DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO
Invocación al Espíritu
Canto al Espíritu: Haz de mí un anawín, hazme pobre, un anawín. Un anawín, un pobre. Haz de mí, mi Dios, un anawín.
Motivación. Para disponer el corazón.
Si alguno de nosotros se plantea la pregunta: «¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?», la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas (Papa Francisco, Gaudete et exsultate, 63).
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.
¿Cómo ser cristianos? Lucas propone el Sermón de la llanura (universalidad), no en el monte (Mateo). Muestra el contenido de la enseñanza de Jesús. Y lo hace con palabras con velocidad de rayo, nada perezosas. Palabras de ánimo a las comunidades perseguidas para mantener la esperanza. Lo que distingue una vida plena, de la que no lo es, es la confianza en el Señor que abraza nuestras pobrezas. Mensaje importantísimo sobre la felicidad. Uno de los textos más impresionantes de la historia, una gran paradoja.
Proclamación de la Palabra: Lucas 6,17.20-26
En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
—«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas».
1. Fecundidad de la Palabra
Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía. A Jesús lo rodea un grupo grande de discípulos, y una gran muchedumbre del pueblo. Habla mirando. Lo hace al aire libre, donde se vive, se trabaja, se sufre. Proclama un ideal de incomparable belleza con palabras poéticas, a contracorriente. Anuncia lo que vive. Estamos ante un lenguaje provocador: ¿puede ser feliz un pobre? Algunos han dado la vida por estas palabras, otros han detestado del cristianismo por esto. ¡Qué desafiante es este mensaje para el mundo de hoy! El Reino que Jesús anuncia es así de escandaloso. Logos tou theou está inequívocamente en el mundo de aquellos que los poderosos han maltratado, perseguido, calumniado y empobrecido. Estamos ante la meta y camino del Reino, el navegador de nuestra vida cristiana (Papa Francisco). Estamos ante el corazón del Evangelio. El Evangelio nos invita a examinar en qué o en quién estamos depositando nuestra confianza y qué camino estamos siguiendo en nuestra vida. Las bienaventuranzas expresan cómo actúa Dios, cómo debe actuar la Iglesia.
Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Esta primera bienaventuranza está en presente, las otras en futuro. ¿Qué tipo de pobres son estos que poseen lo esencial? Los que necesitan mendigar. ¿Somos lo que tenemos o lo que somos? ¿Dónde ponemos la confianza? Las riquezas son seguridades postizas que no aseguran nada. No dejan sitio a la Palabra, al abrazo de Dios. La fe más evangélica la viven los pobres que creen, los que optan por una vida austera y despojada; los pueblos más ricos y poderosos están más descristianizados, han puesto la felicidad en otras cosas, han confundido felicidad con bienestar. Podemos ser arbusto en el desierto, seco y sin vida o árbol plantado junto al agua, que da fruto. Ser pobre en el corazón eso es santidad.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dios está al lado de esas personas que se inspiran en las bienaventuranzas; el Reino les pertenece aquí y ahora. En las bienaventuranzas se ve a Dios. Un día no serán así las cosas. Lo que ahora vivimos no es lo definitivo. Al elegir ser pobres, al optar por estilos de vida justos y buscar justicia para los pobres y débiles, el futuro se hace presente. Compartir es nuestra mayor riqueza. Buscar la justicia con hambre y sed, esto es santidad.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. ¿Qué es lo que hace buena la vida? Las bienaventuranzas hacen que brinquemos de alegría. Viene el Reino: la boca se llena de risas, la lengua de cantares; es posible consolar a otros sin alejar la mirada de su llanto, sin huir de las situaciones dolorosas. El llanto no tiene la última palabra. Porque Dios está, en las noches sombrías también se puede cantar. Saber llorar con los que lloran, eso es santidad.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. La persecución sigue viva. Hoy se hace difícil vivir las bienaventuranzas, pero el sufrimiento es dolor de parto. El secreto de la felicidad está en tomar parte de la alegría de Dios. No se puede esperar que, para vivir el Evangelio, todo nos sea favorable. Aceptar cada día el camino del Evangelio, aunque nos traiga problemas, eso es santidad.
Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Al dejarnos sorprender por la belleza de la verdad de Jesús, al vivir con esa convicción, saltamos de gozo. La resurrección da futuro a los excluidos, a las víctimas. El mensaje de Jesús tiene la intención de provocar cambios en las condiciones que deshumanizan a la gente, ayer y hoy. Los que viven así contribuyen a la creación de un mundo justo, solidario y feliz.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! Los ayes son formas de muerte disfrazadas de vida con minúscula, la ineficacia de los egoísmos; son un grito profético de dolor. Dios no está ahí, ahí sólo hay ídolos de muerte. Las riquezas son aridez en el desierto. El corazón, cuando se siente rico, cierra la puerta a Dios y a los pobres. La indiferencia hace invisibles a los pobres. Hay poca gente feliz. ¿Cuándo aprenderemos a necesitar menos y compartir más?
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! La Palabra nos juzga y nos critica. La búsqueda de lo superfluo agota y no da la alegría. Pero a la vez la pobreza no es una fatalidad sino una injusticia. Hay hambre porque alguien no comparte el pan. Dios no está en la risa insolidaria.
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! El mundano mira hacia otra parte cuando hay problemas de enfermedad a su alrededor.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas. Querer valer en corazón ajeno es paja; buscar profetas que nos halaguen es dejar fuera la novedad y alegría del Evangelio. Nos basta saber que Dios habla bien de nosotros. Sólo Dios basta.
3.- Respuesta a la Palabra. Meditación
¿Cómo prefieres vivir: como un cardo en la estepa o como un árbol frondoso, que da fruto aún en la dificultad? (Sal 1).
¿Qué le aportan a tu vida las bienaventuranzas?
Tu confianza en Dios, ¿te lleva a ver y vivir la vida en positivo?
Tu mentalidad ¿se basa en el criterio de Jesús o en el criterio del mundo?
4.- Orar la Palabra
Volvamos a escuchar a Jesús, con todo el amor y el respeto que merece el Maestro. Permitámosle que nos golpee con sus palabras, que nos desafíe, que nos interpele a un cambio real de vida. De otro modo, la santidad será sólo palabras (Papa Francisco).
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor (Sal 1).
5.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.
La vivencia personal y comunitaria del Jubileo también trae consigo el compromiso social.
Mirar el mundo con los ojos de la generosidad, la justicia y la fraternidad, valores que deben guiar toda nuestra acción cristiana.
La justicia y la fraternidad que buscamos no son un sueño lejano, sino una misión urgente. Hoy, más que nunca, el mundo necesita de nuestra solidaridad, de nuestra generosidad y de nuestra fe en un futuro mejor para todos (Monseñor Juan Carlos Elizalde).
Pedro Tomás Navajas, ocd