Invocación al Espíritu
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (1Cor 3,16). El Espíritu es el aposentador.
Espíritu Santo, inunda con tu luz nuestro cuerpo, que es tu morada.
Ayúdanos a entrar en un clima de Iglesia, de humanidad, de verdad.
Motivación. Para disponer el corazón.
María guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón
La Lectio consiste en leer y releer el texto sagrado, marcando elementos clave como verbos, sentimientos o palabras que impresionan para estimular la atención y la inteligencia.
El Espíritu Santo —el que «habló por los profetas» e inspiró la Escritura— nos sigue hablando hoy a nosotros. La educación en la escucha del Maestro interior tiene que pasar por el ejercicio de la meditación orante sobre la Palabra de Dios, por la práctica de la lectio divina.
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.
Los cuatro evangelistas narran este episodio del templo. Pero Juan lo coloca al comienzo de su relato sobre Jesús, queriendo decir que en este gesto está presente el programa de toda la misión que Jesús desarrollará. Después de las tentaciones en el desierto y la fiesta de la luz en el monte, este evangelio nos revela el sentido profundo del misterio pascual. Jesús se revela; unos los acogen, otros lo rechazan. Probablemente este suceso fue el que desencadenó su arresto, juicio y posterior ejecución.
Proclamación de la Palabra: Juan 2,13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito:
«El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
«¿Qué signos nos muestras para obrar así?».
Jesús contestó:
«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».
Los judíos replicaron:
«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
1. Fecundidad de la Palabra
¿Cuáles son las palabras o frases que llaman tu atención?
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. En la mayor de las fiestas judías, que se celebraba los días 14 y 15 del mes de nisán (marzo-abril). Esos días la ciudad está a rebosar de peregrinos. Se celebran las experiencias religiosas esenciales de la vida de Israel, de su liberación; el pueblo era libre y era de Dios. El templo ocupa el centro de la fiesta, representa la memoria histórica de una comunidad, con la que los peregrinos se sienten en comunión; es signo de multitud de personas amadas por Dios. El templo es la institución suprema del pueblo, el lugar más sagrado. Es un signo visible de la presencia de Dios. Antes lo fue la tienda del encuentro. Jesús revelará que él es el lugar de la adoración de Dios, y que cada persona es signo de esta presencia: vendremos a él y haremos morada en él. A esta ciudad sube Jesús de incógnito. Entra en la explanada del tempo y lo que ve no le gusta nada. Más que hacer fiesta, les va a amargar la fiesta.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Jesús se encuentra en el atrio de los gentiles con un mercado, un comercio de animales y monedas, y esto es un sacrilegio para él. Jesús le da al templo un nuevo nombre, lo llama casa de mi Padre, donde tiene su morada. La casa de su Padre no es un mercado. La presencia del Padre debe ocupar el corazón; todo lo demás sobra. Quien negocia con Dios, revela que no conoce su amor. La dignidad de la casa del Padre explica su actuación. Realiza un acto de purificación del templo, que estaba siendo profanado. Jesús llama a Dios mi Padre. El templo es lugar de encuentro con Dios, donde abraza nuestra miseria con su misericordia. El lugar de la veneración y adoración de Dios ha sido ocupado por la avidez de ganancias.
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Dos veces dice el texto que se acordaron los discípulos. El celo de tu casa me lleva a la muerte, está tomada del salmo 69,10, oración de un inocente perseguido. Este salmo se utiliza otras dos veces en Juan y siempre para iluminar la pasión de Jesús. Jesús no muere porque haya pecado contra Dios -como pretenden sus adversarios-, sino, precisamente, por lo contrario: porque se ha comprometido con él de una manera nunca antes vista en la historia humana. El choque tiene que ver con la concepción de Dios. Jesús reconoce a Dios como su propio padre; todo lo que él hace está inspirado por Dios; testimonia al Padre.
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Los judíos (las autoridades), que aparecen por primera vez en Juan, le piden que explique su reacción con otros argumentos. Exigen a Jesús que les dé un signo, una prueba milagrosa que garantice la fe. No les vale el sentido que Jesús ha dado a ese signo. Jesús dará más pruebas, pero unos se afirmarán en la incredulidad, otros creerán. ¿Por qué?
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Jesús expresa la verdad más profunda del templo y de los sacrificios ligándola a sí mismo. Jesús presenta su gran signo: su muerte violenta y su resurrección. Al matarlo van a dar cumplimiento a lo que ha dicho. Las autoridades malinterpretan las palabras de Jesús. La meta del camino de Jesús es la muerte, pero la última palabra será la que pronuncie el Padre levantando, resucitando, a Jesús. Jesús es la perfecta casa del Padre. Los judíos no podrán impedir que el celo de Jesús por su Padre llegue hasta la máxima expresión de amor: dar la vida.
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. En el cuerpo de Cristo resucitado se visibiliza la presencia de Dios. En él, en su nombre, se realiza la verdadera adoración. El templo vivo es Cristo mismo. Todo lo del templo remite simbólicamente a Cristo resucitado: el altar, el ambón, las ofrendas, la comunidad… Jesús, que tiene poder para crear, presenta una nueva forma de adorar.
Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Los discípulos acompañan a Jesús. Pero no basta esto para entenderle. Es necesaria la luz de la resurrección para comprender su misterio, sus palabras y acciones, su vida entera. Juan explica la importancia del discipulado. Los pasos internos del discípulo son: recordar, que no es sólo acordarse del pasado (el Espíritu mantiene vivo el recuerdo de Jesús en las comunidades; el discípulo es el que hace memoria del camino), comprender (que nace de la resurrección), creer participando en el acontecimiento de salvación, y siendo sus testigos.
2. Respuesta a la Palabra. Meditación
¿Vemos nuestro cuerpo como templo de Dios? ¿Lo cuidamos?
¿Dejo espacio al silencio, a la oración, a la adoración?
¿Cómo reacciono ante la injusticia y maltrato al templo humano?
3. Orar la Palabra
¡Señor! Hazme comprender qué valores permanentes de este texto me faltan. ¡Hazme comprender cuál es tu mensaje para mi vida!
4. Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.
Dejar que Jesús entre en nuestra vida. Aceptar que derribe mesas y expulse aquello que no viene del Espíritu. Volver a Él, dejar que su presencia reordene nuestra forma de orar, servir y vivir.
Pedro Tomás, ocd