canonizados y muchos otros no, pasando por una amplia gama de profesiones o de oficios de la vida cotidiana (es decir: en todos los estados de vida, en todas las profesiones, en todas las edades…, es posible realizar un bello canto del cisne, como siempre: para mayor gloria de Dios, como diríamos en clave jesuítica, o para gloria de su alabanza, como diríamos en clave carmelitana desde santa Isabel de la Trinidad, y para beneficio de los hermanos). Hemos de agradecer siempre a esas personas que hayan podido tener tal clarividencia al tener esos pensamientos y que hayan hecho un servicio tal a la cristiandad y al mundo al ponerlos por escrito en lo que luego ha venido a llamarse sus “testamentos espirituales”:

«Son espirituales sobre todo porque a los supervivientes les dejan un mensaje de fe, una enseñanza no solo moral, sino abierta a la trascendencia, a Dios. En su mayor parte se trata de textos de hombres y mujeres religiosos o laicos, formados en el ejemplo de Cristo y comprometidos con su vida a poner en práctica su anuncio, testigos a su vez de la apertura a la voluntad del Padre. Y es precisamente este empuje hacia Dios, encontrado en el otro, en el mundo, en el rostro de Jesús, lo que hace que sus acciones y sus afirmaciones sean no solo moralmente válidas, sino espiritualmente fundamentadas. Ponen de manifiesto que la religión cristiana no es solo una ética, sino una fe, es decir, una apertura a Dios y al misterio de su Hijo: esto me parece que es el mensaje más importante que se puede captar en estos escritos, lo “espiritual” de cada una de estas páginas que debería hacernos, por nuestra parte, en cada circunstancia de la vida, testigos creíbles de esta fe» 32).

Estos son los escritos de ancianidad más famosos y no cabe defenderlos ante posibles críticas porque ellos solos se defienden y plantean por sí mismos los problemas más acuciantes de toda vida humana, de toda existencia vivida o buscada vivir desde la fe en Cristo y en su Iglesia y, por eso, rezuman abundancia, rebosan aguas espirituales benéfi- cas para todo aquel que se quiera acercar a ellas. Son como cápsulas atemporales, que en pocas palabras resumen el misterio de la vida humana visto con los ojos transfigurados, visto ‘a lo divino’ (como san Juan de la Cruz en el tan estudiado Siglo de Oro literario 33) o bien, desde una óptica actual en la mística, visto en clave «de ojos abiertos» 34).

CONCLUSIÓN

Si, dentro de la amplia gama de elementos que conforman toda espiritualidad, nos centramos en el ámbito de la oración, enseguida entenderemos que hay diversos modos de experimentar la oración a lo largo de la vida: cuando se es niño, de joven, ya maduro o en la ancianidad; ya se vea desde el punto de las edades del hombre (a nivel diacrónico), o viéndolo en particular en cada caso (a nivel sincrónico), existe la ya conocida pedagogía de la oración 35) que, en las últimas décadas, puede haber sido integrada en la llamada mistagogía (se le han dedicado semanas de espiritualidad, congresos, simposios internacionales, tesis doctorales 36), tesis de grado, materiales didácticos-pastorales, etc.). Pero más allá de la oración -que, al fin y al cabo, es un elemento más de los que conforman el núcleo de la espiritualidad cristiana-, existen numerosos campos o áreas en las que no está de más tener una sensibilidad desde el punto de vista de las edades del hombre, para conformar o configurar más adecuadamente la espiritualidad. En consecuencia serán muy de agradecer las reflexiones que ayuden a vivir concatenada y coherentemente la espiritualidad a lo largo de la vida, en cada una de las edades (infancia, juventud, adultez, ancianidad) para poder llegar a la madurez y alcanzar, así, la plenitud de la vida espiritual.


28 Cf. E. PACHO (ed.), San Juan de la Cruz. Cántico Espiritual (CA), Madrid, FUE, 1981; Cántico Espiritual (CB), Burgos, Monte Carmelo, 1998 (BMC, 30); Llama de amor viva (LlA y LlB), Burgos, Monte Carmelo, 2014 (BMC, 34). Solo estas obras suman 2.748 págs.
29 Cf. E. PACHO, Reto a la crítica. Debate histórico sobre el “Cántico Espiritual”, Burgos, Monte Carmelo, 1988.
30 L. COCO (a cura di), Testamenti spirituali di donne e uomini illustri. Note e pensieri dal limite della vita, Milano, Paoline, 2008.
31 Madrid, San Pablo, 2012.
32  Ibíd., pp. 11-12.
33 Cf. Mª Á. SANZ MANZANO, «San Juan de la Cruz y Juan Ramón Jiménez: dos tentativas poéticas de llegar a lo divino», en F. Domínguez – Mª L. Lobato (coords.), Memoria de la palabra. VI Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro, t. 2, Madrid, Iberoamericana Vervuert, 2004, pp. 1.641-1.652.
34 L. LUIS, Mística de ojos abiertos. Testigos de un Dios cercano, Burgos, Monte Carmelo, 2011.
35 J. CASTELLANO CERVERA, Pedagogía de la oración cristiana, Barcelona, CPL, 1996.
36 Cf. J. CRESPO DE LOS BUEIS, «Mistagogía teresiana: Las Moradas, el arte de introducir en el mis- terio de Dios», en Revista de Espiritualidad 74 (2015) 5-146.

Publicado en: Academia.edu, La espiritualidad a lo largo de la vida
Ignacio Husillos Tamarit

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