PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
Invocación al Espíritu
Ven, Espíritu Santo, ayúdanos a permanecer velando a la espera del Señor que viene, como una antorcha encendida en la noche.
Motivación
Somos la esposa que espera en la noche la llegada del esposo… el papel de la esposa es esperar (Simone Weil).
Cuidar la vida interior, para que el cansancio no prevalezca sobre el asombro. Simeón y Ana no eran personas amargadas ni resentidas, no masticaban amarguras, esperaban la llegada de la Luz.
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida. Contexto. Estamos ante una obra maestra de la teología de Lucas. Su significado va más allá del hecho histórico. La vida de Jesús estuvo insertada plenamente en la tradición judía. En este día de la Presentación del Señor, la liturgia nos propone tomar cirios encendidos e ir al encuentro del amor de Cristo que viene.
La fiesta de hoy es conocida y celebrada con diversos nombres: La presentación del Señor, la purificación de María, la fiesta de la luz, la fiesta de las Candelas o Candelaria.
Día de la vida consagrada: Peregrinos y sembradores de esperanza. La vida consagrada es vida nueva. La Presentación constituye un icono elocuente de la donación total de la propia vida ¿Qué sería del mundo si no existieran los religiosos? (Santa Teresa).
Proclamación de la palabra: Lucas 2, 22-40
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él.
Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor.
Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día.
Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.
1. Fecundidad de la Palabra
Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor. Los encuentros vivos con Jesús tienen lugar en medio del pueblo creyente. Todo se ilumina cuando llega Jesús. La Presentación de Jesús en el templo constituye un icono elocuente de la donación total de la propia vida de los consagrados. Pongamos ante los ojos de la mente el icono de María Madre que va con el Niño Jesús en brazos. Lo lleva al Templo, lo lleva al pueblo, lo lleva a encontrarse con su pueblo (Papa Francisco). Van movidos por la ley (constancia fiel de cada día hecha con amor) y se encuentran con dos ancianos movidos por el Espíritu. La ley y el Espíritu se encuentran. María sabe decir sí a Dios y así entrega a Jesús al mundo.
Simeón, hombre justo y piadoso, aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. A José y a María les salen al encuentro dos ancianos, que tienen el arte de vivir como peregrinos de esperanza en Dios. Los jóvenes esposos escuchan, los ancianos hablan. En el marco de la ley acontece la fiesta del encuentro, lo extraordinario de la profecía, la sorpresa de Dios. Si los jóvenes están llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves (Papa Francisco). El gozo de la salvación lo pone en marcha el Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas. En la fidelidad a la ley y al Espíritu, Dios pide que lo encontremos en los hermanos, en la vida de cada día. Los hermanos y hermanas que Dios nos da son parte de mi historia, son dones que hay que custodiar (Papa Francisco). Simeón y Ana esperaban la consolación de Israel practicando justicia, orando; representan siglos de espera. Esperan en Dios para alegría del pueblo. Nos hace bien mirar la paciencia en la espera de estos entrañables ancianos, sus corazones jóvenes velando, sin rendirse al derrotismo ni jubilar la esperanza, capaces del asombro de acoger al Salvador en la novedad de su venida. Simeón y Ana reflejan la vida consagrada de estos tiempos y constituyen modelos de peregrinos y sembradores de esperanza. No se duermen, despiertan al mundo.
Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios. Simeón toma al niño de los brazos de su madre, lo abraza. Simeón, lleno de gozo, toca con fe al niño, ya no le da miedo la muerte. Para tener alegría hay que abrazar a Jesús. Al gesto sucede la palabra de bendición. La vida consagrada transmite la mística de vivir juntos, de mezclarse, encontrarse, tomarse en brazos, apoyarse, participar unos de la vida de los otros, haciendo realidad una verdadera experiencia de fraternidad que se percibe en medio del pueblo como una caravana solidaria, una santa peregrinación de esperanza, convencidos de que, salir de sí mismo para unirse a otros, hace siempre bien. Tocan a Jesús en la vida. En Jesús, abrazan a la humanidad. Bendicen.
Mis ojos han visto a tu Salvador. Simeón se convierte en testigo. Ve la sencillez de Dios y profetiza. Su canto Nunc dimittis, precioso canto de quien ya ve la salvación, encierra todos los cantos del Espíritu. Llama a Jesús: Luz para alumbrar a las naciones (carácter universalista de la salvación). Ante Jesucristo nadie puede quedar indiferente. ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies de quien trae alegres noticias! (cf. Is 52,7). Jesucristo es un abismo de luz. Hay que taparse los ojos para no caer en él (Kafka). Que la Iglesia valore cada vez más el testimonio de las personas consagradas. Es imposible conocerte y no amarte, Jesús; es imposible, Señor.
Será como un signo de contradicción. Gozo y dolor. Vida y cruz como camino de resurrección. María vivió con una espada en el alma. Cuando hay un dolor en el alma duele todo.
Ana, presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Había pasado muchos años de viuda, pero su vida no era sombría. Identificada con el templo, columna vertebral de la espiritualidad judía, aguardaba la liberación. Se le enciende el alma y el corazón de una forma profética para proclamar la liberación. Rompe su silencio y deja oír la profecía. Habla del niño a todos. Es la mujer tocada, visitada por Dios. Alaba y da alegría al pueblo.
Se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Esta escena programática se realizará a lo largo de la vida de Jesús. María representa a la nueva comunidad que pasa de la experiencia de la fidelidad a la ley a la experiencia de la fidelidad al Espíritu.
El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él. Lucas da importancia al templo de Jerusalén, como centro de la vida del pueblo. El itinerario de Jesús tiene su meta en Jerusalén. Él será el nuevo templo para todos los pueblos. Jesús creció llenándose de sabiduría. Vamos creciendo ayudados por los profetas que Dios nos regala en el camino.
2. Meditación. Respuesta a la Palabra
¿A qué te invita esta fiesta? ¿Tomas cada día la decisión de encontrar a Jesús? ¿Dónde y cuándo acontecen tus experiencias del Espíritu? ¿Qué sugieren para tu vida los profetas Simeón y Ana?
3. Oración. Orar la Palabra ¿Qué le dices a Dios con este Pongamos ante los ojos de la mente el icono de María Madre que va con el Niño Jesús en brazos, lo lleva al Templo, lo lleva al pueblo, lo lleva a encontrarse con su pueblo? (Papa Francisco).
Hermosa María –dice el sol vencido-, de vos ha nacido el Sol que podía dar al mundo el día que ha deseado. Esto dijo, humillado, a María el sol, porque vio en sus brazos otro Sol mayor (Himno).
Portones, alzad los dinteles, que se alcen las puertas antiguas. Va a entrar el rey de la gloria (Salmo 23).
4. Acción: Contar al mundo la nueva manera de vivir
Vivir la alegría del encuentro con Jesús. Compartir el gozo de Jesús con los hermanos de la comunidad. Experimentar el júbilo de hablar de Jesús a los que nos rodean. Tocar a Jesús en los hermanos que sufren. Consolar. Sembrar esperanza.
Pedro Tomás Navajas, ocd