JESÚS. TU VIDA ESTÁ EN MI VIDA. GRACIAS POR EL FUEGO DE TUS TESTIGOS.
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» ( Lc.24,5)
«El que está en Cristo es una nueva creación. Pasó lo viejo, todo es nuevo» (2Cor 5,17).
«¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!» (Secuencia).
Cuando, animados por el Espíritu, abrimos nuestra vida a su luz, aprendemos a vivir como resucitados.
ENCUENTRO CON EL RESUCITADO
- Jesús se deja ver. El ausente se nos hace presente. De muy diversas maneras se hace nuestro compañero de camino. Sin apenas darnos cuenta se nos mete en la vida (Cf Le 24, 15). Esta es la experiencia y certeza fundamental de la oración: Jesús vive y está con nosotros. Econtrarle es algo que afecta a toda nuestra persona.
- Un camino privilegiado. Vivir como resucitados es tener un encuentro con Cristo Resucitado. «Yo soy el que vive. Estaba muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos» (Ap 1,17-18). «En veros junto a mi, he visto todos los bienes… Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere junto a sí» (Santa Teresa). La oración es un camino privilegiado para ello.
- El signo de la comunidad. El signo mayor de los cristianos es el de vivir como hermanos y quererse. En medio de un mundo marcado por las divisiones, distinciones y clases sociales, la experiencia de comunidad, y dentro de ella la oración en común, es un prodigio permanente. «Nosotros preguntamos: ¿Dónde está Dios?; y Dios responde preguntando: ¿Dónde está tu hermano?» (P. Casaldáliga)
TODO ES GRACIA
- «La gloria de Dios es que el hombre y la mujer vivan» (San Ireneo). La oración, como encuentro vital con Jesús, nunca termina en fracaso, porque bebe en las fuentes de la gracia (cf 1Cor 15,10). Pablo se define como el que «ha sido alcanzado por Cristo Jesús» (Flp 3,12), y por tanto corre la misma suerte que él.
- La experiencia del perdón. En cada encuentro de oración, Jesús se pone en medio y da el perdón. No echa en cara las huidas, no empieza con el reproche, no pone por delante sus exigencias para el camino. Lo primero para él es curar e invitar de nuevo a la comunión y a la amistad con él. Jesús muestra a sus amigos los signos de su amor y de su victoria. Siempre se da a conocer como el que demuestra su amor hasta la muerte. Su perdón nos ofrece «una nueva posibilidad de vida» (E. Schillebeekx). Orar es recibir un día y otro el perdón. Vivir es, un día y otro, ser testigos de reconciliación en el mundo (cf Jn 20, 22-23).
- El regalo de la paz. La experiencia de sentirse amados, desmedidamente amados, es fundamental en la oración y en la vida. Jesús saluda con la paz, y en ella nos regala la armonía, la bendición, la gloria, la salvación, la vida. «Lo que no engendra humildad, silencio, paz.. ¿qué puede ser?» (San Juan de la Cruz).
LLAMADOS A LO NUEVO
- De estreno en estreno. La Resurrección de Jesús nos recuerda nuestra vocación a la creatividad y a la vida nueva. Jesús es todo vida. Orar es aceptar cada día el cara a cara con la Vida. Esto solo puede hacerlo el pobre, que se atreve a ponerse en silencio y soledad, desnudo ante Cristo. Con la sola actitud de la confianza fundamental.
- Jesús es modelo desde dentro. Llama a nuestra puerta y, cuando le dejamos entrar, se sienta en el trono de nuestro corazón y hace nuevas todas las cosas (cf Ap 21,5). Ser orante no es tanto trabajar por ser buenos, sino volvernos a Aquel que es bueno con nosotros.
- De nuevo, todo es posible. Los que habían abandonado a Jesús se liberan de su incredulidad y se confían a Él. Los que se habían dispersado se reúnen de nuevo en su nombre. Los que se resistían a aceptar el mensaje de Jesús, comienzan ahora a anunciar el Evangelio con convicción total. Los cobardes, arriesgan ahora su vida por defender la causa del Crucificado.
HUELLAS DE ORANTES EN LA ARENA
- Vuelven a su vida de otra manera. ¡Qué diferencia entre caminar con los ojos ofuscados y hacerlo con los ojos limpios! ¡De qué manera tan distinta se camina si, en vez de compartir frustraciones, contamos nuestra experiencia de resucitados! El camino hecho en compañía de Jesús nos permite descubrir signos de esperanza donde antes sólo veían señales de pesimismo (cf Lc 24,15ss).
- Son signos de la presencia del Resucitado. Son familias que, con sueldos ajustados, son generosas; seglares que, antes de empezar el trabajo, participan en la misa matutina de su parroquia; enfermos crónicos que no pierden la sonrisa; religiosos que, sin especiales alardes, están siempre dispuestos a ser enviados donde haga falta; jóvenes que no se ajustan al hedonismo ambiental; madres de familia que mantienen el tipo en circunstancias conflictivas. Ellos y ellas, con el testimonio de su esperanza, hacen realidad lo que todos cantamos en el tiempo de Pascua: «Vimos romper el día sobre tu hermoso rostro/ y al sol abrirse paso por tu frente./ Que el viento de la noche no apague el fuego vivo/ que nos dejó tu paso en la mañana».
- Anuncian, celebran el Evangelio de la vida. El esplendor de la resurrección ayuda a superar toda situación de muerte y a reconciliar a los seres humanos y a toda la creación con la vida. La experiencia de Jesús: la paz, el perdón, la alegría …. los convierte en misioneros, dispuestos siempre a dar razón de la esperanza» (1 Ped 3,15).
- Oran y viven como resucitados. Las señales más hermosas son la alabanza, que recrea las fuentes del gozo y purifica el aire, y el interés por los demás. «Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos» (Jn 3,14).
Momento de Oración
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Canto:
¡Todo vuelve a ser posible!
El gran invierno puede retrasarse.
La primavera ha estallado
en el corazón del Hijo del hombre
Escucha la palabra: «Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra» (Col 3, 1-3).
Aliméntate de lo que da vida y canta la vida. Si la vida que termina es bellísima y es digna de ser cantada, cuánto más la vida eterna. «¡Oh vida que la dais a todos! » (Santa Teresa).
Confía en Cristo. Da el paso cada día de la desconfianza a una confianza total en el Señor de la vida. «Sé de quién me he fiado » (2Tim 1, 12).
Vive en la verdad. Deja que Cristo te la enseñe, júntate con los que tratan en ella, guarda siempre en tu corazón un amor grande por la verdad. «Hable cada uno con verdad a su prójimo, ya que somos miembros unos de otros» (Ef 4,2 5).
Busca el interés de los demás y cuéntales con la palabra y las obras la salvación. «Ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan (Lc 24,15).
GOCÉMONOS, AMADO, Y VÁMONOS A VER EN TU HERMOSURA