XXVIII DOMINGO DEL T.O.
Motivación
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Somos el cuerpo de Cristo. Estamos reunidos con toda la Iglesia en este momento de oración. Contemplamos a Jesús con los ojos de María.
Todo lo estimo pérdida, con tal de ganar a Cristo (Flp 3,8).
Danos, Señor, una cura de humildad. La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida (FT 215).
Arte del Espíritu con sabor a sinodalidad: Saber partir el pan y repartirlo. El pan de una verdad común a todos (Octavio Paz).
Invocación al Espíritu
Haz silencio. Invoca al Espíritu Santo con toda sinceridad. El Espíritu Santo te ama.
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida
En su camino a Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a los discípulos. Se sirve de la pregunta de un joven rico.
En la tradición judía, la riqueza era vista como una bendición de Dios y la persona rica como especialmente bendecida por Dios. Junto con la idea de la bendición y el favor divino venía una obligación divina (a menudo ignorada): el cuidado de los pobres.
Estamos ante el evangelio de las miradas. Una mirada al joven con una propuesta. Una mirada reflexiva ante la riqueza que se adueña del corazón. Una mirada de aliento a los discípulos (hijos).
Proclamación de la Palabra: Marcos 10,17-30
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús le contestó:
«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque
era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».
Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:
«Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».
Ellos se espantaron y comentaban:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
1. Fecundidad de la Palabra
Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” La vida eterna se recibe, no se alcanza. Jesús va de camino. Un (joven) acomodado materialmente y rico en la observancia de la Ley, viene corriendo, se pone de rodillas (algo inusual en personas como él),le pregunta por una vida en plenitud, por lo más valioso, que merezca la pena. El deseo es importante, pero la vida no se alcanza por el hacer, sino por el recibir. Lo mejor es don. Se creía bueno, pero sabía que le faltaba algo. Dedicamos un rato a estar con Jesús. Ponemos ante él el deseo de vida que llevamos en el corazón. Nuestra alegría es tenerle por amigo: De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura (Santa Teresa). Nos unimos, en sinodalidad, a los que buscan a Jesús.
Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Los mandamientos son una preparación para recibir el don. Una referencia al credo central de la Torá, la Shemá. Sólo Dios es bueno. Para Jesús, sólo conseguimos estar bien con Dios, si estamos bien con el prójimo (resalta los mandamientos que tienen que ver con las relaciones con el prójimo, no estafarás en vez de no codiciarás).
Él replicó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres y sígueme”. Propuesta desafiante de Jesús. Una cosa te falta para tu cura: el don de estar lo suficientemente libre de sus bienes como para seguir sin reservas la llamada de Jesús. El Jesús de los evangelios no hace nunca de la pobreza radical una condición universal del discipulado. Nos detenemos en la mirada, que no fue una mirada mágica… sino una mirada que conmovía, una mirada intensa, llena de ternura y cariño, lo amó. Da el dinero a los pobres. Propuesta ambiciosa de Jesús. pasar del verbo ACUMULAR al verbo COMPARTIR. La vida no consiste en acumular sino en dejar, en soltar, en liberarse. Jesús quiere que este joven sea su seguidor: SÍGUEME, como la mejor melodía de amor que se puede escuchar. El hombre rico, sin embargo, se muestra incapaz de confiar en Dios de la forma que Jesús le sugiere. No hay saber ni manera de regalo que yo estime en nada en comparación del que es oír sola una palabra dicha de aquella divina boca (Santa Teresa).
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. El joven no quería ser pobre en nada. Todos estamos en peligro de amar al dinero, u otras cosas, más que a Dios. Piensa que, al perder riqueza, perderá vida. Las riquezas sin generosidad nos hacen creer que somos poderosos, como Dios. Pero, al final, nos quitan lo mejor, la esperanza. El joven se marcha triste y desolado. Este rápido cambio, desde el entusiasmo y la búsqueda ardiente a la tristeza y el resentimiento, es una maravilla artística en el relato bíblico.Pero todo puede comenzar porque Jesús nunca se cansa de amar y de esperar. Comenzóme mucho mayor amor y confianza de este Señor… Veía que, aunque era Dios, que era Hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres, que entiende nuestra miserable compostura, sujeta a mil caídas… Puedo tratar como con amigo, aunque es Señor (Teresa).
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas! Segunda mirada de Jesús a los discípulos, con cierto halo de tristeza, de decepción y sorpresa de que alguien se oponga a la oferta de un tesoro en el cielo. Resulta en verdad paradójico que el único individuo en el evangelio de quien se dice explícitamente que Jesús lo amó, termine por rechazar su llamada. Como nunca nos determinamos sino llenos de mil temores y prudencias humanas, así, Dios mío, no obráis Vos vuestras maravillas y grandezas. ¿Quién más amigo de dar, si tuviese a quién? (Santa Teresa).
Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: “Hijos, qué difícil es entrar en el reino de Dios. Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios” Ellos se espantaron y comentaban: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”. Cuando Jesús habla de lo difícil que es para un rico entrar en el reino de Dios, los discípulos se quedan asombrados. La alusión a la imposibilidad de que un camello (el animal más grande conocido en Palestina) pase por el ojo de la aguja viene de un proverbio popular de la época usado por el pueblo para decir que una cosa era humanamente imposible. La gracia transforma lo imposible en posible.
2. Meditación. Respuesta a la Palabra
¿Qué hemos aprendido de ese evangelio en el día de hoy?
¿Hemos sentido la mirada de Jesús sobre nosotros?
¿Qué le queremos responder?
3. Oración. Orar la Palabra
Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es tu oración personal?
Que la mirada de Cristo, llena de amor, nos acompañe día tras día.
Pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien.
Mira, mira que te mira (Santa Teresa).
4. Acción: Contar al mundo la nueva manera de vivir.
Una perla para el camino. El comentario de Ana de Jesús a Juana Calancha, con fama de muy santa, con milagros y revelaciones, acaecido en Beas y recogido por el P. Gracián: Hermana, aquí no hemos menester sus arrobamientos, sino que friegue bien los platos (Jerónimo Gracián, Peregrinación de Anastasio).
Pedro Tomás Navajas, ocd