“San Juan de la Cruz nos regala una palabra sobre María en la que nos dice que su música fue la del Espíritu Santo, que bailó a su son solamente. No tuvo más señores ni más dueños de su alma.
María posee una música, hecha canción, que es grito, plegaria.
Su voz retoma la música y la canción de épocas pasadas, trayendo a este momento presente todo el cariño y la misericordia de Dios con su pueblo que se manifiesta ahora de manera enteramente sorprendente.
La canción de María es en su corazón un grito de júbilo incontenible porque Dios ha mirado su pequeñez, su simplicidad… Y nace canción verdadera, conmovedora, del eco con que Dios resuena en ella.
La letra de su canción es «FIAT», «hágase»… y la canta con toda su vida, en todos sus gestos.
Orar ¿no es cantar con toda la vida, con todas las fuerzas, la vieja canción de un pueblo que da gracias y se siente salvado, emocionado por la cercanía de Dios, la vieja canción nueva en labios de una mujer libre?
Canta la canción que nace de su ser irrepetible, porque cada uno tiene su canto. Dios entregándose a cada uno y haciendo alianza de comunión crea en nosotros un canto siempre nuevo y siempre antiguo que, unido al de los hermanos, prepara el gran concierto polifónico del reino nuevo, ya aquí”
Miguel Márquez, carmelita.