Lectio divina. 1º Domingo de Cuaresma. Marcos 1, 12-15

Dios, Padre nuestro, que tu Espíritu nos ayude a poner nuestros pies en las pisadas de tu Hijo, Jesús, nuestro Señor.

1.- Motivación

La Lectio es el arte de estudiar el corazón de Dios, y este corazón sí que es inacabable y da para toda la vida, por eso es una tarea “vital” en el pleno y doble sentido de la palabra (San Gregorio Magno).

Que la lectura sea escucha audire y que esta pase a ser obediencia oboedire.

Vosotros que recorréis los jardines de las Escrituras no tenéis que recorrerlos de prisa o con negligencia. Cavad cada palabra para extraer de ella el Espíritu. Imitad a la abeja hacendosa que recoge de cada flor su miel.

Cuando el Padre Kolvenbach afirmó, en una ocasión que él rezaba con iconos, alguien le preguntó si los miraba; él, con sencillez contestó: No. Son ellos quienes me miran.

2.- A la espera de la Palabra

Aún resonaban las amorosas palabras del Padre en sus oídos: Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección (Mc 1,11),

Vamos a recorrer dos escenarios: el desierto, donde acontece la tentación, y Galilea, donde Jesús proclama el Evangelio.

Comenzamos la Cuaresma: tiempo del Espíritu, tiempo de prueba.

3.- Proclamación de la Palabra: Marcos 1,12-15

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Decía:

«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio».

4.- Fecundidad de la Palabra

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. El desierto, en el pueblo de Israel, está cargado de simbolismo: es un tiempo de

tentación y de combate con maligno y, a la vez, una experiencia de amor. El Espíritu, antes de empujarlo a la misión, conduce a Jesús al desierto, como condujo al pueblo de Israel en su liberación. El desierto es un tiempo de escucha: la llevaré al desierto y le ha hablaré al corazón. El desierto es la complejidad de la vida.

Se quedó en el desierto cuarenta días. Los números, en la Biblia, están cargados de simbolismo (el 1: Shemá; el 2: dualidad, varón y hembra los creó, el 3: Trinidad, tres veces santo; el 7: plenitud. El número cuarenta se refiere a los cuarenta días del diluvio (por eso se ha escogido en la liturgia de hoy el texto de Génesis sobre el diluvio), o a los cuarenta años del pueblo caminando por el desierto hacia la libertad, hacia una nueva humanidad. En este caso, un tiempo fuerte para que se den los cambios y la fe sea probada.

Siendo tentado por Satanás. Tentación es lo que aleja del camino de Dios. Marcos, a diferencia de Mateo y Lucas, no señala cuáles son esas pruebas. Para Marcos, la tentación se prolonga a lo largo de toda la vida de Jesús, que será una constante lucha contra toda tentación. En Marcos, las tentaciones no siguen el esquema de honores, esplendor y gloria, sino el de debilidad, prueba y sufrimiento. Provienen de los fariseos, de Pedro, del temor del corazón (¡Abbá, Padre! Todo es posible para ti, aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú (Mc 14,35), de los que asisten a la pasión y lo invitan a bajarse de la cruz: !Que baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos! (Mc 15,30). Jesús, constantemente, renovó su al proyecto del Padre. Prefirió el proyecto, de compasión y ternura, del Padre, a las propuestas halagadoras del enemigo. Con él confiamos salir airosos de las pruebas.

Vivía con las fieras, y los ángeles lo servían. La presencia de los animales subraya la soledad y las molestias del desierto, y evoca también la vida en el paraíso, la paz entre el hombre y los animales, tal como soñaba Isaías (11,6-9). El servicio de los ángeles evoca la protección de Dios a su Hijo, la participación en sus combates; muestra de qué lado está el Padre en los conflictos de la historia.

Después de que Juan fue entregado. Paradidomi: entregado, traicionado. Palabra clave. Jesús se mete en la refriega política, responde a lo que pasa, no se viene abajo. Una vez que Jesús está en escena, Juan ya no aparece. Juan ha preparado caminos, ahora su entrega prepara la entrega de Jesús y la de los discípulos. La cruz y la resurrección van juntas (En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo). La entrega de un testigo nunca es una derrota, el Reino avanza y crece.

Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Aires de gozo y esperanza impregnan el relato. ¿Se puede concebir la vida de Jesús de otra manera que no sea como un Evangelio? Jesús proclama una buena noticia, nueva y buena, porque Dios es su contenido (lo que Dios obra en nosotros). El Evangelio es de Dios, viene de él. Jesús marcha a Galilea, tierra fronteriza, medio pagana; allí se va a desarrollar su misión; en Jerusalén acontecerá la entrega. Este texto dio origen a la palabra Evangelio, cuyo género literario se inaugura con el escrito de Marcos.

Decía: Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Jesús dice dos cosas. La primera: se ha cumplido el tiempo, como cairós decisivo, como momento de la verdad y de la alegría, aspiraciones más profundas del ser humano. Cualquier cronos puede ser cairós. La segunda: está cerca el reino de Dios. El reino, manifestación de la manera de ser de Dios, se está acercando. Jesús percibe el reino y lo introduce. El reino llega no por la observancia de la ley o como fruto del esfuerzo humano; llega como don. La mística precede a la ascesis. Nosotros, con el Espíritu, tenemos que descubrirlo y vivirlo. Para algunos judíos el tiempo para la llegada del Reino todavía no había terminado. Para los fariseos, por ejemplo, el reino llegaría cuando la observancia de la ley fuese ya perfecta. Para los esenios, cuando el país estuviera purificado. Para los herodianos cuando ellos hubieran poseído el dominio del mundo. Jesús piensa de forma diversa. Él tiene una manera distinta de leer los hechos. Dice que la espera ha terminado, está cerca el reino de Dios.

Convertíos y creed en el Evangelio. Solo la buena nueva merece conversión, entrega; solo ella suscita alegría. Conversión: significa tomar otra dirección, cambiar de rumbo, no quedarse donde se está y como se está, esforzarse en ser lo que se debe ser… Metanoia significa cambiar la forma de pensar y de vivir, cambiar el punto de vista y los esquemas viejos, permitir que la experiencia de Dios invada la vida (caer en la cuenta). La metanoia no es un sentimiento de culpa. No es la realidad la que tiene que entrar en la mentalidad estrecha, sino que la mente y el corazón tienen que ensancharse para que quepa Dios, su proyecto. Todo nuestro bien consiste en aprender a recibir. La conversión conlleva aprender de los errores, sin desanimarnos ante las caídas. Creer en el Evangelio es dejarnos fascinar por el amor. Esto origina una nueva manera de ver la realidad, las dificultades (y adonde no hay amor, pon amor y sacarás amor). El evangelio es una estupenda noticia que Jesús descubrió y nos comunicó de parte de Dios Creer es confiar en Jesús, acoger su propuesta como una buena noticia para nosotros.

5.- Respuesta a la Palabra

  • ¿Qué resonancia tiene este Evangelio en nuestra vida?
  • ¿Cómo afrontamos la Cuaresma?

6.- Orar la Palabra

No nos dejes caer en la tentación… Líbranos del mal.

 7.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Ser testigos.

No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser (Gaudete et exultate, 32).

Pueblo de Dios. Cantar a la vida, por medio del Evangelio ha sido uno de los regalos más grandes que les ha podido dar el Señor.

BROTES DE OLIVO

Pedro Tomás Navajas, ocd.

Documento: 14 Ficha de la Lectio divina: Marcos 1, 12-15

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