V DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
Invocación al Espíritu
Ven, Espíritu de Dios, don derramado sobre nosotros para el perdón de los pecados, para vivir la comunión y la misión.
Motivación
Es importante ser discípulos de la Palabra, antes de ser militantes activos (Alberto Bobbio).
Mi vocación es llevar a los hombres a Dios (Beato María Eugenio).
Yo no he hecho en mi vida otra cosa que llevar el agua de la Palabra de Dios (Raniero Cantalamessa).
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida. Entramos en este maravilloso relato. Hemos dejado la sinagoga y ahora estamos a orillas del lago de Galilea. Hace casi dos mil años, algo extraordinario sucedió para que algunos pescadores dejaran sus barcas, sus redes y los peces, y siguieran de cerca a Jesús. ¿Por qué lo hicieron? Por tu Palabra echaré las redes. Comienza la narración de la misión de Jesús. A Jesús no le ha paralizado el fracaso en la sinagoga de su pueblo ni la violencia desatada por sus palabras. Se abre camino, libre. Su fama se extiende, cura a enfermos, predica en las sinagogas. Después de todo esto acontece la llamada de Pedro y de los primeros discípulos. Lucas pretende infundirnos coraje para el servicio misionero. A pesar de todas las dificultades, externas e internas, es posible, con la fuerza de la Palabra y la presencia de Jesús, anunciar el Evangelio. Toda misión se apoya en la fuerza de la Palabra. Jesús quiere subirse a nuestra barca y acompañarnos en la travesía de la vida.
Proclamación de la palabra: Lucas 5,1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
1.Fecundidad de la Palabra
La gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. A orillas del lago, muchos quieren oír la palabra de Jesús (logos tou theou, expresión frecuente en Lucas). A diferencia de lo que pasó en Nazaret, Jesús encuentra una multitud dispuesta a escucharle, entre ellos algunos pescadores. Aunque a veces las grandes preguntas se orillan porque bastante hay con sobrevivir, hay muchos que descubren el gemido interior y se ponen en camino, no desean llenar la vida de años sino los años de vida. El texto, en torno a una pesca en el lago de Galilea, tiene tres partes: enseñanza desde la orilla del lago, pesca milagrosa, la vocación de Pedro. Las tres partes giran en torno a la palabra de Jesús. La Palabra siempre llama, es un desafío a vivir de forma creativa buscando soluciones a los problemas de la humanidad: hambre, guerra, esclavitud. La Palabra no se deja amedrentar.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. En medio de la naturaleza. Jesús irrumpe en la historia de Pedro. Le pide la barca, que hará de púlpito. También a nosotros. Pide colaboración. Habla sentado: con la autoridad de un maestro. No sólo enseña en la sinagoga para un público seleccionado, sino en un barco, en la misma orilla. La iniciativa es de Jesús. Enseñaba, en pretérito imperfecto, o sea, realiza una enseñanza prolongada (como el escuchaba la Palabra, de María de Betania). Enseña desde el corazón. Su pretensión: que seamos su voz en el mundo.
Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. Aquí comienza la parte central del relato, De nuevo aparece la palabra de Jesús, indicando lo que hay que hacer. Jesús siempre invita a arriesgar, recorriendo caminos inexplorados, a ir más allá (duc in altum). El discípulo sabe poner a Jesús en el centro. La experiencia de Jesús es fundamental en todo camino de seguimiento.
Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes. Importa no sólo escuchar sino obedecer a la palabra de Jesús. Pedro no se apoya en la experiencia reciente o evidencias (expertos, toda la noche, sin pescar) sino en la palabra de Jesús. La luz del día no es la mejor hora para pescar. Pedro constata su fracaso y manifestará su deseo de abandonar. Pedro tendrá que aprender a confiar, a apoyarse en la palabra de Jesús. La palabra de Jesús tiene más fuerza que la experiencia frustrante de la noche sin pescar. La vocación-misión sólo puede ser asumida en la fuerza de la palabra de Jesús. Al obedecer, Pedro actúa en la fe de Jesús, con la fe de Jesús; hace una experiencia del poder de Jesús, del Maestro.
Hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Fueron fieles a Jesús después del fracaso. Resultado sorprendente: donde está Jesús abunda, sobreabunda, la vida. Necesitan la ayuda de la otra barca. Las comunidades no caminan solas, se ayudan en sínodo. Poniendo a Jesús en el centro, juntos regalamos vida.
Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador. Pedro, asombrado, cae en la cuenta de quién es Jesús y quién es él: un hombre pecador. No está en el mismo plano que Jesús, al que llama Señor. Ve la solución en apartarse de Jesús. Siente miedo y a la vez atracción. Jesús no le hace caso. Los llamados no son santos sino pecadores. La Palabra crea la capacidad de responder.
No temas; desde ahora serás pescador de hombres. El no temas es una declaración de perdón. Somos pecadores y lo reconocemos, pero lo que importa es seguir a Jesús. Te haré pescador. Pedro y sus compañeros se hacen discípulos del Señor de la misericordia.
Jesús le da su mano, cuenta con él, Ante la promesa de Jesús, de nuevo su palabra, las debilidades cuentan poco. A la reacción negativa de Pedro responde la actitud confiada de Jesús. Después de la llamada de Jesús comienza el seguimiento, no desde las propias fuerzas sino desde la confianza en él. El pescador (el que libera, no el que captura) antes ha sido pescado (liberado). Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano (San Agustín). Hay muchas personas, más de lo que parece, que se fían de Jesús y son un abrazo a la humanidad más herida.
Y dejándolo todo, lo siguieron. Eso hicieron los pescadores del lago. El seguimiento es adhesión completa del discípulo a Jesús. Dejan atrás todo lo que impide estar disponibles para llevar una buena noticia a los que buscan y a los que se han cansado de buscar. Sacan las barcas a tierra, ya no harán lo que hacían. Comienzan una vida nueva, Jesús es su Señor. El servicio misionero depende de estas experiencias fuertes, nunca es algo solo nuestro. Toda debilidad es nada frente al poder de la Palabra; de ella viene el coraje. Canto: Sé mi luz, enciende mi noche.
2. Meditación. Respuesta a la Palabra
¿Cómo valoras en tu vida la palabra de Jesús?
¿Cómo vives la confianza en Jesús? Sé de quién me he fiado.
3. Oración. Orar la Palabra
Rema mar adentro. Por tu palabra, echaré las redes.
Serás pescador (liberador). Lo siguieron.
4. Acción: Contar al mundo la nueva manera de vivir
Tú eres pescador de Cristo, al cual se le dice: Desde este momento le darás la vida a los hombres. Lanza tus redes, lanza tus miradas, lanza tus palabras, de manera que no oprimas a nadie, sino que sostengas al que vacila (San Ambrosio).
Pedro Tomás Navajas, ocd