LECTIO DIVINA: Juan 3,14-21

Invocación al Espíritu

La Cruz es la prueba de que le importamos a Dios. Ven, Espíritu.  Motivación. Para disponer el corazón.

Amar a alguien es decirle: Tú no morirás jamás.

Quien medita incesantemente los evangelios y se adentra con alma amorosa en las obras y palabras de Cristo, estas se transforman en parte de sí mismo, en una fuerza viva que actúa continuamente en él (Edith Stein).

El Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo (Papa Francisco).

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.

Final del diálogo de Jesús con Nicodemo, cuando este fue a verlo de noche. En la noche de este sabio de Israel se encendió la luz.

Juan, con su mirada contemplativa, nos presenta a Dios como el amante que sólo sabe amar. Sólo el amor es digno de fe.

1. Fecundidad de la Palabra

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo. El texto: segunda parte del diálogo de Jesús con Nicodemo. Para tener vida hay que nacer de nuevo. Tenemos deseo de eternidad, pero no podemos darnos vida; la vida es siempre recibida. Don y tarea: claves del bautismo. La conexión entre nuevo nacimiento (por parte de Dios) y creer (por parte del hombre) está también claramente afirmado en Jn 1,12-13: [La Palabra] les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Y en 1Jn 5,1: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios. Si queremos vivir eternamente, debemos creer en Aquel que es la vida, creer en el amor que nos tiene.   

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. A Dios le duele la muerte del hombre y quiere darle vida. Se recuerdan momentos difíciles de la travesía de Israel por el desierto y las preguntas-quejas: ¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto? Muchos mueren mordidos por la serpienteYahveh manda construir un mástil con una serpiente: Todo el que la mire, vivirá (Nm 21,5-9). La curación es obra salvífica de Dios. La Cruz sigue levantada para ser mirada y obtener vida. En la Cruz, el pecho del amor muy lastimado (Juan de la Cruz), descubrimos lo que le importamos a Dios. El Crucificado es el símbolo de la salvación, fuente de vida. El amor de Dios tiene su cumbre en la Cruz. Ante un ajusticiado se desvía la mirada. Aquí hay que mirar al Salvador. No hay otro camino para la vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Nos fijamos en el por qué y el para qué; son los motivos de Dios y los sentidos nuevos que se abren para nosotros. Estamos ante el amor entregado, la encarnación hasta sus últimas consecuencias. Es la experiencia fundante del amor de Dios: el amor por encima de todo, el que da valor a la vida. Lo que hace Dios es porque nos ama de una manera que no podemos ni imaginar. Quiere salvarnos a base de amor. Nada le obliga a amar y, sin embargo, elige amar. Sin tener que amar nos ama. Aunque no seamos fieles, Dios sigue amando. Este es su compromiso. A este mundo, seducido por el mal, es al que entrega Dios a su Hijo, para abrazarlo con amor misericordioso. Gracias a tanto amor la historia puede ser leída como una historia de salvación. El evangelista contemplativo enseña que la visión de la Cruz como crueldad humana, abandono de Dios…, es insuficiente. La Cruz se ve como presencia de amor ilimitado. Dios se interesa de tal manera por su amada humanidad que es capaz de dar a su propio Hijo como don. Dios no se reserva nada para sí mismo, no lo perdona (Rom 8,32).

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. De nuevo aparecen el por qué y el para qué. ¿Qué imagen de Dios tenemos? Dios es amigo de la vida. No en un Dios que manda castigos, enfermedades, desgracias. Dios quiere la vida. No se aparta del mundo dejándolo abandonado. Dios toma la iniciativa en el amor. Dios siempre ama más y ama primero. Dios es el amante que sólo sabe amar. La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros (Rom 5,9).

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. El juicio no está al final de la vida, el juicio comienza ahora. Y consiste en aceptar o no este amor que Jesús crucificado entrega y que no merecemos. El sentido de la vida está en nuestras manos. Por parte de Dios no va a quedar nada por hacer para que vivamos una historia de amor. Y si a veces optamos por vivir al margen del amor, Dios nunca nos destierra de su corazón, siempre abre caminos de retorno, nos espera. La condena nos la procuramos nosotros. La respuesta al don de Dios es la fe como acogida de ese don. La comunión con la vida y el amor de Jesús se obtiene creyendo en él, confiando en el Crucificado. Opción: ir a la luz o encerrarse en las tinieblas. Dios cuenta con nosotros para vivir el amor y poder decir, que ya solo en amar es mi ejercicio (Juan de la Cruz).  

Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. Luz en medio de la noche. La luz pone al descubierto a todos: a los que hacen el mal y a los que hacen el bien. Este evangelio nos ayuda a plantearnos el tema de la vida con más profundidad, a aprender el camino del amor, como lo único que da sentido a la vida. Crecemos cuando amamos. Nuestra vida depende de nuestra fe. ¿Preferiremos las tinieblas? La fe para amar no es una opción más entre tantas, es la opción fundamental.

En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios. ¿Cómo es posible el nuevo nacimiento? Sumergiéndonos en la vida de Dios. Quien se acerca a la Cruz, locura de amor de Dios a la humanidad, percibe la luz y la verdad. Quien se acerca a la Cruz entiende la historia humana como un espacio de misericordia. Quien se acerca a la Cruz percibe que Dios nunca pierde la esperanza en el mundo. Quien se acerca a la Cruz elige amar y cualquier situación es una oportunidad para obrar con los mismos sentimientos de Jesús. Quien se acerca a la Cruz percibe que todo su obrar está hecho según el proyecto amoroso de Dios. Así se renueva nuestro bautismo: obra del amor de Dios por nosotros y respuesta nuestra de fe dejándonos amar (¡Déjate amar!, de Isabel de la Trinidad). Así se da visibilidad a Dios.

2. Respuesta a la Palabra. Meditación

¿Cómo vivo el amor de Dios? ¿Sé que amor saca amor?
¿Cómo entiendo la atención amorosa?

3. Orar la Palabra

Pedimos perdón por elegir a veces las tinieblas.
Miramos a Jesús crucificado y le damos gracias por su amor: 
Me amó y se entregó por mí. Para amar con veras de amor.
Canto: Creo en Jesús, creo en Jesús. Él es mi amigo, es mi alegría, él es mi amor. Creo en Jesús, creo en Jesús. Él es mi Salvador.

4. Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

Tarea para la semana: Haz lo que es en ti. Déjame tú hacer a mí. No te inquietes por nada (Teresa de Jesús).
Una mujer que perdió a su hijo en los bombardeos: ‘Perdón, yo los perdono’. Esta palabra perdón la hemos perdido. Sabemos condenar a lo grande, yo el primero. Tenemos que perdonar. Esto fue lo que más me impactó en Qaraqosh (Irak). (Papa Francisco)

Pedro Tomás Navajas

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