La oración, que tiene lugar en el corazón, sale a la vida convertida en proyecto: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48). Es más, para que este proyecto se mantenga vivo necesita el alimento constante de una oración nueva: «Para esta pedagogía de la santidad es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración» (Juan Pablo II).
OPCIÓN POR LA SANTIDAD
En la oración escuchamos la música que nos permite danzar. «Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1Tes 4,3). Y la danza que mejor se entiende y que más gloria da a Dios (Mt 5,16) es el servicio. Así presentó a la Iglesia Pablo VI al finalizar el concilio Vat II: «La Iglesia no ambiciona otro poder terreno que el que la capacita para servir y amar. La Iglesia se declara servidora de la humanidad» (Pablo VI).
La oración, que nos permite revivir el bautismo y entrar en la santidad de Dios, recrea constantemente «la llamada a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor» (LG 40), y nos aleja de una «ética minimalista y una religiosidad superficial» (Juan Pablo II).
Todo es gracia. La santidad, como posibilidad de ser hombres y mujeres nuevos, es regalo de Dios (cf Rom 1,16-17), con que diariamente nos vestimos. «Revestíos como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre, paciencia… Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección» (Col 3,12.14).
En una actitud de abandono confiado. Si volvemos a las fuentes de la oración no tendremos motivos para temer al futuro. Nacerá en nosotros una semilla de confianza en el corazón y abandonaremos los viejos esquemas de dominio de unos sobre otros (cf Gal 3,28). Estrenaremos cada día la actitud del niño (cf Mt 18,3), que se fía en los brazos de su madre y aprende a responder al amor, porque muy enfermo tiene que estar un niño para no responder al amor.
OPCIÓN POR LA COMUNIDAD
Nuestro mundo empieza el nuevo milenio cargado de divisiones entre pueblos, religiones, culturas. Pero no es momento de «rendirnos ante las crisis contemporáneas» (Juan Pablo II). Es hora de trabajar. «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» (Hch 2,37).
«Comprendí que el amor lo era todo» (Santa Teresita). La caridad nos proyecta hacia la práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano. Es la hora de la nueva imaginación de la caridad. La oración cristiana «no aparta a los hombres de la tarea de la construcción del mundo, ni les impulsa a despreocuparse del bien de sus semejantes… Se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista» (J. Pablo II).
La oración abre caminos de comunión. El Señor no nos llama a una espiritualidad individualista, sino a vivir como miembros de una comunidad, en un clima de alegría y de agradecimiento (cf Gal 3,28; 1Cor 12,4-6). «La nueva evangelización, como la de siempre, será eficaz si sabe proclamar desde los tejados lo que ha vivido en la intimidad con el Señor» (Juan Pablo II).
La Iglesia, casa y escuela de comunión. El cristianismo es, ante todo, una aventura comunitaria, no una travesía solitaria. La iglesia es la comunión de comunidades que viven su fe a partir de la experiencia del movimiento de Jesús como grupo de iguales, vinculados en solidaridad y transparencia los unos a los otros (cf 1Cor 12,14-30). «Quiso el Señor santificar a los hombres no aisladamente y separados entre sí sino formando un pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera santamente» (LG 9).
PISTAS DE LUX PARA EL CAMINO
Saber mirar. Jesús se sentó frente a la puerta del tesoro del templo y miró la vida (cf Mc 12,41ss). Saber mirar le permitía hacer eficaz su predicación. El orante tendrá que aprender a colocarse en la vida de tal forma que pueda ver las transparencias de Dios, los gestos sencillos en los que se esconde la vida.
Saber escuchar. Jesús va de camino. Está subiendo a Jerusalén, va a entregar la vida. Y sin embargo tiene los oídos abiertos para escuchar la fe convertida en grito de un ciego-mendigo, que al enterarse de que pasaba Jesús ha comenzado a gritar (cf Mc 10,46ss). El orante va por la vida con los oídos abiertos para escuchar los gritos de los que están en las orillas de los caminos y entablar con ellos un diálogo de acogida y cercanía.
Saber compartir. Jesús ha proclamado la palabra a la multitud abundantemente. Pero las gentes de las aldeas tienen hambre de pan. Y los discípulos no tienen dinero. Pero un muchachito se ofrece, en su ingenuidad, y entrega los cinco panes y dos peces que lleva en su taleguito. Y con ese pequeño gesto comienza el gran milagro del compartir y sobran doce canastos para indicar que el compartir será la actitud permanente de la Iglesia para alegría de todos los hambrientos de la tierra (cf Mc 6,33ss).
Saber acompañar. Recordamos dos escenas de Jesús: una, en la sinagoga de su pueblo adonde llega con un discurso muy bien elaborado que quiere hacer llegar a sus paisanos. Las cosas no terminan muy bien (cf Lc 4,16ss). Otra, en un camino hacia Meaux, donde se hace el encontradizo con dos discípulos, desalentados por los acontecimientos vividos en Jerusalén. Jesús sabe meterse en la vida de los dos caminantes, sabe hablar desde dentro. El encuentro termina en eucaristía y en anuncio gozoso de Jesús a la comunidad (cf Lc 24,13ss).
Momento de Oración
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
- Comenzamos con una mirada al corazón hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros.
- Sentimos a los hermanos y hermanas de fe como personas que me pertenecen.
- Descubrimos lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo como un don.
- Dejamos espacio a los hermanos y los ponemos en medio, porque amar es sacar a alguien del anonimato (cf Lc 8,43-48).
Encuentro con la Palabra «Donde hay un cristiano, hay humanidad nueva; lo viejo ha pasado; mirad, existe algo nuevo» (2Cor 5,17).
Los santos han vivido lo esencial del cristianismo de un modo creativo, convirtiéndose en puntos de referencia para los que están buscando. Recordamos a:
- San Francisco de Asís: el amor universal.
- Santa Teresa de Jesús: la experiencia de la verdad.
- Madeleine Delbrel: santidad para gente de la calle.
- T. de Chardin: una pasión cristiana por el fenómeno humano.
- Oscar Romero: la defensa de los humildes.
Tarea para el camino «El que avanza hacia Dios va de comienzo en comienzo. ¿Lo sabes? Es la hora de soplar las penas como el niño sopla sobre la hoja seca. Es la hora de abandonar en Cristo lo que turbe tu corazón. Al que se detiene en los fracasos se le paralizan las fibras del alma. Si te disponer a empezar de nuevo, la paz del corazón y una alegría del Evangelio pueden cambiar tu vida» (Roger Schutz)
«QUE MI VIDA SEA UNA FLAUTA, QUE TÚ LLENES DE MÚSICA»