2. Oyentes de la Palabra

«En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Jn 1,1).

«Envió a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbra a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios. Jesucristo, Palabra hecha carne… habla las palabras de Dios» (DV, 4).

«En darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar» (Juan de la Cruz).

  • La profesión de fe de la Iglesia: La Palabra era Dios.
  • La experiencia de la Iglesia: La Palabra se ha hecho carne en Jesús de Nazaret.
  • En Jesús-Palabra se realiza el proyecto creador de Dios, con el que se abre una época nueva para la humanidad.

CAER EN LA CUENTA DE QUE SOMOS:

Oyentes por naturaleza

El ser humano, desde que nace, es un aprendiz de oyente. Todo el universo emite señales, el mundo está repleto de sonidos y mensajes. «El día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra» (Sal 18,3).

Una imagen entrañable: un niño recién nacido, a quien las palabras de cariño de los suyos, convierten en oyente. Una tarea de toda la vida: estar siempre aprendiendo, a la espera de una palabra, «como el centinela aguarda la aurora» (Sal 129,6).

El que no oye, no es capaz de hablar, ni de comunicarse, ni de responder a la palabra.

Oyentes por vocación

El Padre llama al ser humano para que sea oyente de Jesús: «Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo a él» (Lc 9,35).

En la Iglesia que nace de la Pascua, el Espíritu Santo abre los oídos de los oyentes para que acojan la buena noticia de la salvación. «Una mujer llamada Lidia… nos estaba escuchando. El Señor abrió su corazón para que aceptara las cosas que Pablo decía» (Hch 16,14).

Oyentes por opción

La decisión es personal, cada uno tiene que optar por ser oyente. ¡»El que tenga oídos, que oiga!» (Mt 13,9)

Cada día hay que optar por ello. No debemos acostumbrarnos a la escucha. «Mirad bien cómo escucháis» (Lc 8,18).

«¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote, quiero ser toda oídos a tu enseñanza para aprenderlo todo de ti» (Isabel de la Trinidad).

JESÚS NOS DESPIERTA PARA OIR

Jesús se sorprende de que muchos tengan oídos y no oigan. La causa es un corazón embotado (cf. Mt 13, 14-15).

Jesús va por los caminos abriendo los oídos a los sordos. «¡Epheta! ¡Abrete! Inmediatamente se le abrieron los oídos» (Mc 7,34-35).

Jesús se alegra cuando encuentra oyentes de la Palabra: ¡»Dichosos vuestros oídos porque oyen»! (Mt 13, 16). «Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28).

Jesús llama a la puerta del corazón humano para invitarnosa una historia de amistad: «Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20).

Jesús encabeza la marcha de un pueblo de oyentes: «Va delante de las ovejas, y ellas le siguen, porque conocen su voz» (Jn 10,4).

MARÍA, LA OYENTE DE LA PALABRA

«María es la Virgen oyente, que acoge con fe la Palabra de Dios» (Marialis Cultus 17).

En María, imagen de la Iglesia, la Palabra encuentra acogida. No vuelve a Dios vacía(cf. Is 55,11).

María mantiene un diálogo íntimo con la Palabra que se le ha dado. «María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19).

María deja que la Palabra ocupe todo su espacio interior. Desde el corazón la Palabra unifica toda su persona.

La Palabra se hace carne en la tierra de una mujer, de una madre. La Palabra se convierte en su palabra, ofrecida gratuitamente al mundo.

María no exige la comprensión inmediata de la Palabra, porque eso es cerrar el camino a Dios (cf. Lc 2,50).

¿CÓMO SER OYENTES HOY?

Mirando a Jesús, que tiene palabras de vida. «Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo dicho todo y revelado» (Juan de la Cruz).

Aprendiendo a escuchar a los pobres: En ellos habla y grita Jesús.«En ningún lugar veréis una imagen más natural: Jesús sufre en los pobres, languidece, muere de hambre en infinidad de familias pobres» (Bossuet).

Viviendo de acuerdo con lo que oímos: «El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca» (Mt 7, 24).

Abriendo los oídos al momento histórico que nos toca vivir, a los signos de los tiempos, para escuchar «los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres» (Gaudium et Spes, 1) y poder ofrecer desde ahí un relato de salvación.

Reuniéndonos en comunidad para escuchar juntos la Palabra de Dios (Sacrosanctum Concilium 35.106) y poder después proclamarla. «Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos» (1Jn 1,3).


Momento de Oración

«Después del silencio, el correr del agua es la música más bella que existe» (Máxima de los constructores de la Alhambra).

Invoca al Espíritu Creador

El acalla en ti los ruidos del día.

El te coloca junto a la fuente para que bebas.

El entona en ti la canción del corazón.

Cuando cesan los ruidos,

comienza la canción del corazón.

Se desatan las lenguas del Espíritu

y Dios es cercanía en viva voz.

Escucha la Palabra

«El le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá, esto es: Ábrete. Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad» (Mc 7,36-37).

  • No mueras de sed al borde de la fuente.
  • Dile a Jesús que te abra el oído, para que puedas comprender el amor de Dios que llega para todos.

La dicha de los oyentes

Dichosos vosotros si esperáis en silencio la llegada de la Palabra. Ella os renovará día tras día.

Dichosos vosotros si dialogáis en el corazón con la Palabra. Ella hará nacer en vosotros el amor a Jesús.

Dichosos vosotros si escucháis juntos la Palabra. Ella os convertirá en pueblo que proclama las maravillas de Dios.

Dichosos vosotros si guardáis la Palabra en el corazón. Ella os enseñará a orar.

DIOS TAMBIÉN ES OYENTE. ESPERA TU PALABRA

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