Lectio divina: Juan 1, 29-34

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Invocamos al Espíritu.

Ven, Espíritu Santo. “La letra mata, mientras que el Espíritu da vida” (2 Co 3,6). El Espíritu Santo transforma la Sagrada Escritura en Palabra viva de Dios, vivida y transmitidaen la fe de su pueblo santo. La acción del Espíritu Santo no se refiere sólo a la formación de la Sagrada Escritura, sino que actúa también en aquellos que se ponen a la escucha de la Palabra de Dios.

Motivación

Cuando la Sagrada Escritura se lee con el mismo Espíritu que fue escrita, permanece siempre nueva. La dulzura de la Palabra de Dios nos impulsa a compartirla con quienes encontramos en nuestra vida para manifestar la certeza de la esperanza que contiene (Aperuit illis, 12).

1. A LA ESPERA DE LA PALABRA. Con la lámpara encendida

Contexto. Estamos ante un texto de densidad teológica inigualable. A diferencia de los tres primeros evangelios, la función de Juan Bautista no es el arrepentimiento ni el cambio de vida sino dar testimonio de Jesús. El texto de hoy es una invitación a ser testigos valientes de Aquél que se encuentra en medio de nosotros.

2. PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA: Juan 1, 29-34

“En aquel tiempo, En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

3. FECUNDIDAD DE LA PALABRA

Al ver Juan a Jesús que venía hacia él. Treinta años en Nazaret donde lo extraordinario es que Dios aprende a ser hombre. Ahora viene para mostrar que Dios está realizando la promesa y la esperanza de salvación dada desde antiguo a su pueblo. Y Juan lo ve venir.

‘Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’. Es el mejor resumen de toda la actuación de Jesús. El cordero alude a la pascua, al éxodo-liberación de Egipto. Jesús libera, cura, da dignidad, se compadece, hace comidas abiertas. Jesús presenta a Dios como médico, como pastor, como mujer feliz de encontrar su moneda, como padre del hijo pródigo. El verbo traducido como «quita», significa literalmente «levantar», «poner sobre sí». ¿Cuál es el pecado del mundo, el pecado básico?Es la realidad opuesta a lo que humaniza, debido a la «ignorancia» o «inconsciencia». Es lo que impide al ser humano desarrollarse como persona. Jesús viene a abrir caminos de éxodo, de libertad. Estamos ante algo grande: “Oigo un lenguaje desconocido” (Sal 80,7).

‘Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo’. Juan vivía también de esperanza. No conocía a Jesús. Ahora se coloca en su sitio cuando pone a Jesús en su sitio. Palabras sorprendentes del Bautista. Llega el esposo, el que establece la nueva alianza. Tiene derecho a la esposa.

‘He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él… ese es el que bautiza con Espíritu Santo’. Juan ve en Jesús la plenitud del Espíritu, sumerge a los suyos en el Espíritu Santo, que empapa el corazón de la persona. Bautizar con Espíritu es comunicar la misma vida divina. Juan pide a sus discípulos que sigan a Jesús; es lo que él ha hecho: ser amigo del esposo, integrarse en el plan de salvación de Dios.

Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios. Frase central del texto. En esta frase, se nombran dos temas muy queridos para el evangelista: la proclamación de Jesús como «Hijo amado y dócil» del Padre –de quien será el «revelador»- y la importancia decisiva del testimonio (Jn 19,35; 1Jn 1,2). El Bautista es la primera persona a la que el cuarto Evangelio presenta como testigo de lo que experimentó con Jesús en el bautismo de este y que expresa en afirmaciones cruciales: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”; “He visto al Espíritu bajar, como una paloma que viene del cielo, y permanecer sobre él (Jesús)”; “Y yo lo he visto y atestiguo que él es el Elegido (o el Hijo) de Dios”. Todos estos títulos del Jesús como Mesías son títulos salvadores. No se puede decir más con menos palabras. Juan pone en labios del Bautista la cristología de su comunidad a finales del siglo I, como base y fundamento de la comprensión de Jesús que va a desplegar en todo el evangelio. ¿Quién es este hombre? Jesús es una presencia de Dios, como en ningún otro ser humano. Jesús es así porque está lleno del Espíritu, es obra del Espíritu. A Jesús no lo explica un cerebro excepcional ni una educación magnífica, ni nada de lo que explica a las personas notables o a los genios. A Jesús lo explica sólo «la fuerza del Espíritu», que «Dios estaba con él».

4. RESPUESTA A LA PALABRA

¿Quién es Jesús para ti? ¿Por qué crees en él? ¿Qué significa para ti, hoy, ser discípulo misionero? ¿Cómo verbalizas tu fe? ¿Cómo das testimonio de Jesús? ¿Te sientes llamado/a a abrir caminos de liberación a tu alrededor?

5. ORAR LA PALABRA

«¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión» (Comentarios sobre el Diatésaron, 1,18).

Jesús, libéranos, levántanos.
Jesús, bautízanos con Espíritu Santo.
Jesús, tu eres el hijo de Dios.

Canción: Confío en ti, Brotes de Olivo

6. CONTAR AL MUNDO LA NUEVA MANERA DE VIVIR.

Dar testimonio de lo que hemos percibido en Jesús. Ser videntes que señalan a Jesús. Estar convencidos de su presencia. Ser conscientes de la misión que hemos recibido. Poner en lugar de la malicia la inocencia, en el lugar de la fuerza el amor, en lugar de soberbia la humildad; en lugar del prestigio el servicio. Testimonio de encuentro con la misericordia de Jesús.

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Lectio divina: Jn 1, 29-34

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