ESCUELA DE ORACIÓN: Lucas 21,5-19
Invocación al Espíritu
Padre todo bondadoso, llénanos de tu Espíritu, en los tiempos de prueba, para que podamos anunciar tu Palabra y ser testigos de esperanza. VEN, ESPÍRITU. VEN, ESPÍRITU. VEN, ESPÍRITU.
Motivación. Para disponer el corazón.
“Aceptemos la invitación de Cristo a afrontar los acontecimientos diarios confiando en su amor providente. No temamos el futuro, aun cuando pueda parecernos oscuro, porque el Dios de Jesucristo, que asumió la historia para abrirla a su meta trascendente, es su alfa y su omega, su principio y su fin (cf. Ap 1, 8). Él nos garantiza que en cada pequeño, pero genuino, acto de amor está todo el sentido del universo, y que quien no duda en perder su vida por él, la encontrará en plenitud” (Benedicto XVI)
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida. Contexto
El texto que vamos a leer es el comienzo del discurso de Jesús sobre el final de los tiempos. Jesús se encuentra en Jerusalén, en los atrios del Templo, se acerca la hora de su Pasión. Dice su último discurso, llamado apocalíptico. Lenguaje extraño y confuso para nosotros, pero para los pobres y oprimidos, lenguaje de esperanza y de ánimo. Lucas no especifica quiénes son los oyentes, lo dirige a todos. Este discurso puede referirse al final de los tiempos, pero también al final de cada persona, del propio tiempo de vida. En común está el encuentro definitivo con el Señor resucitado. Mezcla cuatro temas: las predicciones sobre la destrucción de Jerusalén; las predicciones sobre el final de los tiempos; anuncia la persecución de sus discípulos y exhorta a la vigilancia, estad alerta.
1. Proclamación de la Palabra: Lucas 21, 5-19
EN aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
2. Fecundidad de la Palabra
Algunos hablaban del Templo. El templo objeto de amor y admiración, lo era todo; su destrucción: el fin del mundo. Las palabras de Jesús son duras: no quedará piedra sobre piedra. Todo lo humano, por maravilloso que sea, es caduco. Identificarse con ello es equivocarse de cimiento. La verdadera identidad está más allá. El templo, un odre viejo destruido por el vino nuevo de Jesús. Lo que más vale en el templo es el gesto de la viuda (Lc 21,1-4).
¿Cuándo va a ser eso? Cuándo y cómo sucederán esas cosas: Mezcla de curiosidad y de mirada hacia el futuro, viéndolo con la esperanza de algo mejor que Dios va a dar. El evangelio nos invita a varias cosas: a dejar de lado la curiosidad inútil y morbosa sobre el final del mundo y todo lo que pueda apartarnos de la realidad actual; recrear la fe en el triunfo final de Jesús sobre el mal; a estar vigilantes, porque no sabemos el día ni la hora; y vivir con fervor el seguimiento de Jesús.
A Jesús no le impresiona tanto el fin, como la actitud de cada uno ante la realidad actual. Es el presente del creyente lo que interesa a Jesús. ¡Que nadie os engañe! La seguridad no la puede dar la falta de conflictos (siempre los habrá), ni la promesa de felicidad, sino la confianza en Dios.
San Pablo nos alienta con estas palabras: “Al presente vivo con la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí“ (Ga 2,20).
Lo esencial del mensaje está en la importancia del momento presente frente a los miedos por un pasado o las especulaciones sobre el futuro. Aquí y ahora puedo descubrir la Gracia de Dios que me invita a confiar en su Palabra de vida.
Cuando oigáis noticias… Las señales son etapas del proyecto de Dios en la andadura de la historia del pueblo de Dios.
Señales: Falsos mesías, guerras y revoluciones, nación contra nación, terremotos en varios lugares, hambre y peste, señales en el cielo, crisis de todo tipo.
No os dejéis engañar: centro del discurso de Jesús.En época de confusión siempre surgen los impostores que seducen, los engaños (milenarismos de todo tipo). La apocalíptica tiene como fin ayudar a las comunidades a discernir mejor los signos de los tiempos sin caer en el pánico y huir de la realidad actual. Jesús camina con nosotros: Su promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Profundizar en la realidad de nuestro propio ser es el único camino para escapar de las voces de sirena, del temblor del miedo. La salvación viene de Dios en Cristo. Jesús, con una sola palabra, sabe calmar todas las angustias. “Todo nos lo habló en su Hijo”.
Los discípulos puestos en la prueba. Hay muchos seguidores de Jesús que lo pasan mal. Lo que sucede puede llevar a la desilusión y pérdida de la fe, pero no es el final. Podemos mirar la prueba como un testimonio de amor. Todo es gracia. La prueba es oportunidad para ahondar en nuestra condición de hijos del Padre y mostrar el amor que nos reveló y entregó en su Hijo Jesús, amor que nos habita y sostiene.
Yo os daré palabras y sabiduría. No hay que preparar la defensa. La seguridad no la da la falta de conflictos sino la confianza en Dios. Es hora de vivir el momento presente, el aquí y ahora, entrando en la eternidad del don de Dios, de su amor. “No te inquietes por nada”. La perseverancia es indispensable para producir frutos en las pruebas cotidianas y en las persecuciones.
San Ambrosio: «Los emperadores nos ayudaban más cuando nos perseguían que cuando nos protegen». Finalidad del discurso: no tanto describir los acontecimientos, cuanto dar a los creyentes la fuerza y el coraje para vivir la fe en las pruebas y “dar la vida en la desprotección”.
3.- Respuesta a la Palabra. Meditación
¿Qué es lo que hoy anima a la gente a tener esperanza?
¿Descubrimos la buena noticia en este discurso?
¿Cómo reacciono ante las pruebas de la vida?
¿Qué puesto ocupa hoy Jesús en la historia?
4.- Orar la Palabra
La oración nos ayuda a permanecer fieles en el amor de Jesús.
Gracias, Señor, por caminar a nuestro lado, por asegurarnos tu presencia salvadora en todos los acontecimientos de la vida.
Canción: Aquí y ahora. (José Manuel Montesinos y Paqui Alonso).
5.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.
Dar testimonio de la sabiduría del Espíritu Santo.
Dar testimonio de esperanza: no ser profetas de desventuras, sino valerosos profetas de un nuevo orden basado en la justicia y la paz.
Con Jesús, nuestro interior se pacifica y desaparece la angustia, el miedo, la incertidumbre…