LECTIO DIVINA: Lucas 3,10-18Tercer Domingo de Adviento «Gaudete»LECTIO DIVINA: Lucas 3,10-18

Invocación al Espíritu

¡Cuán manso y amoroso / recuerdas en mi seno, / donde secretamente solo moras y en tu aspirar sabroso, / de bien y gloria lleno, / cuán delicadamente me enamoras! (San Juan de la Cruz, Llama).

Motivación. Para disponer el corazón.

Celebramos el domingo de Gaudete (fiesta de la alegría) con la música de Juan Bautista, de Juan de la Cruz, de Jesús para danzar a ritmo de evangelio (buena noticia). Somos un lujo de alegría

En darnos, como nos dio a su Hijo -que es una Palabra suya, que no tiene otra-, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, que no tiene más que hablar (San Juan de la Cruz).

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida

Lucas es el evangelista de la alegría (Jaire, alégrate, María); en este texto, que no es de la fuente Q, humaniza el mensaje de Juan. Pablo dice a los filipenses, su comunidad referida, que se alegren en el Señor. Jesús quiere para sus amigos la alegría completa; con él, nuestras vidas pueden cambiar y este mundo puede ser distinto.  La fiesta puede organizarse, la alegría se recibe, es un don.  Regocijémonos y disfrutemos con todo nuestro ser. Un cristiano tiene el ADN de la alegría.

Proclamación de la Palabra: Lucas 3,10-18

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
   «Entonces, ¿qué debemos hacer?».
Él contestaba:
   «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
   «Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?».
Él les contestó:
   «No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban:
   «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?».
Él les contestó:
   «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba en expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
   «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».
Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.

1. Fecundidad de la Palabra

La gente preguntaba a Juan: Entonces, ¿qué tenemos que hacer? Él contestaba: El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. La gente (multitudes anónimas), los publicanos y los soldados, considerados impuros, van a Juan con una pregunta que, por su dinamismo, es clave en el Adviento. Así se abren a la salvación que ha pedido Juan. Cinco veces se repite en el texto el verbo hacer. No hay mejor manera de esperar a Jesús que tratar bien al necesitado, que compartir y humanizar nuestro consumismo alocado: practicar la caridad, la honestidad, la sobriedad. Lucas, en sintonía con Isaías (partir al hambriento tu pan, cubrir al desnudo, recibir en casa al que no tiene hogar, 58,7), insiste en la atención a los pobres. Esto causa alegría (Gaudete: Alegraos conmigo porque he hallado a la oveja perdida, Lc 15: parábolas de la misericordia). En Adviento, salvación y alegría van de la mano. Juan es claro y concreto, al enseñarnos cómo hemos de vivir. Sugiere la austeridad como estilo de vida y compartir. Esto es una constante en la obra de Lucas.  

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros? Él les contestó: No exijáis más de lo establecido. Los publicanos están al margen de los esquemas religiosos del judaísmo. Cobran impuestos, se enriquecen exigiendo a los contribuyentes, sumas superiores a las establecidas oficialmente; son delincuentes de cuello blanco. Juan les pide que no caigan en la corrupción, que sean honestos. A lo largo del evangelio muchos de estos van a vivir un cambio radical de vida junto a Jesús (Mateo, Jairo…). Dios no excluye a nadie de su alegría. Y habrá alegría y salvación. 

Unos soldados igualmente le preguntaban: Y nosotros, ¿qué debemos hacer? Él les contestó: No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga. Los soldados, que eran judíos enrolados en el ejército romano, mano dura para los cobradores de impuestos, también eran mal vistos. Juan propone un hacer específico; les pide que no usen la fuerza ―tortura o extorsión― para obtener información sobre la gente sospechosa, y que no busquen ganancias extras haciendo mal uso de la autoridad que se les dio. La preocupación de fondo es la justicia social, en sintonía con los profetas y, después, en sintonía con la Iglesia en Pentecostés (Hch 2,4; 4,32-35). La justicia social trae la alegría y la paz. 

Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió. El pueblo, que tiene grandes expectativas, gemidos de esperanza, se pregunta por la identidad de Juan que exige tanto; también preguntarán a Jesús. La pregunta parte del pueblo no de las autoridades, que investigan al peligroso profeta (ver Juan 1,25). 

Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Juan bautiza con agua, es fuerte y grande, pero viene el que es más fuerte y más grande. Juan explica su identidad con una imagen: la del esclavo (levirato). Cualquier voz que hable de Jesús no es todavía su voz. Pero oír a quien habla en nombre de Jesús alienta la esperanza de oírle a él un día. 

Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; e4n su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. El bautismo con Espíritu y fuego nos desvela lo que somos: sientes que Dios te ama de veras… e igualándose contigo, te dice: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser cual soy para ser tuyo y para darme a ti (Juan de la Cruz). Dios en nosotros, nosotros en Dios. Juan piensa que Dios vendrá con un fuego purificador, Jesús hablará de Dios como un fuego de misericordia. Jesús bautiza en el Espíritu Santo. Aquí está la clave de este evangelio. Adviento: descubrimiento de nuestra identidad, de lo que somos por gracia. En este estado de vida siempre el alma anda interior y exteriormente como de fiesta, y trae con gran frecuencia en el paladar de su espíritu un júbilo de Dios grande, como un cantar nuevo, siempre nuevo, envuelto en alegría y amor en conocimiento de su feliz estado (Llama 2,36). ¿Qué tales habremos de ser? Alegres en el Espíritu Santo. 

Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio. El Adviento es un evangelio, es ejercitarnos para vivir lo que somos por gracia, es un descubrimiento de la belleza y dignidad que llevamos dentro. El evangelio se anuncia con un corazón enamorado. Que en este tiempo de preparación al Jubileo construyamos comunidades nuevas, con sabor a Evangelio, contagiándonos unos a otros solidaridad y pasión por el Reino. Vivido todo con alegría.

2. Meditación. Respuesta a la Palabra

¿Qué debemos hacer?
Entrega un poco de tu tiempo adicional para hacer algo por los demás. Ponte en marcha. ¡Comprométete! ¡Deja de ser un espectador! ¡Participa!
Busca a algún grupo humano (ancianos, enfermos, familias necesitadas) y busca la forma de ayudarles en sus necesidades y carencias, hacerles compañía, consolarlos, alentarlos… y, si puedes, llevarles el mensaje de Jesús.
Examina qué acciones concretas de tu existencia te acercan a los demás y cuáles te separan.

3. Oración. Orar la Palabra

¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche más amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste/ Amado con amada, amada en el Amado transformada! (San Juan de la Cruz). 

4. Acción: Contar al mundo la nueva manera de vivir

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (Evangelii Gaudium).

Pedro Tomás Navajas, ocd

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